Este episodio de la serie “Oaxacalifornia: La Experiencia Oaxaqueña en Los Ángeles” cuenta la historia de Maritza Sánchez, joven muxe que luchó por ser aceptada por su familia y por la comunidad. Aquí les contaremos la historia.
Por CELESTE VACA y JENNY DURÁN
RADIO NEPANTLA
Celeste Vaca: Hola. Bienvenidos a Radio Nepantla: La voz que traspasa fronteras, un podcast de El Nuevo Sol en la Universidad del Estado de California en Northridge. Hoy les presentamos una nueva serie, Oxacacalifornia: La Experiencia Oaxaqueña en Los Ángeles.Yo soy Celeste Vaca.
Jenny Durán: Y yo soy Jenny Durán. Hoy escucharemos la historia de Maritza Sánchez, una líder de la comunidad muxe en Los Ángeles, California. Hoy aprenderemos sobre la cultura muxe a través de la historia de Maritza. La palabra muxe, viene de la palabra mujer en zapoteco. En la cultura zapoteca, muxe es alguien que es asignado el género masculino al nacer, pero que se viste y se comporta de manera femenina.
Maritza Sánchez: Ahí nace Hugo Sánchez en la comunidad de Santa Ana del Valle, en el distrito de Tlacolula de Matamoros, en el estado de Oaxaca. Pertenecemos al distrito de los valles centrales de Oaxaca, de la región de los valles centrales. Ahí nace el primer hombre varón de la casa. Mi papá era el único hijo, el único hijo varón, hombre. De la familia además son son cuatro hermanas eran 5 en total. Él es el único hombre. Haz de cuenta nació el primer hombre de la casa, pues era la alegría de todos, de mis tías, de mis tíos, de mis abuelos, de mi papá, que era la ilusión de me imagino que todos los hombres, de tener un hijo varón, y de las mujeres, pues una hija. Era ilusión tener su primer hijo. Aunque no fui tan deseado en la familia, fui haz de cuenta como, como forzado, se puede decir, porque realmente mi mamá ya tenía una hija. Así que yo era el segundo hijo de mi mamá. Mi mamá era madre soltera, y esa es la mentalidad que tenía en el pueblo, que las mujeres solamente en la cocina y los hombres hacían el trabajado rudo.
Entonces, ya cuando me di cuenta lo que yo era, quizá era como a los 8, 9 años, cuando me di cuenta de que yo no… Sí era, nací biológicamente varón, pero yo sentía algo en mi cuerpo y mi persona, en mi pensamiento, que no era un hombre. Me atraían los niños, me gustaban los niños. O sea, jugaba con las niñas, pero era como la mama, o yo soy la mamá y ustedes busquen al papá porque yo no quiero su papa. Ya sentía algo que no era entre comillas, no era normal.
Celeste Vaca:El padre de Maritza falleció cuando ella tenía tan sólo seis años. Así que ella nunca tuvo tiempo de estar con él. A continuación, ella nos platica la relación que ella se imagina tendría con su padre si el hubiera sabido de la realidad de lo que ella sentía.
Maritza Sánchez: Mi papá ya fallecido y mamá se fue a otra comunidad. No nos abandon, porque siempre dicen: “hay, tu madre los abandon”. No no fue así, fueron cosas que tienen que pasar. Uno ya de grande se da cuenta porque pasan las cosas. Las cosas por algo pasaron, pero no me arrepentí de todo eso porque de todas esas experiencias aprendí muchas cosas. Aprendí a valorar muchas cosas, aprendí a valorarme a mí y a lo poquito o lo mucho que he tenido siempre. Aprendí a valorarlo.
Celeste Vaca:Como muchos otros muxes, Maritza también se quedaba en casa a hacer las tareas del hogar.
Maritza Sánchez: Y ya este… me quedaba en casa mejor a hacer de comer, ya cuando mi tía llegaba, yo ya tenía la salsa hecha, ya puse el nixtamal para hacer las tortillas del día siguiente y ya había puesto el fogón ahí. Ya tengo café o algo así. Siempre pues me decía que no lo hiciera, pero tampoco se molestaba. “Está bien, qué bueno que ya lo hiciste, me ahorraste tiempo”. Y mis tíos como que decían: “Ay, mira, es como mujercita”, de hacer como burla, pues. Y me decían una palabra que a mí en lo personal no me gustaba, que era la palabra “birash”, es cómo —en zapoteco— es como inútil, como frágil, como indefenso, como una persona dócil, una persona que es más femenina que hombre.
