Radio Nepantla: no me cortarán las alas de acceso a la educación

Este episodio de la serie Dreamers: Redefinir el Sueño Americano cuenta la historia de un estudiante mexicano que llegó a Estados Unidos a una edad muy joven y que ahora se encuentra en la universidad, apoyado por la ley de la asamblea 540 y el California Dream Act.

Por SANDRA BANUELOS, JANETTE CONTRERAS y DALIA ESPINOSA
RADIO NEPANTLA

Sandra Banuelos: Bienvenidos a Dreamers: Redefinir el Sueño Americano, un podcast de El Nuevo Sol, el sitio multimedia del programa de periodismo en español de la Universidad del Estado de California en Northridge. Yo Soy Sandra Banuelos.

Janette Contreras: Yo soy Janette Contreras. Este podcast es parte de una colaboración de El Nuevo Sol, el Centro de Recursos DREAM del Centro Laboral de UCLA y el show de Omar y Argelia.

Dalia Espinosa: Yo soy Dalia Espinosa. Hoy hablaremos sobre un estudiante mexicano que llegó a Estados Unidos a una edad muy joven. Desde entonces, él ha sido un estudiante excepcional y ahora se encuentra en la universidad, apoyado por la ley de la asamblea de 540 y el California Dream Act. Sandra, Janette y yo les contaremos la historia.

Dalia Espinosa: AB 540 es una ley que permite a ciertos alumnos pagar colegiaturas de residentes del estado. Por el contrario, estudiantes indocumentados tendrían que pagar más dinero por no ser residentes legales. El California Dream Act ofrece ayuda financiera, también, para esos estudiantes.

Desde pequeño, Christopher Farías, ha tenido la ambición de ser el primero en su familia que aprendiera todo lo que se le enseñaba en la escuela. Llegó a los Estados Unidos a la edad de 5 años, acompañado con su mamá y hermano menor. Ahora está estudiando periodismo en la Universidad del Estado de California en Northridge. Pero no todo ha sido fácil para Christopher. Él tuvo que pelear contra la voz de la sociedad que pensaba que los indocumentados no podían llegar lejos.

Sandra Banuelos: Era un día muy rápido para Christopher y su familia el día que empezaron su viaje a los Estados Unidos. En México, Christopher iba a la primaria. El salió de la escuela como cualquier otro día normal, pero cuando llegó a casa, se fijó que había maletas empacadas.

Christopher Farías: Yo cuando llegué a los Estados Unidos tenía cinco años, iba cumplir seis a los dos meses. Yo, en México iba en el kínder y me acuerdo era un día normal como cualquier otro día. Lo único diferente era que en ese día mi mamá me recogió de la escuela y me dijo: hoy nos vamos a ir. Y yo no entendía muy bien qué significaba que nos íbamos a ir a otro lugar, a otra ciudad, otra casa o qué. Pero cuando vi que llegamos a mi casa, todo estaba empacado, fue cuando empecé a preguntarme muchas cosas. ¿Qué pasó? ¿Nos corrieron? Era un niño chiquito, no sabía qué estaba pasando en realidad, pero yo pensaba lo peor. Yo ya tenía dos años que no miraba a mi papá porque él se vino a los Estados Unidos cuando yo tenía tres años. Entonces, yo lo que pensé fue: algo le pasó a mi papá.

Janette Contreras: Antes de empezar un camino largo, Christopher y su familia fueron a casa de su abuelita para despedirse de los demás de los parientes. Después tomaron un autobús que los llevaría a Sonora, en donde se quedaron un día antes de empezar lo que le llaman “el día de cruzar”.

Christopher Farías: Mis primos me abrazaban, mis abuelitas, mis abuelitos como si nunca me fueran volver a ver. Cuando me subí al autobús, mi abuelita me abrazó muy, muy fuerte y me dio una calcomanía de un… de un santo. Hoy en día mis dos abuelitas ya no viven, y uno de mis abuelitos, entonces yo creo que eso es más difícil de saber, de que, en realidad esos sí fueron los últimos momentos que los vi. De ahí nos llevaron a la casa del coyote, y en la casa del coyote había un autobús y había muchas familias. Éramos como treinta personas. Me acuerdo que todos llorábamos. Yo lloraba porque veía a mi mamá llorar.  Pero yo en realidad era un niño no sabía en lo que nos estábamos metiendo.

