De cómo los estudiantes plantaron un huerto que sigue dando frutos: Dreams To Be Heard

Este año, el club estudiantil de CSUN, Dreams To Be Heard, cumple diez años. Esta es la historia de cómo se formó el club DREAM por un grupo de estudiantes y un profesor del departamento de estudios chicanos.

Por TOMÁS RODRÍGUEZ
EL NUEVO SOL

Hace una década, en una clase de estudios chicanos en la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN), dos muchachas contaron su breve historia como inmigrantes.

La maestra le preguntó a cada estudiante acerca de la primera generación de sus familias que llegaron a este país. Lizbeth Mateo y Claudia López fueron las únicas estudiantes que no tenían familia nacida en Estados Unidos.

Ellas dijeron que llegaron a los 13 y 14 años, pero no revelaron que eran indocumentadas. Después de que terminara la clase, Lizbeth se aceró a Claudia para hacerle una pregunta.

“¿Claudia, eres AB 540?”, dice López sobre la pregunta que le hizo Mateo. “Me dio un poco de miedo porque nadie me ha preguntado algo así tan directo. Ella me dijo que estaba planeando formar un grupo”.

Eso fue hace 11 años.

Esa plática resultó primero en la formación de una organización estudiantil dentro de la universidad que representaban la comunidad estudiantil indocumentada, DREAM (Dreamers: Reaching, Encouraging, Advocating, and Mobilizing). Meses, después, esa organización se uniría a un segundo grupo de estudiantes inmigrantes y aliados llamado HEARD (Higher Education And Realizing Dreams). Juntas, estas dos organizaciones formaron un club que ha ofrecido recursos de apoyo a los estudiantes que no tienen papeles desde 2007. El club se llama “Dreams To Be Heard” (Sueños para Escucharse) y representa a un estimado de al menos 1,400 estudiantes sin papeles de CSUN, uno de los números más grandes de estudiantes indocumentados en cualquier universidad de la nación, al igual que Cal State Los Ángeles, Long Beach y Fullerton.

A Claudia nunca le gustaba hablar de su situación. Así que cuando Lizbeth se acercó a ella, pensó que se notaba que era indocumentada. Pero era todo lo contrario.

Claudia López.

Lizbeth quería conectar con ella porque escuchó su historia en la clase. Las dos muchachas habían pasado por muchas dificultades en sus vidas para llegar a la universidad. Una investigación del Centro de Estudios Chicanos de UCLA indica que solo 4 de cada 100 latinas sin papeles que ingresan a la primaria terminan una licenciatura, y solo 1 de cada 100 termina un posgrado (lo que pudo hacer Lizbeth).

Claudia, Lizbeth y un grupo de estudiantes que se podían contar con los dedos de la mano formaron DREAM en el año escolar 2006–2007, justo después de las grandes manifestaciones pro-inmigrantes de abril y mayo de 2006 en Los Ángeles y otras partes del país.

“Yo nunca había sida abierta acerca de mi situación”, dice López. “Mi sentí alegre de que finalmente encontrara un lugar en donde sientes que perteneces. Tenía alguien más con quien compartir mi historia y ellos sabían las mismas dificultades que pasé”.

Martha Recio y Alma de Jesús Ramírez también se unieron a este grupo de muchachas. Y con la ayuda del Profesor de Estudios Chicano Jorge García, ellas tuvieron la oportunidad de reunirse muy temprano por las mañanas en un cuartito en el edificio Jerome Richfield.

García estaba dispuesto apoyar las muchachas, pero les avisó que no iba ser fácil para ellas.

“Eso puede causarte problemas”, recuerda García que les dijo. “Van a salir en público diciendo que ‘aquí estamos nosotros sin papeles’. En ese tiempo, no había mucho movimiento anunciando que ‘somos indocumentados y que aquí estamos y no nos vamos’”.

García decidió ayudarlas porque el grupo iba a conectar a otros estudiantes que tal vez se encontraban en la misma situación. García dice que cuando estudiaba en la Universidad del Estado en Fresno, se encontraba sin la compañía de otros con quienes compartía experiencias similares.

