En este episodio de la serie Voces, Irene Cruz lee su historia de cómo creció sin la presencia física y cercana de su padre y cómo ha podido mantenerla. Producción y edición de Vivian Rayos e Irene Cruz.
Por IRENE CRUZ y VIVIAN RAYOS
EL NUEVO SOL
Vivian Rayos: Hola y bienvenidos a radio Nepantla un pódcast de El Nuevo Sol, el sitio multimedia del programa de periodismo en español de la Universidad del Estado de California en Northridge.
Mi nombre es Vivian Rayos.
Irene Cruz: Y yo soy Irene Cruz
Vivian Rayos: El nombre de nuestro pódcast nació de la palabra “nepantla” que viene del idioma náhuatl y significa “estar en medio”. Los indígenas de México usaban esta palabra para hablar de estar entre una cultura dominante y su cultura de origen. El movimiento chicano hizo de este espacio uno de resistencia cultural que trasciende dos culturas y muchas fronteras. En esta serie titulada “Voces”, presentaremos historias personales de estudiantes universitarios y hablaremos de su importancia social.
En este episodio hablaremos de la historia de mi compañera, Irene.
Ella creció sin la presencia de su padre.
Cada pocos años, la madre de Irene la llevaba a El Salvador para ver a su padre. Su relación principal era a través del teléfono.
Había veces que le daba pena hablar con él porque no le gustaba pedirle dinero.
Puedo identificarme personalmente con Irene porque yo tengo padres divorciados. Al crecer, hablaba con mi padre más por teléfono que en persona.
Uno de cada cuatro niños crece sin tener un padre.
Irene nos cuenta más sobre tener una relación distante con su papá:
Irene Cruz:“¿Cómo está?”, preguntó mi mamá por teléfono.
“Bien, bien. ¿Y usted?”, se escuchó una voz de bajo tono.
En ese momento, revisé mi teléfono para averiguar si mi papá me había regresado la llamada. A mi padre le daba mucha pena hablar conmigo, y cuando no alcanzaba a contestar mi llamada, mejor le llamaba a mi mamá para averiguar qué había ocurrido.
“¿Porqué me llamó la niña? ¿Qué necesita?”, preguntó mi papá.
“Será mejor que ella hable con usted”, dijo mi mamá entregándome el teléfono.
La verdad era que a mí también me daba pena hablar con él, y mucho más cuando necesitaba pedirle dinero. Desde los 10 años mi padre le pagaba $250 al mes de child supporta mi mamá y al graduarme de la escuela media a los 17 años, la esposa de mi padre fue muy inteligente en avisarle que ya no era su deber pagar ese dinero.
La primera vez que conocí a mi padre, no sabía quién era. A los 3 años, estaba demasiado pequeña para entender quién era él. Mi mamá me llevó a El Salvador para conocerlo. Él vivía en una isla pequeña del departamento de La Paz. De ahí en adelante, no volvería a ver a mi padre de nuevo hasta los 9 años.
Toda la vida entendí dos cosas; que mis padres nunca se habían casado y que mi padre siempre permanecería separado de mi mamá y de mí. Durante 7 años, escuché a mis padres discutir por teléfono sobre el dinero que se supone él debía de depositar al principio de cada mes. Mi padre prometió pagarle el dinero, con la condición de que no iba a volver a darme regalo para navidad o regalo de cumpleaños, según me di cuenta muchos años después.
De pequeña, nunca me hizo falta tener un padre, pero al crecer, comencé a entender que a veces hacía falta tener dos padres que aportaran económicamente para suplir las necesidades básicas de un hogar como la renta, aseguranza, comida, carro, etc.
Al parecer, soy parte de una gran cantidad de muchachos jóvenes que crecen sin la presencia paternal. En América Latina, 4 de cada 10 familias experimentan la ausencia un padre. Según estudios realizados por la “Fundación Honrar la Vida”, en el 2016, 70 % de los niños que crecen sin la presencia de un padre dejan sus estudios académicos. Como consecuencia de lo mencionado anteriormente, un 80% de estos jóvenes terminan encarcelados.
Ahora como una persona adulta, entiendo que, a mi padre a los 17 años seguramente se le hizo difícil entender las responsabilidades de tener un hijo. Probablemente, cuando yo nací, él deseaba vivir su vida libre de responsabilidades. Ahora a los 40 años, trabaja de lunes a sábado aproximadamente 12 horas al día para proveer para sus tres hijos.
Poco a poco la relación entre mi papá y yo va cambiando. Aún no hemos podido platicar sobre todo lo que ha pasado durante todos éstos años, pero sé que a su manera, él me quiere.
“Hola papá ¿Qué tal?”, tímidamente le pregunté.
“Bien hija. ¿Qué paso, todo bien?”, pregunto él.
“Si papá. No más que necesito $800 para arreglar mi carro. Se lo agradecería mucho si me ayudara con eso.”, le respondí.
“Está bien, hija. Yo te ayudo, no te preocupes.”, me aseguró.
Vivian Rayos: Gracias, Irene, por contarnos tu experiencia con la ausencia de tu papá. Nos hemos dado cuenta que uno de cada cuatro niños crece sin tener un padre y específicamente en América Latina ese número crece, con setenta por ciento de niños que crecen sin un padre. Irene nos da más información sobre recursos que pueden ayudar.
Irene Cruz: Artículos útiles para jóvenes como yo que se han criado sin padre son:
¿Qué hacer cuando he tenido un padre ausente?
Enfrentando la ausencia de los padres: recursos psicosociales y construcción de bienestar.
Puedes encontrar los enlaces a estos artículos en la página de El Nuevo Sol.
Vivian Rayos: Los invitamos a que escuchen el resto de la serie “Voces”, donde presentaremos historias personales de estudiantes universitarios y hablaremos de su importancia social. Escúchanos en tus plataformas favoritas como Soundcloud, Spotify y Apple Podcasts, y busca el pódcast El Nuevo Sol
Irene Cruz: Esta fue una producción de «El Nuevo Sol», el sitio multimedia del programa de periodismo en español de la Universidad del Estado de California en Northridge.
Vivian Rayos: Producción y edición: Vivian Rayos e Irene Cruz.
Irene Cruz: Voces de Vivian Rayos e Irene Cruz.
Vivian Rayos: Gracias por escuchar Radio Nepantla, la voz que traspasa fronteras, hasta la próxima.
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