Dalia Espinosa: Christopher despertó a lado de su mamá y su hermano la mañana que irían a cruzar la frontera de Arizona. Al alistar sus pertenencias, se dieron cuenta que tendrían que dejar muchas de sus posesiones atrás.

Christopher Farías: Me acuerdo de que yo tenía la calcomanía que mi abuelita me dio, tenía dibujos que mis primos me dieron y todo eso tuvimos que dejar atrás porque ya eran muchas cosas. Lo único que sí me acuerdo era que metí la calcomanía en mi bolsillo de mi pantalón y me la llevé conmigo.

Sandra Banuelos: Christopher recuerda haber mirado patrullas fronterizas. Él, como los demás, se escondieron atrás de árboles y arbustos. Fueron ordenados por los demás que no hablaran, no se movieran. Así permanecieron hasta que oyeron a las autoridades retirarse. Aunque pudieron esconderse de las autoridades, la incomodidad que viene con el cruzamiento siguió.

Christopher Farías: Me acuerdo que era un día muy caluroso. Había como treinta personas, pero vieron que había más hombres que mujeres. Entonces, a los hombres los separaron por otro camino y a las mujeres con los niños los separaron para otro camino. Según un camino más fácil. Mi hermanito chiquito se enfadaba, lloraba, todos teníamos mucha sed. Yo veía que mi mamá no se veía contenta. Yo pensé que al saber que íbamos a ver a mi papá era algo… una emoción. Pero ella se veía preocupada y yo, siendo el hermano más grande en ese entonces, yo tenía qué no enseñar que estaba asustado. Antes que mi papá se vino a los Estados Unidos me dijo que yo iba ser el encargado de la casa. Entonces, si yo veía a mi mamá triste, yo tenía que responder y hacerla sentir mejor.

Janette Contreras: Igual como era en Sonora, Christopher se fijó que mucha gente tenía que seguir dejando sus posesiones atrás. Él recuerda mirar ropa, juguetes de niño y biberones de bebé.

Christopher Farías: Era algo muy triste porque veías todas las memorias olvidadas de toda la gente que cruzaba de los Estados Unidos.

Dalia Espinosa: Ya que el grupo de migrantes fueron acercándose más a la frontera, el coyote dio instrucciones que pasaría una camioneta y ellos tendrían que correr atrás de ella hasta que puedan brincar y subirse.

Christopher Farías: En cuanto llegó la camioneta y nos fuimos corriendo. Me acuerdo que mi mamá me decía: “¡córrele! ¡córrele!” Yo fui corriendo, yo como era unos de los más chiquitos, yo llegué más rápido y me aventé en la camioneta y me acuerdo que todos empezaron a aventarse adentro. Una señora estaba encima de mí, yo no podía respirar, estaba muy asustado y en cuanto todos llegamos a la camioneta, nos taparon con una lona azul. Un azul muy brillante.

Sandra Banuelos: Después de aproximadamente una hora de camino, un oficial detuvo a la camioneta. Como el oficial hablaba en inglés, Christopher no entendía lo que decía. Ahora él se imagina que el oficial le preguntaba al conductor sobre lo que traía en la camioneta.

Christopher Farías: Mi mamá me ha contado que cuando nos pararon, ella sintió que el policía le tocó la pierna. Entonces, el policía sí sabía que estaban cruzando a gente de México a Estados Unidos pero ese policía nos dejó ir. No nos paró la policía, digo no nos descubrió. No quitó la lona, envés, me acuerdo que tocó la troca y le dio un manotazo y seguimos en el camino.

Janette Contreras: Cuando Christopher y su familia llegaron a Phoenix, Arizona, se quedaron en una casa con otros migrantes. Allí, la mamá de Christopher le llamó a su esposo para avisarle que ya habían llegado. La noticia le llegó como sorpresa al papá de Christopher porque él no sabía que ellos irían a venir a los Estados Unidos.

Dalia Espinosa: El papá de Christopher vivía en Anaheim, California. Él no tenía carro en ese tiempo. Entonces, se tardó dos días en recogerlos de Arizona.