Celeste Vaca: Después de haber vivido su niñez y su adolescencia en Santa Ana de los valles, Maritza decidió tomar la oportunidad de irse a Tijuana a trabajar vendiendo artesanías.
Maritza Sánchez: Le dije a mi tía: “¿sabes qué? Yo me quiero ir a Tijuana, y me dice: “no, no te vayas”. Le digo: “no, es que pues qué hago aquí, no hay mucho trabajo, no hay nada qué hacer y pues mi hermana y usted y todo eso, pues mejor me voy para allá, pues a ver si algo me van a pagar”. Yo no conocía ni la ciudad de Oaxaca, ni la Ciudad de México, no conocía nada, más que Santa Ana y Tlacolula, que era el distrito de ahí, era el único lugar que íbamos los domingos. De vez en cuando iba con ellos al Mercado, como hacen el tianguis, iban todos ahí, pero era de ahí al pueblo nada más. Y fue mi primera vez que salía afuera, al mundo, a explorar a Tijuana. Llegué a Tijuana, empezamos a trabajar entre comillas, porque nunca hubo una paga, nunca me pagaron. Lo único que me daban eran comida, un par de ropa que alcancé a comprar. Yo iba en huaraches. Yo creo que de todos los muchachos que iban ahí, el único que traía huaraches era yo. Todos traían zapatitos o tenis. Y todos traían así. Y el único que traía huaraches era yo. No me avergüenzo, pues así ha sido mi vida. Entonces, trabajé como unos 6 meses en Tijuana, sin recibir. Nada más lo único que gané fue un par de tenis, que ya los huaraches no daba para más, y les pedí dinero para ir a comprar un par de tenis, y ya fui a comprar un par de tenis. Era lo único que porque nunca hubo paga.
Celeste Vaca: Después de vivir la explotación en carne propia, Maritza decidió escaparse a los Estados Unidos.
Maritza Sánchez: Pues este… se dieron cuenta que yo estaba por allá, porque una tía les habló y les dijo: “ay, que el Hugo está por allá”, dice, “pobrecito, si pueden hablar con él, hablen con él”. Porque pues quedamos… mi mamá se fue para allá y mis abuelos fallecieron y nos quedamos con… mi hermana Cristina y yo nos quedamos con mi tía Estela.
Entonces, sí se preocupaban. Ya recibí una llamada. Me dice el jefe: “oye, te están hablando”. Le digo: ¿cómo supieron?”. Dice: “¿sabe cómo supieron?, pero te están buscando”. Entonces, ya habló un primo mío que vivía aquí. Aquí llegué en el en Torrance, California, en 1989 más o menos llegué a Torrance California. Me trajeron… A mis primos, les cobraron $300 por traerme a Los Ángeles. Y sí, digo. Va uno llegando a una ciudad y te quedas así maravillado, pues nunca has salido de un pueblito, y ves los edificios enormes, porque pasamos por el centro de Los Ángeles, a repartir a varias personas. Y ya llegué con mis primos, pagaron por mí y llegué con ellos. Ahí vivían puros muchchos. Yo trabajaba de busboy, y como les digo, pero pues no aprendía inglés. Entonces, no podían tener más ahí. Trabajé como 3 meses ahí y era muy difícil aprender inglés. Entonces, no aprendí inglés y me tuvieron que despedir. Tenía que salir de la casa, pues los que vivían ahí era puros trabajadores y yo no podía estar ahí, yo no trabajaba para el restaurante. Me vine para Wilmington con unos tíos… un tío que vivía aquí en Bloomington con mi primo. Ahí llegué con ellos. Igual ahí vivían en unos apartamentos, vivían 5 personas, 5 muchachos. También trabajaban en restaurantes y ahí me metieron a trabajar en un restaurante, y a trabajar en la cocina. Estuve trabajando en la cocina un buen tiempo, y de ahí me salí de ese lugar, me vine a vivir a Harbor City.
Y empecé a trabajar en un restaurante aquí muy cerquita en la Normandie y la Pacific Coast. Ahí me estaban dando un trabajo en las tardes. Y ahí estaba mejor porque ahí me sentía más a gusto porque no tenía más que el concinero y la señora y yo. Les ayudaba en frente y atrás. Yo me sentía más a gusto ahí, pero faltaban cosas. Como lo que yo sentía, yo decía que pues eso era imposible, en ese país. Ve uno pues una pareja normal hombre y mujer, y era una pareja un hombre con otro hombre, pues era… no no era posible. En mi ignorancia y en mi pensamiento, para mí, eso no, no era que esto que siento más que se me vaya olvidando porque pues eso nunca va a pasar.