“Si me preguntabas cuál era mi reacción emocional de ser estudiante allí, la mayoría de tiempo fue la soledad”, dice. “En esos tiempos había como 12 mil estudiantes en total. Queríamos saber cuántos eran mexicanos o con descendencia mexicana”.

García y otros estudiantes chicanos buscaron en los registros públicos para encontrar a estudiantes latinos. De 12 mil estudiantes, solo encontraron 65 estudiantes con apellidos españoles, lo cual no necesariamente indicaba que fueran latinos, ya que muchos filipinos e indígenas también tienen nombres españoles, pero al menos indicaba qué tan bajo podía ser el número de estudiantes chicanos.

“Cuando un mexicano se encuentra a otro mexicano era casi causa de una fiesta”, dice García. “Sabemos por nuestras propias experiencias que ese sentido de aislamiento era algo pavoroso. Teníamos que formar lazos con estudiantes porque no éramos muchos”.

Con el apoyo del profesor, las muchachas querían hacer el grupo oficial dentro de la universidad. Pasaron por un proceso con el gobierno estudiantil y DREAM se formalizó.

“Él fue el pilar”, dice López sobre García. “Él nos dio mucho apoyo incondicional. Siempre estaba allí y siempre estaba dispuesto a ayudarnos en cualquier cosa. Siempre nos decía: Las cosas van a estar difíciles, pero ustedes pueden. Sigan adelante y sigan estudiando”.

Mateo formó parte de una manifestación en apoyo a los inmigrantes que anunciaron su estado indocumentado en el centro de Los Ángeles en 2010. Foto: Cortesía de Lizbeth Mateo.

Lizbeth Mateo recuerda con detalle tres eventos en los que se sintió muy alegre.

Mateo tuvo la responsabilidad de explicar por primera vez a la administración de la universidad de qué se trataba el grupo DREAM.

“Como DREAM, declaramos que éramos indocumentados y que íbamos a estar reclutando otros estudiantes”, dice Mateo. “Necesitábamos el apoyo de la facultad y de los profesores en CSUN”.

Aunque no recibieron el apoyo inicialmente, Mateo dice que unos de los primeros eventos en que participó DREAM fue con la ayuda del legendario club de estudios chicanos, Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán, MECHA.

“MECHA traía a estudiantes de diferentes preparatorias a CSUN y les daban diferentes talleres”, dice Mateo. “Nosotros pedimos que nos dieran un espacio para hacer unos talleres también”.

El club de MECHA enseñaba cómo solicitar becas, ayuda financiera y mucho más. DREAM enseñaba de los beneficios de AB 540, ya que muchos estudiantes, trabajadores y profesores de las universidades no sabían que existía.

Logotipo de DREAM en la playera del grupo. Circa 2007.

Pero les faltaba algo.

“Mi hermano diseñó el logotipo y mi mamá trabajaba en una imprenta. Ellos imprimieron el logotipo en las playeras”, dice Mateo. “Mi mamá hizo uno de nuestros carteles. Ese momento fue muy especial”.

Con el uniforme ya listo, el grupo se solidarizó y estaban listo para manifestar su apoyo a los estudiantes indocumentados adentro y afuera de CSUN.

“Hubo una huelga de hambre que estudiantes indocumentados estaban haciendo para pedir que pasaran el DREAM Act federal”, dice Mateo. “Los que estábamos empezando en DREAM habíamos ido a Bakersfield para reunirnos con estos jóvenes y apoyar. Fue la primera vez que dije abiertamente que era indocumentada, pero no usé mi apellido”.

Mateo es una activista por los derechos de inmigrantes indocumentados. Ahora ella ya no tiene miedo de contar abiertamente su historia. Ha sido arrestada en protestas y ha viajado para ayudar a estudiantes que estaban en México a que regresara a Estados Unidos y pidieran asilo.

Los jóvenes en DREAM, sin embargo, no sabían que, en el departamento de periodismo, se estaba formando otro grupo de estudiantes indocumentados. El profesor García leía el periódico estudiantil, The Sundial, todos los días.

Miembros de HEARD en una manifestación de California Dream Network en 2007. Foto de archivo. El Nuevo Sol.

