Lo último que le dije a mi mamá que estaba a mi lado antes de que empezara a tomar efecto la anestesia fue: “el hombro no está al 100 por ciento hasta que pueda clavar la pelota en la cesta”.
Por DANIEL RAMÍREZ
EL NUEVO SOL
Al terminar la preparatoria, yo continuaba jugando básquet en todo momento que podía aprovechar, ya sea entre clases, en otras universidades visitando amigos, o entre haciendo tareas para liberar mi mente. Y todo iba bien hasta que comencé mi segundo año de universidad. Fue la primera vez que jugué después de haber vuelto a clases, y en menos de quince minutos me disloqué el hombro intentando de atrapar un rebote. El hombro es la articulación con el mayor rango de movimiento del cuerpo de uno. Pero también a consecuencia es la articulación que corre más riesgo de dislocaciones.
Fui a la sala de emergencias para que los doctores me lo volvieran a poner en su lugar y me dijeron que estaría bien en un mes. Al mes le volví a calar a jugar, y en menos de cinco minutos de empezar a jugar; se me volvió a dislocar. Ahora sí me empecé a preocupar. Ya había pasado por cuatro cirugías en mi vida y sabia el dolor mental, físico y psicológico cual se me venía en los próximos meses. La lesión fue entre septiembre y octubre, pero tuve que esperarme hasta enero para someterme a la cirugía para evitar que hubiera conflicto con mis estudios.
Cuando llego el día, 3 de enero del 2017, me acuerdo de que lo último que le dije a mi mamá que estaba a mi lado antes de que empezara a tomar efecto la anestesia fue: “el hombro no está al 100 por ciento hasta que pueda clavar la pelota en la cesta”. Después de la cirugía, tuve que usar un cabestrillo por casi dos meses, en cual me afectaba mucho en mi vida a diario y me quitaba de las cosas que uno pudiera hacer casualmente. Ya sea bañarme o torcerme en la cama eran algunas de las cosas que antes tomaba de a gratis que ahora me frustraban no poder hacerlo por mi cuenta. También duré yendo a terapia por seis meses para ir recuperando mis movimientos y reflejos y asegurar que el día que me recupere por completo llegara pronto. Pasaba el tiempo, terminé con la terapia y también con mi tercer año de universidad, y seguía ir a San Julián Jalisco, México a pasar las vacaciones.
Me acuerdo el día, agosto 3 del 2018, me fui desde las 6 de la mañana al parque solo y me puse a jugar mientras mi mente se relajaba y me soltaba de cualquiera preocupación que haya tenido en aquel entonces. Después de unas cuantas horas de practicar disparos, tiros libres, botes y posicionamientos, se llego la hora de ya mero irme. Me quedé viendo al aro fijamente y enfocándome en el reto que tenía en frente. Hace siete años, en mi primera práctica, apenas alcanzaba a rozar la red por cual fluye el balón al encestar una canasta; ahora intentaba brincar un pie más alto para replicar lo que hacen los basquetbolistas profesionales. Me acomodé en el lado izquierdo de la cancha, limpié la pelota para tener un mejor agarre y poder agarrarla sin tener que botarla. Corrí hacia la canasta, brinqué con el pie izquierdo mientras levantaba mi brazo derecho los más alto que podía. Y el resto, es historia.
La Biblioteca Nacional de Medicina de EEUU proporciona información y recursos acerca de cómo debe tratarse un hombro dislocado.
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