Christopher Farías: En esos dos días, me acuerdo que entró la migra en la casa. Empezaron a arrestar a la gente que estaba en esa casa. Me acuerdo que nosotros nos escondimos en un baño, donde la gente se ducha. Y entró el migra al baño, pero nunca abrió la cortina. Nunca la movió, nos salvamos esa vez y cuando salimos del baño, de unas veinte a treinta personas que estábamos en esa casa nomás quedamos como unos diez.

Dalia Espinosa: Como Christopher tenía pocas memorias de su papá, era difícil acordarse muy bien de él.

Christopher Farías: Yo amaba a esa persona, pero como tenía dos años de no verlo, no sabía quién era. Sabía que era mi papá porque mi mamá me decía que era mi papá. Ya no me acordaba de él. Era muy raro, mi hermanito chiquito también no se acordaba de él. No se dejaba abrazar de él. Nomás estaba llorando y llorando, y mi mamá nos decía: “No, él es tu papá”. Y mi hermanito decía: “no, no, no”. Cuando llegamos a Anaheim después de muchas horas de manejo, mi papá, nos paramos en una gasolinera y él no tenía celular y entonces habló por teléfono en un teléfono de paga, y me acuerdo que mi papá le metió monedas al teléfono y las primeras palabras que yo aprendí fue “la quarter” y “el nickel”, porque mi papá dijo que eso le estaba metiendo al teléfono. Los próximos treinta minutos después de eso, yo solo repetía eso. “Quarter, nickel, quarter, nickel”. Le decía a mi mamá: “¡Ya sé inglés, ma! ¡Ya sé inglés!”

Sandra Banuelos: Al llegar a Anaheim, Christopher se sintió desilusionado al mirar el garaje donde irían a vivir por unos dos o tres meses.

Christopher Farías: Cuando llegamos a Estados Unidos era a la casa en Anaheim era una desilusión muy grande porque en México yo crecí con historias de que en los Estados Unidos encuentras dinero en el piso, de que toda la gente tiene buen trabajo, tienen casas muy grandes, que todo son güeros. Pero cuando llegué a los Estados Unidos, mi papá vivía en un garaje. Llegamos y yo pensé que esa era la casa de mi papá, pero cuando vimos que no entramos por el portón de enfrente entramos por atrás y nos metió donde usualmente se estacionan los carros, era una desilusión. Mi papá vivía con otros señores adentro en ese garaje. Me acuerdo ver a mi mama muy triste también de ver la situación, de ver que en la realidad no es como la gente la pinta en México. Había ratones en ese garaje y me acuerdo cuando yo iba a la escuela y regresaba de la escuela, mi mamá y mi papá peleaban mucho porque mi mamá no estaba contenta de la situación de que mi papá vivía. Mi papá era un alcohólico, él tenía 24, 25 años en ese entonces. Mi mamá, 23. Yo me quería regresar a México, yo no quería estar aquí.

Janette Contreras: Al entrar a la primaria en los Estados Unidos, Christopher recordaba todo muy diferente de sus memorias en México. En su primer día de escuela, él captó que todos hablaban en inglés.

Christopher Farías: La primera tarea que hice en la escuela fue de colorear un dinosaurio. Este dinosaurio tenía números en su nariz, en sus ojos, y cada número significaba un color. Yo no sabía que era todo eso, entonces yo estaba coloreando el dinosaurio como yo pensaba que se coloreaba. Me acuerdo que mi maestra me hablaba, me imagino ahorita que me decía que lo estaba haciendo mal, pero yo no le entendía. Yo lloraba, le decía: “Por favor, hábleme en español, yo no sé hablar inglés”, pero ella no sabía hablar español.

Dalia Espinosa: Afortunadamente, muchos de los niños que vivían en Anaheim eran de familias mexicanas. Como ellos eran bilingües, le ayudaron a Christopher a traducir y entender la materia con más facilidad.

