La historia de cómo una Dreamer no dejó que su estatus migratorio la impidiera ir a la universidad y lograr sus metas.
Por NATALIE JIMÉNEZ
EL NUEVO SOL
Desde que era niña y mucho antes de que supiera que iba ser periodista, Jacqueline García sabía que algún día iría a la universidad. No tenía ni la menor idea de cómo lo iba a lograr o de los requisitos, pero sabía que estaba dispuesta a hacer lo necesario para obtener una educación superior.
A pesar de sus buenas calificaciones y sus ganas de ir a la universidad, García se enfrentó con los obstáculos de ser una estudiante indocumentada. Como muchos niños inmigrantes, García fue traída a Estados Unidos desde Puebla, México. Ella recuerda cómo a los 12 años viajó por la autopista 5 por varias horas hasta finalmente llegar a los brazos de su mamá.
Cuando llegó a EE.UU, sabía que ella no era como los otros niños en su escuela, pero fue algo que llegó a tener más importancia al terminar la preparatoria. García recuerda lo desanimada que se sentía al saber que no podía solicitar para la universidad y para ayuda financiara a través de FAFSA (Free Application for Federal Student Aid) como todos sus compañeros.
“Yo no recuerdo que nadie me haya venido a decir ‘mira, tal vez tienes estas opciones’ aunque sea para un colegio comunitario”, cuenta. “Cuando me gradué no había plan”.
Por órdenes de su mamá y comodidad de localización, García atendió al colegio comunitario de Los Ángeles Trade Technical College, en donde estudio una carrera corta de dos años en cosmetología.
Aunque los colegios comunitarios son más baratos que las universidades de cuatro años, a García no se le hacía tan fácil poder pagar su matrícula con el ingreso de su mamá.
En octubre del 2001, la ley AB 540 pasó y permitió a estudiantes indocumentados que pagaran sus matrículas como si fueran residentes del estado si cumplían con ciertos requisitos, como haber estudiado tres años de preparatoria en California.
Al terminar su carrera en cosmetología y después de obtener pequeños trabajos, se preguntaba qué más iba ser con su título. Su incertidumbre se debía a que quería hacer más con su vida.
“Son unas de esas veces donde tú sabes que no te gusta hacer algo y que solo lo estás haciendo porque no tienes opciones”, dice.
Cuenta que por un milagro se encontró en el centro de transferencia a universidad en LATTC donde un consejero le dijo que ella podría ir a la universidad. A pesar de estar emocionada con la posibilidad, estaba consciente de sus límites. Sabía que la universidad era cara y se puso a pensar de cómo iba poder pagar su matrícula. Al reconocer su preocupación, el consejero le ofreció quince paginas repletas de becas para que ayudara a pagar su educación, que en su caso fue hasta el último centavo.
Al partir de este momento García empezó a sentirse animada y solicitó para todas las becas que podía. Ahora se ríe de lo mal hechas que estaban sus solicitudes.
“Eran unas oraciones horrorosas, pero [ahora me doy cuenta] que el significado de lo que quería decir era lo más importante”, dice.
Con la posibilidad de obtener becas, empezó a solicitar a universidades que ofrecían una carrera de comunicaciones porque en este entonces quiera ser escritora de libros. Fue aceptada a tres de las cuatro universidades en las que solicitó y decidió asistir a la Universidad del Estado de California en San Bernandino. Me cuenta que no sabía que tan lejos se encontraba la escuela de su casa ni como le iba hacer para ir, pero estaba dispuesta a todo.
Para este entonces había recibido su primera beca y todo indicaba que iba a estudiar en la Universidad del Estado de California en San Bernandino. Hasta la fecha no sabe cómo, pero el entonces director del Programa de Oportunidades Educativas (EOP, por sus siglas en inglés), José Luis Vargas, y un profesor de periodismo, José Luis Benavides, ambos de la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN), se enteraron de ella y le ofrecieron un lugar en la escuela.
“Me contactaron y me dijeron: ‘Vemos que quisieras ser periodista y aquí en CSUN tenemos el programa de periodismo’”, cuenta García. “Y yo dije: ‘¡Sí, yo lo quiero y no me importa nada de lo demás!’”