Celeste Vaca: A continuación, Maritza nos cuenta de la primera vez que fue a un bar gay, y luego nos cuenta la historia un mes después, cuando finalmente pudo entrar, después de haber conseguido una identificación falsa.
Maritza Sánchez: Uno se queda así como que guag, como que algo muy diferente. Y es la primera vez que vi el show trasvesti. Pues nunca me imaginé que algo así existiera. Vi a los muchachos que se vestían de artistas, de Laura León, de Lupita D’Alessio y de Paquita la del Barrio. Pero yo me imaginaba que eran artistas de verdad. Ya cuando hablaban con la voz así bien roncota, dije: “no, pues sí son… sí son hombres. Pero qué guapas se miran, qué bonitas se miran. Una se queda así como que guau. Pero lo que me llamaba la atención eran las que se vestían de mujer. Me llamaba la atención como si miraban, pues, no como andar con ellas, sino me gustaba cómo se miraban. Me gsutaba cómo se vestían, me gustaba la ropa, me gustaba el maquillaje, el peinado, todo eso, me llamaba mucho la atención. Pero mis amigos eran gay boys. Ellos en esa época eran de sombrero, de pantalón vaquero, de botas. A un amigo de Zacatecas, que siempre andaba yo, Héctor, de Tabasco, Zacatecas, era con el que siempre andaba yo. Pero yo no sabía que Héctor se vestía de mujer. Nomás que cuando salía con nosotros, se vestía de hombre, de sombrero y de botas y todo eso.
De ahí llegamos a esos lugares. Dejé de los amigos de aquí de Harbor City y de los hombres derechos y me fui a vivir a Long Beach con unos amigos gays. En Long Beach, era de mucha droga, prostitución, alcohol, muchos malos vicios. Muchas de las veces en el ambiente gay es muy… como que es muy fácil caer en las drogas y en la prostitución. Será porque es una vida más fácil para muchos de nuestra… de mi comunidad gay. Entonces, se refugian en las drogas, se refugian en la prostitución. Y muchas veces entraban a las tiendas a robar maquillaje y de ahí lo vendían, lo usaban también. Yo lo hice, yo lo hice un tiempo también, porque también quería estar en ese círculo igual como ellos, quería estar en ese ambiente con ellos, quería acomplarme a ellos, por eso me empecé a salir, a probar la cocaína, a tomar cerveza, a ir a las tiendas a ver qué agarrábamos, y todo eso. Pero pues Héctor me dice: “¿sabes qué?, eso no es bueno para ti porque cualquier día puede llegar la policía ahí y aunque no estés vendiendo droga, o tú no estés haciendo nada, te van a llevar a ti también, porque tú estás ahí con ellos”. “Bueno”, dije, “pues no tengo nada que hacer, no tengo donde vivir”. Me dice: “te voy a llevar a mi casa a vivir.
Y vamos a vivir a Harbor City”, y me trajo otra vez a Harbor City, pero ya ese tiempo, yo ya sabía que Héctor se vestía de mujer. Iba por mí, yo me vestía. No, antes de eso, cuando me fui a Long Beach, ya empecé a hacer amistad con los travestis y me invitaron a vestirme de mujer y a hacer show. Así que dije: “pues a quién hago, pues a ver a quién sale”. Y ya me maquillé, me pusieron la peluca, me pusieron el maquillaje.
Mi primera vez que me vestí de mujer fue como a los 21 años. A los 21 años me vestí de mujer la primera vez y me encantó. Me gustó mucho, que no me quería quitar el maquillaje, porque me miraba ay, qué bonita. La peluca y todo eso me encantó mucho. Ah, no, todavía vivía en Harbor City antes, cuando me vestí de mujer… apenas estaba conociendo Long Beach. Yo todavía vivía con los muchachos aquí en Harbor City. Entonces, me vine con la peluca me puse la capucha y llegué al departamento. Ahí vivían como siete muchachos en la sala, en el cuarto y todo estaban tirados ahí y dormían. Y yo llegué y me metí. Yo no quería quitarme el maquillaje ni quitarme la peluca y la ropa; me gustó mucho y me metí despacio al al cuarto para que no se dieran cuenta.
Celeste Vaca: Este fue el momento en que Hugo murió y Maritza nació.
