Pero mi vida dio un giro de 360 grados en mi último año de preparatoria. Ese año quede embarazada y todos a mi alrededor pensaban que lo peor estaba por venir.
Por CAROLINA TORRES
EL NUEVO SOL
Mi vida cambió a los diecisiete años de edad cuando estaba a punto de graduarme de la preparatoria. Crecí con una madre soltera y dos hermanos mayores que yo. No tuve a un papá físicamente presente pero conté con el apoyo de un tío al cual llegue a ver como a un padre. Desde los seis años mi rutina comenzaba a las cinco de la mañana para poder alistarme e irme a la escuela. Siempre he sido una buena estudiante con grandes expectativas de la vida; la escuela siempre ha sido importante para mí especialmente el tener calificaciones altas. Para mi mamá y mis hermanos siempre fue muy importante que yo estudiara. Ellos me impulsaban a mantener mis calificaciones como también lograron que la escuela se convirtiera en una prioridad para mi. Pero esta prioridad cambio cuando a mi vida llego Sebastián. Para mi familia esto no era importante si no un obstáculo que interrumpiría mi educación y mi vida.
Mi mamá llego a Estados Unidos en el año 1985 cuando la guerra en El Salvador estaba ocurriendo. Mis hermanos habían nacido en El Salvador y se habían quedado allá hasta que mi mamá tuviera las posibilidades de migrarlos con ella. Dos años después de haber llegado aquí, tener trabajo y donde vivir logro traer a mis hermanos. Después conoció a mi papá quien también había llegado de El Salvador. Yo nací en 1993 en Los Ángeles cuando mi mamá tenía 35 años de edad y mis hermanos eran adolescentes. Mis hermanos tenían 16 y 15 años. Recuerdo que vivíamos en un apartamento de una recamara en el segundo nivel de un edificio con tres pisos. De mi papá no tengo muchos recuerdos ya que cuando yo tenía menos de dos años él fue deportado. Pero con el tiempo cuando veía que algunos de mis compañeros y compañeras tenían mamá y papá la ausencia de mi padre me afectaba más de lo que yo pensaba. Y a pesar que tuve la fortuna de tener a dos figuras paternas en casa que estaban al pendiente de mí nunca fue suficiente ya que cuando mis hermanos comenzaron a tener su propia familia yo tan solo era una niña de ocho años de edad
Al llegar a la preparatoria—en mi primer año—no tenía buenas amistades. Casi todos los días, esas amistades fumaban marihuana, hacían drogas y bebían alcohol. Yo tenía catorce años cuando ellos tenían dieciocho años de edad. A pesar que me juntaba con gente que no tenía metas en su vida nunca me llamo la atención de hacer las cosas que ellos hacían. Y ellos respetaron mi decisión de no participar en esas actividades cuando les decía que a mí no me gustaba eso. Cuando mi grupo de amigos se graduó, yo me quedé sola.
Siendo la más pequeña, y la última del grupo de amigos con quien me juntaba no tuve otra opción sino involucrarme en clubes y deportes de la preparatoria. Cuando comencé el décimo grado de preparatoria tuve la gran oportunidad de ser presidente de la clase 2011. Asimismo, en vez de involucrarme en cosas negativas me enfoque en los deportes. Fui parte del equipo de fútbol y voleibol. Durante este tiempo logre mantener las calificaciones más altas las cuales me permitieron recibí reconocimientos por tener un promedio mayor de tres punto cinco. Pero mi vida dio un giro de 360 grados en mi último año de preparatoria. Ese año quede embarazada y todos a mi alrededor pensaban que lo peor estaba por venir.
La mayoría de embarazos en adolescente no son planificados. Según Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades solo 38 por ciento de las niñas adolescentes que tienen a un bebe antes de los 18 años reciben su diploma de escuela secundaria. El mismo estudio dice que los embarazos en adolescentes de Estados Unidos han ido disminuyendo desde 1990. En 2013 la tasa de natalidad de adolescentes era 27 partos por cada 1000 adolescentes entre las edades 15 y 19. Entre las comunidades latinas según este reporte las adolescentes tienen 42 partos por cada 1000 adolescentes; siguen siendo el grupo más alto con embarazos no planeados de adolescentes.