Christopher Farías: En esos dos meses de kínder, yo aprendí mis colores, mi abecedario, mis números en inglés, yo ya podía conversar poquito en inglés porque yo soy un estudiante muy inteligente. Yo me puse de meta que iba a prender inglés. Si dejé a toda mi familia, dejé mi tierra nativa y mis amigos atrás, tenía que valer la pena. Entonces yo dije: mi papá no tiene buen trabajo, mi mamá no tiene buen trabajo. Entonces, yo voy a ser el primero a tener buen trabajo. Yo voy a tener que aprender inglés para enseñarle a mi hermanito chiquito. Yo voy a tener que ir a estudiar a la universidad para tener buen trabajo porque yo nunca quiero vivir otra vez en ese garaje. Entonces, desde esa vez que entré a la escuela hasta ahorita, yo nunca me he dado por vencido.

Sandra Banuelos: Christopher fue inscrito al programa English Lenguage Development (ELD) que le ayudó aprender inglés a un ritmo más natural para él. A los ocho o nueve años, Christopher pudo salir del programa.

Christopher Farías: Al contrario, otros niños que nacieron aquí todavía estaban en ese programa.

Janette Contreras: Ya que Christopher entró a la preparatoria, él tenía planes de seguir su educación en una universidad. Christopher condujo un proyecto sobre las universidades para una asignación de escuela.

Christopher Farías: Estábamos en la clase y empezamos a platicar de un proyecto de hacer una investigación sobre las universidades, me acuerdo de yo en aquel entonces quería ser director de películas y yo hice mis propias investigaciones y la escuela adecuada para mí en ese entonces era la universidad de Arizona.

Dalia Espinosa: El maestro habló con la clase sobre los proyectos, pero cuando llegó a Christopher, le dio a entender que sus planes de ir a la universidad no eran realistas.

Christopher Farías: Y cuando nos preguntó a cada uno: “¿A qué universidad van a ingresar?”, yo le dije cual. Él me dijo que a esa universidad yo no podía ir porque yo nací en México y que los inmigrantes no van a la universidad, no llegan lejos. Me acuerdo que le creí, porque él era un maestro estudiado, blanco, con privilegios, yo creí que él era más inteligente que yo, y que él tenía la razón.

Dalia Espinosa: A tiempos más cercas de graduación, amistades le preguntaban a Christopher dónde iría después de la preparatoria. Él les contestaba que no iba ir a la universidad. Sus planes eran graduarse y trabajar en construcción, como su papá.

Christopher Farías: Después de diez años en Estados Unidos, yo me di cuenta de que nada es fácil para los latinos, especialmente para los inmigrantes. Entonces, yo poquito a poquito me vine haciendo a la idea que no iba a llegar lejos. Y yo le creí a la sociedad de que yo no podía llegar lejos. Me acostumbré, me conformé.

Sandra Banuelos: Un día, llegaron unos estudiantes a la escuela de Christopher y lo invitaron a un programa que se obtiene después de la escuela. Como a Christopher le gustaba involucrarse en programas extracurriculares, él aceptó. Allí ofrecían tutoría para la tarea y también ayuda para inscribirse al colegio o universidad. Aunque Christopher ya no planeaba ir a la universidad, de todos modos, fue a una junta del programa para escuchar un poco más sobre la información universitaria.

Christopher Farías: Uno de los tutores me vio que yo no alzaba mi mano para nada, y después de la conversación que tuvo el tutor con los estudiantes me dijo a mí que por qué yo no alcé mi mano, qué pasó. Y le dije: “es que yo nací en México. Yo no puedo ir a la universidad”. Y fue mi tutora la que me dijo que no, que estaba equivocado, que sí había leyes.

Janette Contreras: Ya que Christopher estaba escuchando nueva información que nunca había escuchado antes, le regresaron las esperanzas de seguir estudiando en una universidad. Se sentó a lado de la ayudante y al buscar información en la computadora, Christopher fue mirando que con ayuda de AB 540 y el California Dream Act, sí podía ir a la universidad.

Christopher Farías: Había algo que se llamaba el Dream Act, que había algo que se llamaba el DACA, y que había oportunidades para mí, que mis sueños sí podían lograrse. Y yo no le creí en realidad porque yo dije, “no. Es muy bueno para que sea verdad.” Pero yo, adentro de mí, yo tenía esa emoción de que, ¿” será verdad”? ¿Será verdad que sí voy a poder ir a la universidad? ¿Será verdad de que ese sueño que me dije hace 10, 12 años… es verdad que voy a tener mejor trabajo que mis papas?