Maritza Sánchez: Yo no tenía ningún nombre, no sabía ni cómo me voy a llamar. No tengo nombre. Y me dice: “te vamos a poner Maritza”. Maritza dice cómo la… creo que fue una reina de Venezuela que se llamaban Martiza, no me acuerdo, una Miss Venezuela que ganó Miss Universo. Y se llamaba Maritza, no me acuerdo el apellido. Y de ahí surgió mi nombre de Maritza y pues Sánchez por mi apellido. Y concursé, quedé en el cuarto lugar, pero me gustó mucho. Aaparte no estaba preparada, no estaba… no sé, no estaba yo pulida, ¿me entiendes? Era como un muchacho se miraba bonitilla, pero era más como una cosa que no tenía preparación: cómo caminar, cómo hablar, cómo mirar, cómo moverte. Ahora pues ya estoy más lista, pero en ese tiempo pues era un muchachito que apenas están empezando. Ahí empecé el ambiente del travesti, empecé a vestirme de mujer y me miraba que era lo que me gustaba a mí, porque era cuando me sentía bien, era donde me sentía cómoda. Y era donde tenía más galanes, tenía muchos pretendientes, me chuleaban y me mandaban cerveza, me invitaban a comer, me invitaban a salir, me… era… me trataban como una reina. ¿Me entiendes? Me trataban muy bien a comparación de cuando andaba con los muchachos gay, pues era era de mitad y mitad, pues esta vez pagas tú, pero después pago yo, o mitad y mitad. Es bonito también una pareja de hombres, pero cuando te tratan como una mujer, como una dama. Te llevan al carro, te abren la puerta del carro, te llevan a cenar, te regalan un ramo de flores, te ponen la silla para que te sientes. Te tratan como una reina, pues uno se siente guau, te sientes bien.
Esta vez se vestía más… no tan vulgar, se vestía como una mujer. Yera lo que a mí me gustaba también. A mí me gusta vestirme como una mujer, no como muy vulgar, minifaldas o escotes. Esas cosas a mí no me gustan. Entonces, así que empezamos a salir, a bailar y todo eso. En esa etapa de mi vida, fue cuando empecé a crecer y a madurar, a conocer a las personas. También empecé a usar hormonas. Me empecé a hormonizarme y empecé ya con mi tratamiento de hormonas a los 22 años. A los 22 años empecé a hormonización de mi cuerpo, a cambiar… a dejarme el cabello largo porque era lo más anhelaba yo: tener mi cabello y dejar de usar peluca… y ya andar más de lleno como una mujer. Y Héctor me ayudó mucho en ese aspecto. Él me ayudó mucho… a asesorarme, a comprar mi ropa y vestirme bien y a comportar. De él aprendí muchas cosas, de Héctor aprendí muchas cosas.
Celeste Vaca: Después de haber vivido 5 años en los Estados Unidos, Maritza decidió regresar a México y enfrentar a su familia ahora que ya que vivía su vida como una mujer
Maritza Sánchez: Irme para México, dije, pues. Pero era el temor de enfrentar a mi familia. Porque ya los rumores ya llegaban con mi tía. Aunque ella no… es muy comprensible, pero con mi mamá. Mi mamá, aunque no crecí con mi mamá, pero siempre le tengo un respecto a mi mamá. Siempre cuando hablaba con ella, me decía: “¿cómo estás?, y ya que te cases, yo quiero que todos se casen y que tengas tu familia”, y todo eso. Siempre yo le sacaba la plática: “Ay, no, yo estoy bien, no te preocupes. Estoy bien”. Y mi tía, sí, ella se daba cuenta lo que yo era. Mi mamá también sabe perfectamente lo que yo era, pero como que no quiere aceptar que un hijo de ella… porque en el pueblo, sufre mucha discriminación, sufre mucha burla. Entonces, ella no quería tener una… tener un hijo gay.
Y decidí irme para México. Dejé todo, le dije a mis amigos: ¿sabes qué? Me voy para México, ¿se quieren quedar con el apartamento? Yo me voy”. Y les dejé todos los muebles y me fui para México. Duré como seis meses en México. Llegué y dije: “guau, esto es aquí de donde yo soy”. Yo dejé Hollywood, Long Beach, todas esas cosas, yo dije… era mi decisión, era irme a quedar a México ya. Ya no regresar para acá. Dije: me voy para allá y ya no quiero saber nada de por acá”. Llegué a México a Oaxaca. Dije ir a Oaxaca… cuando dicen de Oaxaca es como un pueblo, que no hay nada. Piensan qué es un pueblo… que la gente todavía vive en sus chocitas o no hay civilización. Muchas veces, mucha gente ignorante piensa eso. Pero ya cuando llegas a la ciudad, dices, no pues llego a la ciudad y pues adónde voy, el ambiente gay. ¿Cómo empiezo a conocer aquí?
