Por NICOLAAS KOPPERT
EL NUEVO SOL
En la lucha contra la diabetes en la comunidad hispana, el gobierno americano debería guiar su enfoque a lo que se produce más allá de la oficina de un medico de turno. Es cierto que todos debemos ser tratados iguales, pero bajo esta premisa no deberíamos asumir que todos tenemos la misma forma de ver la vida. No todas las culturas y razas creen en la necesidad de realizar visitas constantes al medico ni seguir a raja tabla el conteo de calorías. En este país las posibilidades de que las personas mueran por determinadas enfermedades están relacionadas con el color de su piel.
Si se está invirtiendo menos dinero en combatir esta enfermedad, bien se podría incrementar el esfuerzo económico en aquéllos que trabajan para prevenirla y están dedicando su labor en enseñar a los demás cómo prevenirla. En muchas ocasiones tratamos de resolver el problema cuando ya es demasiado tarde.
Aunque para todos los que convivimos en este país llamemos a Estados Unidos nuestro hogar; todos tenemos diferentes culturas que nos dan diversas perspectivas. La administración pública no debería pensar en un sólo método que nos ayude a luchar contra la diabetes y pensar que esa es la única vía para servir a los ciudanos de manera homogénea.
En un reciente estudio realizado por University of California’s School of Social Work se encontró que la falta de educación es el verdadero problema a combatir. Esta situación desventajosa obliga a un gran número de hispano-americanos a observar cómo esta enfermedad se está convirtiendo en mortal. Según Kathleen Ell responsable del estudio, los imigrantes hispanos enfrentan muchas barreras para recibir tratamiento medico. Entre estos se encuentran las barreras frente al dominio del idioma inglés hasta el obtener tiempo en el trabajo.
Este es un asunto que nos compete a todos porque nos afecta como sociedad. En lugar de intentar obligar a los demás a cambiar su estilo de vida, deberíamos encontrar la pieza del rompecabezas que se ajuste al beneficio de todos. La lucha en contra de la diabetes en los hispanos significa que los trabajadores sociales necesitan ir a las calles porque no van a encontrar a una persona indocumentada leyendo una revista en la sala de espera de las clínicas esperando para que los doctores los reciban.
Las personas que no cuentan con su documentación en regla para residir en este país tratan de mantenerse lejos de esos lugares porque tienen miedo de ser deportados. Pero también hay que tomar en cuanta las creencias y la cultura popular que son transmitidas por otros miembros de la familia cuando se trata de temas de salud. Por esto, cuando en las medidas para atacar los efectos de la diabetes en los hispanos se requiere realizar un esfuerzo conjunto y comunitario, por un lado, por parte de la administración pública y, por otro, por parte de los propios hispanos.
Los trabajadores sociales deberían ir de puerta en puerta en los barrios donde viven las comunidades hispanas para advertirle a las personas lo dañino que es comer papitas fritas en vez de una manzana. Ete sería un buen comienzo. Si la gente aprende de las consecuencias que trae comer comida chatarra, entonces ellos podrán tomar sus propias decisiones, esperando que esto los motive a defenderse de la enfermedad que los asecha.
Esta es el enfoque que the Social Justice Learning Institute está tomando y el que el gobierno local debera tomar. David Steele, representante de SJLI, afirma que la gente no tiene que buscar mucho para ver el problema de las minorías y los barrios de inmigrantes “Sólo mira alrededor podrás ver la obesidad en las calles”. Como otras tantos “desiertos alimentarios”, en la ciudad donde él vive existen sólo con cinco super mercados, mientras que se cuentan alrededor de 200 restaurantes de comida rápida. Tal como comenta Steele, esta terrible desproporción entre establecimientos de comida saludable y comida poco recommendable debería cambiar.
Si en las zonas alrededor de los colegios y los barrios populares existen demasiados restaurantes de comida industrializada, es una situación que debería preocuparnos y que nos debería llevar a reclamar legislación adecuada que limite su proliferación y que abogue por una mejor distribución de la comida saludable, especialmente en las zonas donde vive la gente de bajos recursos. Las diversas comunidades se debería unir para hacer que los mercados tradicionales reemplacen los restaurantes de comida chatarra. Cuando el número de super mercados aumente, los precios de la comida en estos lugares decaerá.
No dudo que haya personas que se pregunten por qué deben preocuparse por la salud de las personas que no cuentan con documentación en regla. La respuesta es sencilla: porque los inmigrantes que han llegado al país han venido porque nuestra economía los necesita. Ellos están aquí para quedarse. Si nos preocupáramos más por todas las personas, tengan documentación o no, nos estaremos preocupando por la salud de las nuevas generaciones de esta hermosa tierra.
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