En mi caso ni yo ni mi familia estábamos preparados para la noticia de que seria madre. La cual me alejo de mi familia por muchos meses. Exactamente un año antes de dar luz a mi hijo, el tío que yo tenía en El Salvador y que veía como mi papá había fallecido. Él era el único a quien yo lo llamaría papá. Fue muy dura su perdida yo lloraba constantemente, hasta el día hoy su partida ha dejado una herida abierta en mí. Yo sé que él habría sido la única persona que me habría apoyado moralmente y que no se hubiera alejado de mí durante mi embarazo.
Durante los meses de mi embarazo mi propia familia dejo de hablarme. Obligándome a vivir con la familia paterna de mi hijo. Para mí fue en la situación en la que me encontraba fue muy incómoda. Ya que no tenía otra opción y tuve que aguantar por el bienestar de mi hijo ya que mi propia mamá no me apoyaba. Ese año fue uno de los más difíciles de mi vida. Al no tener a mi tío, me sentía sola. Por suerte tuve a maestros y consejeros que me apoyaban y tenían fe en que iba salir adelante. Mi hijo Sebastián nació a finales de diciembre y con él todo cambió.
Siendo latina y creciendo en un ambiente con pocos recursos económicos la posibilidad de que siguiera adelante era muy limitada. Platique con una consejera quien me recomendó con una trabajadora social de una organización sin fines de lucro que ayuda a adolescentes a salir adelante.
Durante dos años la trabajadora social me visitaba dos veces al mes y me mandaba información sobre otros recursos económicos que existían así como también información de salud, de cómo criar a un bebe y continuar con mis estudios.
Hoy en día soy parte del comité de asociación de ex-alumnos y voy a eventos para compartir mi historia con otras madres jóvenes, algunos políticos y posibles benefactores. Muchas madres jóvenes como yo lo fui en algún momento necesitan el apoyo de sus familiares para que puedan seguir con sus estudios y dejen de ser parte de una estadística que nos marca en la sociedad.
Una de las piezas que hace falta entre las familias latinas en Estados Unidos es la conversación entre padres e hijos acerca de sexo. En mi caso ni mi mamá ni mis hermanos me hablaron de ese tema que sigue siendo tabú entre muchas familias latinas. No fue hasta el noveno grado que por primera vez escuche sobre eso. Estoy segura que si alguien se hubiera sentado conmigo a platicar sobre lo que pasa cuando uno llega a la adolescencia mi historia pudo haber sido diferente. Parte de la etapa de la adolescencia es aprender y tener curiosidad por cosas nuevas; mi inexperiencia y las ganas de aprender otras cosas me llevo a quedar embarazada. Pero a pesar de eso yo sabía que mis decisiones ya no solo afectaría mi persona si no también la de mi hijo así que tuve que ser fuerte y hacerme cargo de mis responsabilidades como una madre joven y estudiante.
El apoyo de la familia o algún familiar siempre va ser importante para una madre joven ya que su apoyo moral o económico puede evitar que una madre sufra episodios de depresión o estrés. Para mi suerte hoy puedo decir que ya no estoy sola. Después de dar a luz a mi bebe mi mamá se apareció en el hospital para conocer a su nieto Sebastián y mostrarme su apoyo. Desde ese momento sabía que todo cambiaria. Recuerdo ver las sonrisas de mis hermanos, tíos y primos cuando llegaron a conocer a Sebastián. Yo logre retomar mis estudios y me gradué de la preparatoria con honores cuando Sebastián tenía cinco meses. Posteriormente, cuando mi bebe tenía ocho meses de nacido logre entrar a la universidad. Desde entonces cuento con el apoyo de mi familia y en un año estaré graduándome con dos títulos universitarios. Y aunque soy madre soltera sé que le voy a ofrecer a mi hijo un mejor futuro.
Para más información sobre cómo encontrar recursos para madres solteras pueden visitar esta página:
http://elnidofamilycenters.org/programs/
http://www.nhfca.org/ProjectDescCurrent.aspx?PID=62
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