Recuerdo ver a mis padres llorar porque no entendían dónde fue que cometieron el error. Ellos siempre se esforzaron porque todos tuviéramos el mejor ejemplo.
Por ARACELLY SOLIS
EL NUEVO SOL
“Por favor, ya no tomes. Deja las drogas. ¡Nosotros te queremos!”, gritaba mi papá mientras mi hermano aporreaba la puerta y se iba insultando. Mi mamá y yo llorábamos en una esquina, atemorizadas de que nos pudiera hacer daño. Nosotros sabíamos que en sus cinco sentidos nunca nos haría daño, pero bajo la influencia del alcohol y las drogas, mi hermano era irreconocible. Se transformaba en un monstruo. Una persona totalmente diferente a lo que es en realidad; alguien cariñoso, respetuoso, y educado. Mi hermano se transformó en un hombre triste, con un corazón frío, aislado de todos, imposible de entender, y con una mirada siempre fija, frente arrugada mientras aprieta los dientes.
Mi hermano siempre a sido humilde, un joven que no acostumbraba meterse en problemas. En nuestro hogar nunca hubo problemas de drogas, alcoholismo o violencia. Mis padres le ofrecieron pagar por su colegiatura si decidía continuar pero no quiso. El tiempo pasaba y a los 26 años, él continuaba viviendo en casa y sin trabajar. Cada vez que le decíamos de un trabajo, nos contestaba: “No, ¡ahorita no estoy listo!” Aun viviendo bajo al mismo techo, día a día lo veíamos menos sin querer salir de su cuarto o hacer caso a mi padres. A diario escuchábamos botellas de cerveza golpearse en una bolsa. Cuando queríamos platicar con el, fríamente nos respondía: “Yo no necesito nada de ustedes”.
Siempre estaba molesto con todos sin tener alguna razón. Siempre lo mirábamos llegar con los ojos rojos y borracho. El olor a marihuana se sentía desde lejos. Mis padres le suplicaban que dejara los vicios. Siempre le ofrecían ayuda económica y su amor incondicional. Recuerdo ver a mis padres llorar porque no entendían dónde fue que cometieron el error. Ellos siempre se esforzaron porque todos tuviéramos el mejor ejemplo. Trabajan arduamente para que a los 27 años mi hermano no tuviera que pagar ninguna cuenta y continuara teniendo comida en la mesa. Ahí estuvo el problema. Mi hermano nunca tuvo responsabilidades, todo se le hizo fácil. Tenía demasiado tiempo en sus manos y cayó bajo malas influencias de los amigos.
De acuerdo a un estudio realizado en 2013 por el Instituto Nacional Sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo, más de 10 millones de hombres adultos en los Estados Unidos tuvieron problemas con el alcohol. En el mismo año, el ocho por ciento de hombres adultos recibieron tratamiento por problemas de alcohol.
En el 2002, del ocho por ciento de latinos en Estados Unidos que necesitaban tratamiento por problemas con el alcohol, un poco más del siete por ciento recibió ayuda.
Ese mismo estudio dice que más del nueve por ciento de los latinos dependerán del alcohol en algún tiempo de sus vidas.
Llegó el momento en que mi mamá y yo teníamos miedo de quedarnos en la casa con él a solas. Su simple mirada nos atemorizaba. Hablamos con varios consejeros familiares y todos tenían la misma respuesta: “Sáquenlo de la casa. Ya no es un niño, y ¡no es justo que los esté intimidando en su propio hogar!” Es triste pensar que él no es así, que la influencia de malas amistades lo cambiaba por completo. Era imposible tener reuniones en casa estando mi hermano ahí.
Su novia, con la cual estaba teniendo muchos problemas, nos dijo que mi hermano sería papá. ¡Nos llenamos de una felicidad inmensa! Pero sabíamos que él no estaba en un buen momento emocional, mental o físico, para criar a una bebé. Él llegaba drogado y borracho todas las noches. Dejaba la estufa prendida, tiraba la comida en el piso y ensuciaba la cocina lo más que podía. Mi mamá y yo nos íbamos a la calle cuando mi papá se iba a trabajar con tal de no quedarnos solas con él. A veces, no teníamos a dónde ir, así que nos quedábamos en el carro mientras mi papá salía de trabajar. Yo me llevaba mi tarea, un cambio de ropa y computadora porque no sabía cuanto tiempo iba tardar hasta poder regresar a casa. Cuando llegábamos por las noches, encontrábamos todo oscuro, nos daba miedo entrar. No sabíamos si mi hermano estaba en su cuarto. Lo único que sabíamos es que estaba tomado y posiblemente drogado.
Él se levantaba a las seis de la mañana a comprar dos cervezas de cuarenta onzas cada una. Una mañana lluviosa, llegó a casa tirando y golpeando todo. Al ver lo violento que estaba, la policía le prohibió acercarse a la casa por un tiempo. Luego, nació su hermosa hija. Mi sobrina ha hecho que poco a poco mi hermano vaya reaccionando y aunque no ha podido dejar el alcohol por completo, ya no pierde la mente como antes. Mi sobrina llegó para recordarle a mi hermano y a todos nosotros que hay esperanza y que por más difícil que sea el camino, cuando uno quiere, se puede. Ahora tiene a una hermosa bebé por la cual luchar.
Hasta hoy en día se me hace un poco difícil verlo a los ojos sin recordar los momentos tristes y aterrorizados que me hizo pasar. Sin embargo, yo sé que ese no era mi hermano. Ese era un hombre transformado por el alcoholismo que daba miedo. Uno que mentía con su fachada, porque sabíamos que mi hermano en realidad es cariñoso, noble y amoroso. Espero nunca tener que volver a ver una transformación así otra vez.
Recursos para personas con problemas de alcoholismo:
Apoyo y Tratamiento- El Instituto Nacional sobre el abuso del Alcohol y el Alcoholismo
http://www.niaaa.nih.gov/alcohol-health/support-treatment
California Commission on Alcohol and Drug Abuse, Inc. – Programas para la comunidad latina
http://alcoholism.about.com/od/tx_ca/qt/unidoshome.htm
Sources:
(http://pubs.niaaa.nih.gov/publications/AlcoholFacts&Stats/AlcoholFacts&Stats.htm)
(http://pubs.niaaa.nih.gov/publications/HispanicFact/hispanicFact.pdf)
(http://pubs.niaaa.nih.gov/publications/HispanicFact/hispanicFact.pdf)
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