Con la ayuda de Vargas, García ingresó a CSUN. Recuerda que al llegar a la universidad sintió una alegría enorme.
“Creo que era porque no caminaba como extraña, era como que [si perteneciera ahí]”, cuenta. “Gracias a Dios, yo nunca me sentí discriminada [en CSUN o en general]’”.
Al estar en CSUN, reconoció que había más estudiantes como ella, pero no eran tan abiertos acerca de su estatus. García dice que a ella no le incomodaba decir que era estudiante indocumentada, estudiante AB 540, o una DREAMER, porque esa fue la razón por la que llegó a donde estaba.
“[En ese tiempo] yo había aprendido que muchas veces decir [que eras] AB 540 no te afectaba, pero te beneficiaba”, dice. “[También] que no [tengamos] miedo en decir quiénes [somos] porque tu identidad es lo que te va ayudar a salir adelante”.
En la primavera de 2007, García y otros estudiantes, documentados e indocumentados, se juntaron para crear primero HEARD y luego Dreams To Be Heard (D2BH), una organización creada por y para estudiantes indocumentados o DREAMers que este año cumple su décimo aniversario. Allí, los estudiantes se han podido organizar para conseguir información de becas, pasantías y oportunidades para empleos, para informarse acerca de oportunidades educativas y de financiación, para proporcionarse apoyo mutuo y para luchar por reformas educativas dentro y fuera de la escuela que les permitan alcanzar la igualdad de oportunidades.
Virginia Bulacio, una Dreamer graduada de CSUN y amiga de García, recuerda toda la ayuda que obtuvo de García y de D2BH.
“Me gusto mucho lo que hacían porque obviamente nos ayudaban a nosotros, los estudiantes indocumentados”, dice Bulacio. “Por parte, era como una comunidad de amigos porque éramos estudiantes en la misma situación”.
Bulacio repetidamente mostró lo agradecida que estaba con todo lo que hizo García por ella. Dice que García y su conexión con D2BH fue porque ella sabía de tantas becas, de las posibilidades que tienen los estudiantes indocumentados y le dio la habilidad de admitir su estatus sin miedo.
Al mismo tiempo que luchaba para obtener avances para los Dreamers en CSUN, García también siguió luchando para abrir otras puertas. En el otoño del 2008, García recibió su primera pasantía que le dio la oportunidad de trabajar en periódico en Washington D.C. Al ver que no tuvo problemas y pudo aprender mucho del periodismo, siguió buscando más oportunidades. Después, obtuvo otras pasantías en Connecticut, Puerto Rico, Nueva York, Chicago y muchos otros lugares; ¡Completamente gratis!
Cuando no estaba viajando por el país, dice que se la pasaba desde las siete de la mañana a las diez de la noche en CSUN tratando de mantenerse ocupada con solicitudes para becas, protestando para los derechos de los inmigrantes y produciendo contenidos en las plataformas periodísticas ofrecidas por la escuela.
García admite que pudo haberse graduado en tres años, pero decidió quedarse un año más porque no sabía qué iba a ser de su vida después de la universidad.
Al contrario de muchos otros estudiantes, García miraba la realidad de graduarse con una gran tristeza. Para ella, como para muchos estudiantes sin papeles, era como cerrar una puerta que le había dado tantas oportunidades y abrir otra que no le iba permitir hacer lo mismo. Volvió a tener los mismos pensamientos de qué iba a hacer después de graduarse y en dónde iba trabajar.
“No sé si era un tipo de miedo, pero yo sentía que el minuto que me desligara de la escuela, que se iban olvidar de mí o que ya no me iban ayudar”, cuenta.
Recuerda cómo sus compañeros de la universidad, muchos que no sabían de su situación, le decían que seguramente Univisión, La Opinión y Telemundo ya le estaban guardando su lugar en la compañía. Para evitar hablar del tema, García solamente murmuraba respuestas. García estaba consciente que trabajar para cualquier medio de comunicación significaba que iba tener que presentar un número de seguro social, algo que claramente no tenía.
Aunque la contactaron en tres lugares de empleo, García tuvo que rechazar cada oportunidad. No por gusto, pero por que no podía.
“Lo más triste es tener que decir que tienes trabajo cuando no lo tenías”, cuenta.