En las página tres y cuatro de una día en marzo de 2007, García leyó una nota de Ana Cubías, editora de El Nuevo Sol, que mencionaba el emergente club “HEARD” y su líder, Joselyn Arroyo. García habló con las cuatro muchachas de DREAM y les preguntó si querían juntarse o permanecer separados.

Ellas decidieron unirse, pero tardó un año para que pudieran llevarlo a cabo.

Logotipo de HEARD en un botón. Circa 2007.

“Las ideas de un grupo eran diferentes a las del otro”, dice López. “DREAM era más activista, queríamos dar la cara y HEARD era un poco más precavido”.

López dice que la inmadurez tuvo un gran efecto cuando se juntaron. Había discusiones sobre cuál iba a ser el nombre que iban a escoger. Ella también dice que los egos detuvieron un poco la formación del grupo.

Pero al final, se unieron para formar “Dreams to be Heard.”

“Unimos a los grupos para tener más alcance”, dice Mateo. “Teníamos el mismo propósito. No había ninguna razón para mantenerlos separados”.

En la casa de Claudia en Palmdale, se reunieron para hablar sobre las metas del nuevo club.

“La razón por cual se formó DREAM y HEARD era porque queríamos promover los derechos de los estudiantes”, dice López. “Queríamos que más estudiantes AB 540 no se sintieran aislados. Queríamos una comunidad dentro de la universidad en donde ellos pertenecieran”.

Juntos realizaron muchas actividades para informar y ayudar a estos estudiantes que gracias a la ley AB 540 tenían el derecho de pagar por la universidad como residentes de California. Tomaron partes de muchas manifestaciones dentro de la universidad a favor del DREAM Act o del California DREAM Act. Estaban aquí para quedarse.

Grupo de estudiantes de Dreams To Be Heard con estudiantes de MECHA, circa 2007. Foto: cortesía de Claudia López.

Inicialmente, Dreams To Be Heard tenía alrededor de 15 a 20 estudiantes. Los estudiantes venían de varias disciplinas: psicología, biología, desarrollo infantil, ingeniería, periodismo, estudios chicanos y muchas otras disciplinas.

El grupo original de DREAM se formó cuando las cuatro muchachas estaban en su último año en la universidad. Se graduaron casi juntas, Marta se graduó en otro departamento, y estaban muy felices de que su meta de graduarse se iba a hacer realidad.

“Las cuatro éramos las primeras que nos graduamos de nuestras familias con un título universitario”, dice López. “Me siento orgullosa de ser un estudiante AB 540, de ser una persona indocumentada y aun de todos los obstáculos y aflicciones. Yo no era la única”.

En 2017, los estudiantes indocumentados siguen luchando. Aun con las nuevas leyes del Dream Act y DACA, hay mucha incertidumbre sobre el futuro de los estudiantes indocumentados. Pero en CSUN, estos estudiantes no están solos. El club Dreams to Be Heard sigue vivo y apoyando a la comunidad indocumentada e inmigrante de la universidad.

“Los que están en peligro son estos estudiantes”, dice García. “Pero siempre tienen la valentía, el valor de ponerse de pie y declara que aquí estamos y no nos vamos”.

El esfuerzo que hicieron DREAM y HEARD en un principio es parte de la razón por la cual el club todavía sigue siendo tan fuerte.

“Es como una huerta lo que dejaron”, dice García. “Se cosecha la fruta este año, y para el otro año, si cuidas a la huerta, va a haber otra cosecha. Ya tenemos varias cosechas detrás de ellos y siguen, cada año hay más dreamers.”

Estudiantes de Dreams To Be Heard comparten sus historias y demandan apoyo para el DREAM Act o Acta del Sueño, frente a la biblioteca Oviatt de CSUN. Su primera manifestación como grupo en septiembre de 2007. Foto de Khristian Garay / El Nuevo Sol.


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Tomás Rodríguez
Mi nombre es Tomás Rodríguez y soy chicano. Con raíces oaxaqueñas, siento que soy parte estadounidense y parte indígena. Me interesa escribir sobre las historias de los Dreamers y sus luchas y logros. Me encantan los deportes (especialmente el béisbol y el futbol) y también soy un fotógrafo. Para ver más de mi trabajo visita mi sitio: Disclosurepoet.wordpress.com Mi trabajo en El Nuevo Sol está aquí.




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