Dalia Espinosa: Sin la ayuda de AB 540 o California Dream Act, Christopher tendría que pagar más de $8 mil al año sin ayuda financiera para atender la universidad. Él, como muchos estudiantes, no tienen los recursos suficientes para pagar todo ese dinero fuera de bolsillo. Es por eso que, sin la ayuda de estos programas, él tendría que sacrificar su educación académica.

Christopher Farías: En mi casa, el problema número uno siempre ha sido el dinero. Y aunque antes de que ella me contara sobre el Dream Act, yo en mi mente pensé luego, luego: “Okay, a la mejor sí puedo ir a la universidad, pero mis papás no pueden pagar”, y al ella decirme que existía esto del Dream Act y que yo podía aplicar para que me cubrieran por mis clases, yo estaba muy emocionado. Y luego me dijo: “Pero hay más, también está el DACA”. Y le dije: “Okay, ¿qué es el DACA?”Y ella me explicó que era la habilidad de poder tener un trabajo legalmente, la habilidad de poder obtener una licencia de manejo. Y para mí, ese día me acuerdo que era uno de los días más mejores de mi vida. Porque por fin después de tantos años de escuchar un “no”, escuché un “sí”. Y es algo que yo nunca en realidad había experimentado. No sabía si la gente llora cuando les dicen que sí… o sí la gente grita cuando les dicen que sí. Yo no sabía. Me acuerdo que estaba nomás en shock. Estaba sentado. Todas esas ideas de que yo me hacía en mi mente cuando era niño de que iba ser el mejor director de películas y que iba a ganar [premios] Oscars y todo eso. En ese entonces me dije: “Eso puede ser verdad. Ese puedo ser yo”. Cuando me dijo ella toda la información, yo dije “okay, deja me pongo las pilas y deja empiezo aplicar a todo”. Me acuerdo que apliqué para el Dream Act, apliqué para el DACA, apliqué para universidades por primera vez, apliqué para becas por primera vez y yo era el estudiante más feliz.

Sandra Banuelos: Ya que Christopher llegó a su casa, les dio la noticia a sus padres que asistirá a la universidad.

Christopher Farías: Me acuerdo que llegué a mi casa y le dije a mi mamá y mi papá que iba ir a la universidad. Y mi mamá empezó a llorar porque ella siempre pensó que no iba poder. Ella tuvo que dejar a su familia, a sus hermanos, a su mamá, a sus amigas y ella estaba triste de todos modos estando en los Estados Unidos porque tuvo que dejar todo. Y al saber que sus hijos no iban a poder avanzar en nada tampoco… ella era una persona muy triste. Y yo al dar esa noticia de que iba poder ir a la universidad, ella empezó a llorar y yo empecé a llorar porque sí íbamos a poder los dos lograr muchos sueños juntos. Y hasta entonces, siempre mi mamá y mi papá son unos de los mejores motivadores y todo esto lo hago por ellos.

Janette Contreras: En muchas ocasiones, Christopher se sentía diferente a sus compañeros.

Christopher Farías: Toda mi vida en realidad empezó a cambiar. Yo ya podía ser parte de todos los estudiantes normales. Podíamos platicar sobre las universidades, podíamos platicar sobre cuál nos estaban aceptando, cuáles no. Podíamos platicar de ir a paseos para conocer a las universidades juntos. Y yo pensé que yo no iba poder hacer eso con ellos. Empecé yo a poder aplicar para trabajar en trabajos reales. Mis últimos años, muchos de mis amigos ya estaban hartos de la preparatoria. Ya querían graduarse, ya querían moverse lejos, y yo no. Yo estaba muy emocionado. Yo hacía todas mis tareas, iba a todas las convenciones que había para aprender todo porque mi mamá y papá no tienen la educación suficiente para entender muchas de las cosas. Entonces, yo todo lo que hice en ese entonces no era nomás para mí, pero era también para mis padres porque yo quería que ellos fueran parte de esta aventura nueva para mí.

Janette Contreras: Realísticamente, Christopher quería atender a la universidad estatal de California en Northridge porque es cercana a donde vive y le ahorraría dinero.

Dalia Espinosa: Christopher oía estudiantes hablar sobre las universidades que los habían aceptado. Él todavía no tenía la respuesta de las universidades en las que él se enlistó, entonces empezó a perder las esperanzas.