Primero conocí a un amigo porque fui a visitar a mi mamá, en Teotitlán. Y me miró él y me dijo hola. Y yo le digo: “hola, ¿cómo estás?” “Muy bien” “¿Cómo te llamas?” Y luego platicamos, y me miró mi mamá. Me dice: “no te juntes con ese muchacho”. Le dije: “por qué”. Me dice: “porque es birach, es gay”. Y le digo: “y qué tiene”. Me dice: “porque la gente se burlaba de él aquí, y no quiero que hables con él”. Le dije: “no es mi amigo nomás nos conocimos ahí, pero pues no tiene nada de malo”. Me dice: “Pero no quiero que hables con él. Yo le dije: “okey, bueno, está bien”. Pero yo dije: “él me va a empezar a conocer más gente aquí”. Y él… me llevó a conocer la ciudad. Y me llevó a conocer bares gays en Oaxaca. A lugares de ambiente gay, que dije: “¿ay, en Oaxaca hay esos lugares? Y sí hay, nomás que a veces dices: vas allá y dices no hay nada de eso. Pues sí hay mucho. Mucho ambiente allá. Y en esa época, fue la primera vez que me invitaron a una vela, a una fiesta. La primera vez, dije: ¿A una vela? Yo no tenía idea de lo que era una vela. Yo pensé, pues una vela, una veladora. To no sé. Me dicen: “es una fiesta, es una mayordomía”. “¿De verdad?”, “Pues sí, vamos a ir”.
Pero como que no me llamó mucho la atención. Dije: “no, no quiero ir. Entonces, no fui. Pero me platicaron de qué se trataba, era gente del istmo de Tehuantepec de Oaxaca y que hacían su fiesta mayordomía, vela, en el Valle se llama mayordomía, y ellos le dicen velas. Ya después, me arrepentí y dije: “ay, hubiera ido”. Pues ya pasó, dije, pues ya para qué. Y estuve seis meses en Oaxaca, conocí muchos lugares. Dije, no pues muy bonito todo pero no hay dinero, no hay como trabajar aquí. Y sí hay trabajo, pero muy poca paga. Y dije: “me tengo que regresar a Los Ángeles”.
Me regresé a Los Ángeles. Fue cuando llegué con mi hermana a Huntington Park, llegué con ella. Y ya tenía… mi hermana Cristina ya se había venido para acá, y ya tenía su familia, su esposo y sus dos hijos acá. Y llegué a vivir con ella, pero mi ambiente no es estar en familia. Yo quiero hacer mi vida muy aparte. Yo quiero irme de Huntington Park y volví otra vez a Wilmington. Y ya lo conocí a él, cuando en la época que lo conocí a él, era el tiempo cuando andaba viviendo con Héctor. Conocí a Pipis, le decimos Pipis. Conocí a Pipis y yo dije: “bueno, podemos vivir otra vez a Wilmington, y empezamos otra vez a salir con las amistades. Otra vez a agarrar mi departamento, otra vez a empezar y todo eso. Y ya tenía hormonas y tenía mi cabello largo. Mi mamá se molestó mucho porque yo cuando llegué a México, tenía el cabello largo. Y quería que me lo cortara, pero pues le dije: “no, a mí me gusta mi cabello largo”.
Celeste Vaca: ¿Cuál fue la reacción de su mamá cuando lo vio?
Maritza Sánchez: </strong >Cuando me miró la primera vez que me volvió a ver, después de casi doce, trece años… pues la primera impresión que le dio pues era llorar. Ella lloró mucho porque ella se siente como culpable. Al dejarnos y… irse con mi padrastro, pero realmente… ella se sentía culpable. Pero realmente, pues yo ahora que estoy grande, entiendo perfectamente por qué se fue. Y no nos abandonó. Simplemente, pues no nos podía llevarnos a todos, éramos cuatro. No podía llevar a los cuatro hijos. Y porque aparte mi padrastro era un hombre también cruel. Decía: “yo quiero a la mujer, pero no quiero a los hijos. Yo me voy a casar con la mujer, no con los hijos”. Mi mamá se sentía culpable, pero le dio gusto volver a verme otra vez. Le dio gusto… no sé si fue de alegría que lloró, o no sé, pero…. Y mi tía también, después de trece años volví a ver a mi tía. Mi hermana sí… aquí estaba mi hermana Cristina. Salíamos a bailar las dos. En ese tiempo, ella estaba soltera. Cuando ella llego aquí, sí también se quedó sorprendida al mirar mi cambio, mi forma de vestir y mi cabello largo, y pues ya tenía pechos. Sí me entendió, pero como que no quería aceptarlo muy bien, porque ella quería su hermano mayor. Yo soy el hermano mayor para ellos. Lo que querían era el hermano mayor. Mi hermana siempre me ha visto como si fuera yo su papá, pues. Soy el hermano mayor, siempre me tienen un respeto. Lo que ella quería era tener a su hermano, su esposa, sus hijas y todas esas cosas. Pero igual, me entendió. Ella siempre en mi cumpleaños o en navidad aquí me regalaba pantalón, me regalaba camisa, y yo nunca me los ponía. Y hasta que se hartó. Me empezó a regalar vestidos y blusas y faldas. Todavía tengo un vestido que ella me regalo. Y me dice: “pues ya que te regalo ropa de hombre, no te la quieres poner, mejor te regalo ropa de mujer”. Y yo: “bueno, pues así, sí”.