García se graduó en el 2010 y dice que por dos años se encontraba más y más lejos del periodismo. Dice que su mentalidad en este tiempo dependía de “la vida sigue” y “a ver qué hago”. Continúo su trabajo de mesera que obtuvo durante su tiempo en la universidad hasta el 2011 y después se fue a trabajar a una clínica como editora de videos. Dice que, para este entonces, no solo se encontraba lejos del periodismo, pero de todo lo que tenía que ver con inmigración.
Pero todo cambió el 15 de junio del 2012 cuando el expresidente Barack Obama anunció la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). Esta orden ejecutiva les permite a jóvenes que llegaron a Estados Unidos como menores de edad y que cumplen con ciertos requisitos específicos obtener autorización de empleo y seguridad contra deportación durante dos años con la posibilidad de renovación.
A pesar de estar en el trabajo, a las once en punto de la mañana García ingresó a internet y se enteró de todo lo que era DACA y cómo le iba cambiar su vida. Abrumada con las noticias, empezó a llorar de felicidad.
“Fue casi irreal”, dice. “Era todo lo que un Dreamer quería escuchar”.
Recuerda cómo le llamó a sus ex profesores y cómo todos le estaban llamando para ver si había escuchado las noticias y para decirle qué felices estaban por ella. En ese momento, García sintió que todo iba cambiar y que por fin iba tener la vida que quería.
Rápidamente, juntó sus documentos y se preparó para hacer su trámite lo más pronto posible. Se dio cuenta que si empezaba a solicitar para trabajos periodísticos desde ese minuto, iba poder obtener un trabajo cuando recibiera su DACA.
En poco tiempo, se encontró trabajando para el canal 62 Estrella TV y fue cuando otra vez se sintió en su ambiente. En este momento, no le importaba los temas que le daban para cubrir, para ella era como tener un pie adentro de la vida que tanto quería.
Después de trabajar un año ahí, decidió irse a trabajar a Eastern Group Publications (EGP), una empresa con varios periódicos bilingües en el este de Los Ángeles. Dice que este empleo le recordó mucho de su tiempo en la universidad porque aprendió muchas cosas y pudo mejorar su inglés. Durante su tiempo allí, a finales del 2016, se llegó a enterar de que había la posibilidad de que DREAMERS pudieran viajar fuera del país.
García se informó de un programa que requería tomar clases de verano en México para aprender más de la cultura mexicana y de su propia herencia. El viaje fue posible por un permiso especial de libertad condicional anticipada, conocido el inglés como advanced parole, en donde les permiten la salida y el re-ingreso a personas indocumentadas por razones educativas, humanitarias o de empleo.
Después de ver los requisitos y pensar bien las consecuencias, empezó a ver cómo hacer el viaje a México una realidad. Habló y recibió el apoyo de su mamá y su novio, dejó su trabajo en EGP e hizo su viaje a México.
Después de 17 años, García tuvo la oportunidad de visitar a Puebla, reconectar con amigas de su infancia, visitar a su abuela en su hogar y ver cómo había cambiado todo desde que se fue cuando tenía doce años.
“Todas esas cosas fueron muy bonitas” dice. “Ahí es donde valoras mucho ser una DREAMER y valoras mucho cada cosa que ganas”.
Su viaje le trajo otra oportunidad: un trabajo como reportera en La Opinión. Al estar en México, el que es su jefe ahora, la contactó para ver si podía escribir dos artículos de su viaje. Ella aceptó y al regresar, pronto se encontró con empleo en el periódico. Fue una experiencia que ni ella se lo cree.
La mayoría de sus reportajes se centran en temas inmigratorios y la comunidad inmigrante. Bulacio comentó que los reportajes de García son más que artículos de información, son cuentos de personas contados con el corazón, que son historias combinadas con profesionalismo y humanidad que informan y representan a la comunidad adecuadamente.
“Como una DREAMER periodista, como una persona que ha vivido del lado de la inmigración, del lado del periodismo, del profesionalismo, todo lo que yo hago no es solamente para mí, sino también para otras personas”, dice García. “Ya sea porque voy a ser un ejemplo para otra persona o porque voy a ayudar a otra persona”.
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El lector puede leer los artículos de Jacqueline García para El Nuevo Sol aquí.
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