Ellas enfrentan varias barreras como el miedo a ser deportadas, la pobreza, falta de seguro médico, no hablar inglés, no reconocer a tiempo que están embarazadas y el más común no estar informadas de los servicios que están disponibles independientemente de su estatus migratorio.
Por VIRIDIANA ZÚÑIGA y MARILET PONCEEL NUEVO SOL
En los mandatos sobre la mujer, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declara que toda persona tiene el derecho a disfrutar del más alto nivel posible de salud física y mental, así como el acceso universal a los servicios de atención médica, incluidos los de la salud reproductiva. Y que todos los programas de atención de la salud reproductiva deberán proporcionar los más amplios servicios posibles sin ningún tipo de impedimento.
Sin embargo, la realidad es otra: las mujeres inmigrantes en Estados Unidos enfrentan barreras para tener acceso al cuidado médico y cuando están embarazadas tardan más en buscar cuidado prenatal, aún cuando éste aumenta las posibilidades de que ella pueda tener un parto sin complicaciones y pueda dar a luz a un bebé sano y fuerte.
Sólo el 82.2 por ciento de las latinas embarazadas reciben atención médica prenatal durante el primer trimestre en comparación con casi el 90 por ciento de las mujeres blancas, según un estudio del Centro para el Estudio de la Salud y Cultura Latina de UCLA. Según el mismo estudio, se calcula que las mujeres latinas no sólo tienen el tercer porcentaje más bajo entre las que reciben atención médica prenatal durante el primer trimestre, sino también reciben atención médica sólo durante el segundo o el tercer trimestre y hay algunas que no reciben ningún tipo de cuidado prenatal durante el embarazo.
“El cuidado prenatal es importante en el crecimiento y salud del bebé”, dice la doctora Setareh Torbian Esfahani, profesora del Departamento de Ciencias de la Familia y el Consumidor de la Universidad del Estado de California, Northridge (CSUN). “Esto necesita hacerse lo antes posible, tres meses antes de que la madre planee quedar embarazada necesita tomar ácido fólico.”
El ácido fólico es un tipo de vitamina B. Si se toma la cantidad correcta antes y durante el embarazo, ayuda a prevenir la anemia y otras anomalías como la espalda bífida.
Carmen García esperó hasta el último mes de su primer trimestre pare recibir cuidado prenatal y empezar a tomar el ácido fólico.
“Cuándo tenía un mes y medio sospeché que estaba embarazada”, dice García. “Pero como yo soy irregular [en la menstruación] tengo que esperar como dos meses para saber si estoy embarazada o no”.
El que la madre vaya a tiempo a su cuidado prenatal ayuda a que se detecten enfermedades virales y previene que sean parte de las 87 de cada 1,000 embarazadas que enfrentarán una complicación en su parto, según indica el estudio hecho por UCLA.
“Es un tiempo muy importante porque es cuándo podemos ver si hay problemas con el bebé y con la mamá y muchas veces podemos intervenir”, dice Susana Escojido, enfermera de la clínica de bajo costo Northeast Valley Health Corporation, uno de los centros de salud comunitarios en el área de Los Ángeles que se enfoca en la prevención y el alivio de la salud de sus pacientes, independientemente de las capacidades de pago que éstos tengan.
“Cincuenta por ciento de los embarazos aquí en Estados Unidos no son planeados. El riesgo de una enfermedad es muy alta en el país por no planear un embarazo”, agrega la Doctora Torbian. “Las primeras tres semanas de embarazo son cruciales para la salud del bebé y sobre todo para la madre”.
“En algunas ocasiones, al no recibir el cuidado prenatal, lo que sucede es que al tiempo de nacer, el bebé es muy grande y se tiene que hacer una cesárea de emergencia”, agrega la enfermera Escojido. “Aparte de que la mamá pasa más tiempo en el hospital si le tienen que hacer una cesárea, muchas veces el bebé necesita cuidados intensivos, también van a durar más en ese sitio y será mucho más costoso”.