La impresión de mi mamá sí fue… se sintió mal. Pero igual no me rechazó. No me acepta al cien por ciento, así como que mi hija. Como a comparación de mi tía, que fue con la que me crié yo, mi tía Estela, fue la que… con la que de hecho yo cuando tenía mis siete u ocho años, yo decía a mi tía Estela “mamá” y a mi mamá decía “mi tía”. Desde siempre, después de que mi hermana Cristina nació, mi tía me llevó con ella. Allí mismo en la casa, pero me empecé a quedar a dormir con ella. Empecé… Ella me tenía cómo será su hijo. Mi tía es más comprensible. Mi tía, cuando me miro y miro mis fotos, me dijo ella que ya le habían dicho antes. Y de hecho me dice: “un primo tuyo mandó un video donde él te grabó, que venías caminando con unos amigos, y ya te había visto en en video”. Me dice: “sí, ya te habíamos visto y ya lo había enseñado a varas personas: que mira que Hugo ya no es hombre, ya se hizo mujer y no sé qué tanto, que ya se operó, que ya s hizo todo, que ya es una mujer, y todo eso”.
Yo les digo que sigo siendo la misma persona. Simplemente mi forma de pensar y mi forma de vestir es un poquito diferente. Y ella me aceptó muy bien. Miro las fotografías y me dice: “estás bien bonita, estás bien guapa, te miras muy bien”. Cuando llegaba de Oaxaca al pueblo, ya me esperaba, me cocinaba y me dice: “ya te calenté…” Y yo llegaba de mujer a la casa. Y ya me despintaba, me quitaba el maquillaje. Me dice: “lávate la cara, no te duermas así con maquillaje”. Ella me atendía como si fuera su hija. Ya me aceptó muy bien y me preparaba la comida y me decía: “te hice tu comida, come, cena”. Y ya me iban a buscar mis amigos gays me iban y me buscaban a la casa, y ella me decía: “vino tal fulano a buscarte”. Le dije: “Ay”. Me dijo: “Sí, le dije que viniera más al rato que no estás”. “Okey, bueno”. Y conoció a un novio mío también en el pueblo. Me dice: “ay, vino un muchacho a buscarte, muy simpático, muy bueno”. Ella me aceptó. No tuve ningún problema con mi tía. Nunca me rechazó, nunca… nada. Muy normal. Mi hermana también después. Ya mi hermana me comprendió y me aceptó muy bien. Y nos llevamos muy bien con mi hermana.
Con mi hermano. Tengo dos hermanos varones: mi Hermano Nicolás, que es hijo de mi papá, y mi hermano Juan, que es hijo de mi padrastro. Con mi hermano Nicolás, sí le costó un poco porque él tiene la mente de mi papá. Él es de muy amigos y toca en una banda de música, música regional, música popular. Es trompetista y cantante. Y de muchos amigos, muchos compas y eso. Y como que a él sí le costó un poco de trabajo al tener un hermano mayor gay porque todos los amigos le daban como… le hacían burla, pues, que tenía un hermano, que también él quizás es. Mi hermano se casó. Mi hermano tiene su familia y sus dos hijos. Le costó mucho aceptarme. Nunca me dijo nada, nunca tampoco me haya regañado. Simplemente, yo sentía que él quería un hermano. Él siempre me decía: “yo quiero un hermano”. Cuando fue mi coronación, él se puso una borrachera y me dijo: “yo te quiero mucho hermana, estás hermosa, pero yo siempre he querido un hermano mayor que yo. Pero no me importa. Así te amo, así te quiero mucho”. Y me abrazó. Y me dice: “te quiero mucho, te quiero mucho, hermana”. Él estaba feliz cuandi fue mi coronación. Él me apoyó. Y el otro hermano, el más chico, él como que sí, no lo asimila. Él me respeta, nunca me dice nada, pero me doy cuenta que como que él si no… acepta muy bien. Pero pues igual, lo respeto. Él respeta también mi vida, no se mete en mis cosas, ni yo tampoco. Él con su familia, su esposa. Ni yo en la vida de él, ni él en la vida mía. Nos miramos, nos saludamos. Hola, buenas tardes, buenos días, cómo estás, bien. Y con mis hermanos de sangre, sí nos llevamos muy muy bien.