Christopher Farías: Cuando todos empezaron a recibir sus cartas de aceptación, yo no estaba recibiendo nada de Northridge. Y me empecé a preocupar porque, aunque otras escuelas sí me aceptaron, yo quería venir a la universidad de Northridge porque sabía que era una de las escuelas mejores para mi carrera. Y un día, después de muchos meses, fui a visitar a mi tutora. Y me dijo: “¿qué pasó?” ¿Sí te aceptaron o no te aceptaron?” Y le dije: “No, no recibí nada. No creo”. Y dijo: “¡Qué raro! Hay que chequear en el internet”. Entonces, ella se subió a la página web de la universidad y vimos que en mi perfil sí decía que yo había sido aceptado a la universidad. Y me acuerdo que los dos empezamos a llorar también porque ella me dice que se acuerda de cuando primero me conoció y tenía sueños que yo pensaba que no eran verdaderos. Y ese momento, saber que mi gran sueño se había cumplido… era un día muy feliz para mí, no lo podía creer. También me acuerdo que en ese entonces, yo tenía que irme en autobús a la casa. Entonces, estaba yo caminando para esperar el autobús y estaba bien feliz. Estaba gritando en la calle de que iba ir a la universidad y hasta me grabe en un video porque me acuerdo que este es un día que quiero tener un video para acordarme de todo. Escribí en mi celular un párrafo también de cómo me sentía, de que feliz me sentía, de que emocionado me sentía. Y no lo podía creer. Le hablé a mi mamá le dije que sí me aceptaron, que iba ir a la escuela y todos estábamos bien felices y entonces de ahí comenzó mi gran sueño.

Sandra Banuelos: Actualmente, Christopher está estudiando periodismo en la universidad estatal de California en Northridge. Espera graduarse en la primavera del 2018. Él entiende que el trabajo tiene que empezar poco a poco, ya sean con compañías pequeñas, pero su sueño es trabajar un día en Univisión.

Christopher Farías: Mis palabras que yo les quisiera decir a los estudiantes migrantes es de que no se den por vencidos. De que, en realidad, no estamos solos. De que ocupamos investigar todo lo posible, aprender, destacarnos todo lo que podamos porque nosotros somos iguales a todos los otros estudiantes. Nosotros somos capaces de aprender todo lo que cualquier estudiante puede aprender. Yo les quiero decir que se unan uno al otro. De que este es el mejor momento de estar unidos en vez de estar separados. Este es el momento de que tenemos que enseñarles a todos los “no” que sí podemos. Podemos ser un ejemplo para no los latinos nomás, pero también para todo el mundo porque somos muy importantes.

Janette Contreras: Muchas gracias por escuchar a “Dreamers: Redefinir el Sueño Americano” … Ahí contamos las historias de los jóvenes que están luchando para hacer realidad el sueño colectivo de los inmigrantes. Los invitamos a escuchar el resto de la serie.

Dalia Espinosa: Visítenos en nuestro canal de SoundCloud: ElNuevoSol o en nuestra página web: elnuevosol.net

Sandra Banuelos: Si quiere saber más de los dreamers, viste la página web del Centro Laboral de UCLA: labor.ucla.edu

Janette Contreras: Esta fue una producción de El Nuevo Sol, el proyecto multimedia en español de la Universidad del Estado de California en Northridge. Producción y edición: Dalia Espinosa, Janette Contreras, y Sandra Banuelos. Composición y producción musical de Alex Bendaña.

Dalia Espinosa: Soy Dalia Espinosa

Sandra Banuelos: Y Sandra Banuelos. Gracias por escucharnos.

Janette Contreras: Y yo Janette Contreras. Hasta la próxima.

 


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Christopher Farías.

 


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Dalia Espinosa
Mi nombre es Dalia Espinosa, tengo 22 años y nací en Harbor City, CA. Me interesa escribir y leer sobre justicia social, política y derechos humanos. Mis intereses también exploran los tópicos de género, sexualidad, nacionalidad, cultura, migración y niveles socioeconómicos. En mi tiempo libre, me gusta visitar nuevos lugares, probar nuevas comidas, y convivir con toda gente. Lee mis artículos en El Nuevo Sol.




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