De acuerdo con un estudio del portal de precios de salud Vimo.com, un parto vaginal sin complicaciones cuesta alrededor de $6,000 mientras que una cesárea cuesta entre $12-16,000. El sistema de salud en Estados Unidos paga esta cantidad cuando la madre tiene algún tipo de seguro, pero cuando no, este dinero sale de su bolsillo.
La hostilidad hacia los inmigrantes ha resultado en una disminución continua de programas sociales, como Medicaid, un programa gubernamental que cubre el 40 por ciento de los partos en Estados Unidos, y los cuidados prenatales, el parto y post-parto para las latinas inmigrantes de bajos ingresos según el Instituto Nacional de Latinas para la Salud Reproductiva, una asociación civil que trabaja para ampliar los servicios bilingües de asistencia reproductiva gratis y de bajo costo para que las latinas puedan mantenerse sanas.
Las mujeres inmigrantes sin papeles enfrentan varias barreras, como el miedo a ser deportadas, la pobreza, la falta de seguro médico, no hablar inglés bien, no reconocer a tiempo que están embarazadas y, el más común, no estar informadas de los servicios que están disponibles independientemente de su estatus migratorio.
“Sí existen barreras. Barreras por el idioma, la falta de saber a dónde acudir, transporte y simplemente saber que puede ir a una clínica, pero la mujer se siente que no la entienden, no la hacen sentir cómoda y a veces es una razón por la que no van a la clínica”, dice la enfermera Escojido.
Sandra Martínez, quien no empezó su cuidado sino hasta las seis semanas, dice que el país tiene muchos programas pero no hacen lo suficiente para promoverlos.
“La verdad, este país tiene mucho dónde proveer para el embarazo”, dice, “pero en realidad, necesitan un poco más de información, uno no está enterado que en ciertos lugares proveen cosas. Sí estaría muy bien si hacen un poquito más en publicar lo que hay para uno”.
Lugares como el Northeast Valley Health Coorporation ayudan a que las barreras que se les presentan a las mujeres embarazadas disminuyan o desaparezcan por completo.
“Aquí en la clínica, varias de las personas que trabajan viven en la comunidad y hablan el español”, dice Escojido.
También afirma que cuando van por primera vez, ellos les ayudan a llenar sus papeles de
Medi-Cal, que es parte del programa de salud Medicaid aquí en California y que ayuda a los niños y adultos de bajos ingresos.
También las refieren al llamado programa WIC ——un programa especial de nutrición para las mujeres, infantes y niños, donde imparten clases de nutrición y dan comida para los bebés——, el cual está a un lado de la clínica. Y si se les dificulta el transporte, la clínica les ofrece pases para el autobús.
“El programa WIC es un programa de nutrición para mujeres embarazadas, madres con bebés y niños pequeños”, dice Eva Madrigal, coordinadora del programa WIC. “Las madres primerizas o madres que recién han llegado al país, no están informadas y a veces tienen hasta miedo de venir a nuestro programa. El venir al programa no les afecta en nada y no preguntamos en lo absoluto sobre su estatus migratorio.”
California es uno de los pocos estados que todavía le ofrece a la mujer servicios de salud médicos y programas de alimentación como WIC, sin importar su estatus migratorio, según el National Immigration Law Center.
En las clínicas comunitarias, la medicina social sigue siendo una misión importante para una comunidad sana, dice la enfermera Escojido. Sus doctores y enfermeras, dice, podrían ganar más dinero en otro lugar, pero prefieren ayudar a la comunidad y por el contrario, cada que se les paga, regresan un porcentaje de ese salario para cubrir los gastos de programas gubernamentales que se ven afectados por los recortes presupuestales. Ni las disparidades en el cuidado prenatal entre las latinas inmigrantes, ni el clima político antiinmigrante, ha matado la moral de estas clínicas que sirven de red para que las mujeres que viven en Estados Unidos puedan ejercer su derecho a un embarazo saludable.
Para más información:
http://www.medicaid.gov/
http://www.fns.usda.gov/wic/sp-default.htm
http://www.cdph.ca.gov/programs/wicworks/Pages/WICSpanish.aspx
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