Cuando regresé para Estados Unidos otra vez, empecé otra vez a salir con mis amigos. Conocí a un muchacho que fue mi pareja por siete años. Un muchacho de Jalisco. Duramos siete años juntos. Muy buena persona, pero las cosas por algo pasan. Duramos siete años juntos, vivimos juntos y todo, mi familia lo conoció. Mis hermanos, toda la familia, lo conocieron a él. Yo también conocí a su familia. Una relación muy bonita con él. Nos separamos por cosas y seguí mi vida. En el 2011, fue cuando me invitaron otra vez a una vela a una fiesta istmeña aquí en Los Ángeles. La primera vez que hicieron una vela istmeña aquí en Los Ángeles. Me invitaron a participar, pues a ir a la fiesta, pues. Y me dice una amiga, Briana, ella es de Jalisco, “vamos”. Le digo: “hay que ir, pero no tenemos ropa típica de Oaxaca. Yo soy de Oaxaca, pero no tengo nada típico de allá”. Sí, de vez en cuando me había vestido con ropa típica, pero me dicen: “ay, cómo te pones eso, pareces de Guatemala, o si es de Guatemala”. Entonces, le digo: “no tengo ropa típica del istmo”. Y nos contactamos con una señora que vendía ropa aquí en Inglewood. Ella nos vendió la enagua y el huipil, como este que tengo, es un hupil. Me vendió el huipil y las joyas y todo eso, y nos fuimos a la primera vela istmeña. Fue en el 2011, 2012, me acuerdo, más o menos. Era la primera vela que se hizo. Ya habían otras velas. En Santa Ana, hacían una vela que se llamaba la Vela de San Sebastián de las Flores. Ellos tienen veinte años, más de veinte años haciendo fiestas aquí, fiestas istmeñas aquí en Los Ángeles. Yo no sabía lo que era una fiesta, una vela. Por eso no íbamos. Ya fuimos, nos arreglamos, bien guapas, bien bonitas, Toda la gente decía: “ay, y ustedes, ¿de dónde salieron?” Porque mi amiga Briana es muy guapa también, de Jalisco, muy hermosa. Se puso el traje tradicional de Oaxaca. Y yo me puse también uno, y nos íbamos a la vela y éramos la sensación de la vela. Hay otras que sé vestían de mujer, pero no se miraban tan bien, pues. Hay mujeres que traían también su ropa bien bonita, pero a veces falta el porte de lucirlo, de sentirte orgullosa y así. Nos invitaron a la primera vela muxe. Ahí fue la primera vez que mencionaron la palabra muxe para mí, porque dije: “muxe, no sé realmente lo que significaba la palabra muxe”. Porque no estaba empapado con la comunidad oaxaqueña, especialmente con la comunidad del istmo, de Tehuantepec, donde se usa la palabra muxe, en lugar de birash. Nosotros en el valle decimos birash y ellos dicen muxe. La palabra muxe es una a abreviación de la palabra mujer. En lugar de decir mujer, muxer, muxe, por eso lo usan más allá. Realmente ellos lo dicen que es en zapoteco porque en zapoteco mujer se dice “gunaa’”, pero ellos les dicen muxe a las personas afeminadas. Entonces, me gustó más ese término de muxe a birash. Birash es para mí más como una cosa cobarde, que no sirves. Y muxe es como más, mujer, un poquito más diferente. Mejor, me adapté más a esa palabra de muxe a birash. Más muxe que birash. En el istmo también la palabra muxe tiene el mismo significado. Tiene el mismo significado que birash en el valle. Muxe es como cobarde, que no puedes, sin fuerzas, una persona débil. Es lo mismo en el istmo. A mí me gusta más ese término de muxe. Y el año siguiente, me invitaron para que fuera reina de la fiesta de ellos. Pues yo encantada, ay pues, le dije, yo ya andaba con mi novio actual. Con él tengo ya cinco años que estamos en una relación. Y le dije: “Julio, me están invitando para, para ser reina de la vela”. Él es de Guerrero, y me dice: “no, pues yo te apoyo, pues tú, tú si quieres y yo te apoyo en lo que yo pueda”. Pero pues toma to decisión tú. Y le dije a mi hermano y mi hermano encantado, y me dice: “sí, yo te apoyo te apoyo, qué quieres”, me dice “recuerdos, regalos, qué quieres que te regale”. Y le dije a mi tía, y también me dijo: “sí, yo te ayudo, con las botanas, con la comida, lo que sea, yo te ayudo”. Todos encantados. Mi hermana en Oaxaca también. Mi mamá sí, no le dije, no lo dije porque yo sé que se iba a poner triste, se iba a llorar, se iba a sentir mal, pues. Entonces, mejor no decirle nada a ella.
