Recuerdo claramente estar en el estacionamiento de la escuela y llorando en mi auto a solas. Era el único lugar donde podía llorar cómodamente.
Por KÍMBERLY GARCÍA
EL NUEVO SOL
La palabra “cáncer” es muy poderosa. Al escucharla, manda escalofríos sobre todo el cuerpo. Es una de esas cosas que escuchas, pero nunca piensas que realmente te va a pasar hasta que está pasando. Como hija, siempre deseo que mis padres vivan para siempre, pero desafortunadamente, la muerte es una realidad de la que nadie puede escaparse.
En la primavera de 2019, mi madre fue detectada con un tumor benigno. En ese momento, no sabíamos que era benigno, lo único que sabía era que era un tumor y peligroso si no se cuidaba. Mis padres no tienen seguro médico, y del día a la noche la primera visita al médico comenzó a ser múltiples visitas y las preocupaciones financieras comenzaron a acumularse en la situación.
Como mi madre no tenía seguro, tuvo que optar por una clínica económica. Los viajes a la clínica los hacía mi papá con mi mamá mientras yo hacía los deberes del hogar. O a veces yo la llevaba a la clínica y mi papá se quedaba en casa. No me gustaba llevar a mi mamá al doctor porque eso me alteraba los ataques de ansiedad al sentarme en la sala de espera sin poder hacer nada para ayudarla. Fueron tiempos difíciles, pero tuve que mantenerme fuerte para mis hermanos y distraerlos lo mejor posible.
Como estudiante universitaria, a veces tuve que faltar a clase para recoger a mis hermanos de la escuela mientras mi madre estaba en casa recuperándose de cirugías. Recuerdo claramente estar en el estacionamiento de la escuela y llorando en mi auto a solas. Era el único lugar donde podía llorar cómodamente.
Mantuve mis sentimientos embotellados, al hacer eso provoqué mis ataques de ansiedad. Aunque estoy rodeada por un grupo de amigos y familiares, no quería abrirme al contarles por miedo a que hablar sobre lo que sucedía solo haría que la situación fuera mucho más real, no quería asumir la realidad que mi mamá estaba gravemente enferma.
Durante mucho tiempo, desempeñé el papel de mamá y enfermera mientras mi mamá sanaba. Eventualmente ella mejoró, pero su recuperación trajo más problemas de salud como la presión arterial alta. De una situación desafortunada, aprendí que debemos que apreciar a nuestros padres mientras están y que nunca estoy sola y que es mejor hablar con alguien en lugar de dejar que mi ansiedad se apodere de mí.
Si enfrentas una situación similar, usa la siguiente guía del Instituto Nacional de Cáncer:
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