Y ya me tía preparó, ese día preparo y llegó mi tía preparó los tamales, preparó la comida. Fue una parte de la comunidad de donde soy yo, de Santa Ana del Valle, fue un grupo de personas que representan al municipio, que son como de la mesa directiva de acá, me fueron a apoyar, me dieron su apoyo y el consulado mexicano me coronó como reina de la vela. Me coronaron, me aceptaron muy bien, toda la gente, los medio. Fue como como mis quince años, fue como mis quince años porque fue algo como en un sueño en un sueño que pues… Si… me… Fíjate que cuando yo tenía mis 10 años, digo que iba al campo con mis chivos. Entonces, cuando miraba como en un árbol así grande, me gustaba subirme y me imaginaba que tenía un público abajo que me aplaudía que me… No sé, me miraba yo como no te puedo decir como una reina, me miraba yo como si fuera una cantante que pues apoyan, que aplauden y que y quieren todo eso. En ese momento, cuando fue mi coronación, cuando estaba pasando con mi novio, porque mi novio dice: “yo voy a pasar contigo, yo no te voy a dejar sola, yo no te voy a dejar sola, yo voy a pasar contigo”. Y fue mi chambelán en ese momento que me estaban coronado y estaba pasando… En el salón, creo que había como unas cuatrocientas personas, había cuatrocientas personas entre muchas comunidades de gente de mi pueblo, mi familia, había gente del consulado mexicano, de la alcaldía de Los Ángeles, los organizadores y muchos empresarios oaxaqueños. Mucha gente que tiene negocios en Los Ángeles.
Mucho de ellos me apoyaron y apoyan también a la fiesta que hacemos en noviembre. Me coronaran y me sentí, como te digo, que mi sueño hecho realidad. Lo máximo para mí. Me hicieron un traje en Juchitán. En Juchitán me hicieron el traje. Le dije al muchacho, yo quiero un traje espectacular. Yo quiero un traje único, y me dice: “no, como usted lo quiera, dígame cómo lo quiere y lo mandamos hacer”. “Yo quiero un pavorreal, yo quiero un traje con pavorreal”. Y me dice: Sí, señora” dice, “lo vamos hacer como que usted guste, qué color quiere y todo eso”. Y lo mandé hacer allá, un traje normal de tehuana, pero con un pavorreal enfrente y un pavorreal atrás. Precioso, precioso. Pues donde me invitan, hace poco estuve también en la biblioteca central de Los Ángeles también con muchas personas hablando de la comunidad muxe y de la comunidad gay en este país.
Mis últimas que les digo yo… es que el mensaje que le doy a la comunidad ahorita. En este año, o en estos tiempo, la comunidad muxe ha sido muy visible más en Los Ángeles porque hace unos 8 años, 10 años, no se miraba mucho la comunidad muxe. No se daba mucho a conocer, pues. Era de vez en cuando que mirabas a un muxe, pero ahorita en la actualidad han habido y nosotros la vela que hacemos es una vela no especialmente a ningún santo sino que a la comunidad gay, a la comunidad muxe. Por eso se llama vela muxe. Había mucha gente importante el año pasado. El año pasado estuvo, esta Dolores Huerta. Ella fue parte de la vela, ha estado el embajador de México, artistas y muchos estudiantes también que viene a hacer sus documentales. A mí también me me critican mucho porque no soy del istmo, porque me pongo los trajes, pero pues oye, yo también soy oaxaqueña y también soy zapoteca. Muchas personas que critican que ni siquiera tampoco son de allá. Y ni tampoco siquiera habla zapoteco. Digo, yo hablo zapoteco y defiendo también mi cultura. Quizás no soy del istmo, pero también soy zapoteca.
Celeste Vaca: Gracias por escucharnos. Los invitamos a que sigan escuchando la serie Oaxacalifornia: La Experiencia Oaxaqueña en Los Ángeles. Yo soy Celeste Vaca
Jenny Durán: Y yo soy Jenny Durán.
Oaxaca’s Third Gender: Man, Woman, Muxe from ALOUDla on Vimeo.
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