“Ellos son los que me mantienen positiva”, reflexiona Ocampo. “Es temeroso pensar en [los resultados electorales], pero estoy muy contenta de tener gente alrededor de mí que me apoya”.
Por DALIA ESPINOSA
EL NUEVO SOL
Fernanda Ocampo Sánchez es una estudiante de 21 años protegida por el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). Ocampo va en su cuarto año en la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN) y esta estudiando salud pública.
DACA es una poliza migratoria que fue anunciada por el ex-presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en Junio del 2012. El programa da la oportunidad a ciertas personas de quedarse en el país por dos años, dándoles también licencia de manejo, tarjeta de identificación, número social y permiso de trabajo. Esta solicitud puede ser renovada pero los requisitos son muy limitados y bastante costosos.
Ocampo recuerda haber estado en la biblioteca West Valley Regional Library haciendo horas de voluntaria el día que DACA fue anunciado. Su madre veía las noticias en casa y fue ella la quien le contó a Ocampo sobre el programa.
“Me sentía contenta y sorprendida. Me quedé sin palabras. No sabía cómo reaccionar”, ella cuenta.
Ese mismo día, ella y su familia salieron a un restaurante para celebrar. También hicieron llamadas a parientes en México para compartir la emoción.
Ella recuerda que su abuelita le dijo por el teléfono, “Oh dios mío, estás un paso más cerca de visitarnos”.
Ocampo llegó a Estados Unidos cuando tenía dos años y no ha regresado a México desde entonces.
También recuerda que su abuelito muy contento le dijo, “Voy a tener tu caballo blanco listo cuando vengas a visitar”. Ese era un deseo que ella tenía cuando era pequeñita.
“Fue un día muy feliz”, dice Ocampo.
Al día siguiente, ella y su mamá regresaron a la biblioteca para pedir una carta que comprobara que Ocampo estaba en Estados Unidos cuando DACA fue anunciado. Sin querer tomar ni un riesgo, Ocampo dejó que su mamá le tomara una foto enfrente de la biblioteca. Esas muestras se convirtieron en unos de los muchos documentos que utilizó para la solicitud de DACA.
Eventualmente, la solicitud de Ocampo fue aprobada. Ella recibió su licencia de conducir, tarjeta de identificación, un número social, permiso de trabajo y la oportunidad de continuar su educación en la universidad.
“No fue ciudadanía, pero sí fue progreso”, dice.
Por medio de California Dream Act, Ocampo pudo recibir ayuda financiera del estado. Sin embargo, el resto de los gastos los paga de su bolsillo.
Ahora, Ocampo trabaja en Build-A-Bear Workshop. Pero en un momento, ella tuvo que trabajar dos empleos, acumulando casi 60 horas a la semana.
Ya mero cumple su aniversario de tres años con Build-A-Bear Workshop. Hace unos meses fue promovida a un cargo de gerente. Esto vino después de que sus compañeros de trabajo le suplicaban que solicitara para el puesto. También, Ocampo fue ganadora de una beca de Build-A-Bear Workshop con un valor de $1,000 dólares.
“A mucha gente realmente no le gusta la parte de servicio al cliente, pero a mi sí me gusta”, dice al describir el amor a su trabajo. “Es por eso que la mayoría de mis trabajos consisten de gente y niños”.
Sin embargo, asistir a una universidad, trabajar como gerente y ayudar a su familia con recados puede ser bastante fatigoso.
Sus padres abrieron una tienda de llantas que los mantiene ocupados desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche. En ocasiones que Ocampo no puede cuidar o recoger a su hermano menor de la escuela, su mamá viene a casa más temprano.
Un día normal para Ocampo comienza muy temprano en la mañana. Ella deja a sus hermanos en la escuela. Luego, ella va a sus clases. Ya que salen sus hermanos de la escuela, ella los recoge y los lleva a casa. Hay momentos que el tiempo de Ocampo está tan apresurado que su hermana menor le prepara un lonche mientras ella se pone su uniforme de trabajo.
Durante la semana, Ocampo trabaja turnos nocturnos y llega a casa cerca de las 10 de la noche. Sus padres intentan de quedarse despiertos para esperar que llegue a casa pero hay días que andan más cansados que otros.
Mayoría de veces, su mamá la acompaña mientras ella estudia y termina sus tareas.
“Cuando trabajo turnos más tempranos, todos me esperan para cenar juntos”, ella explica.
En los instantes que Ocampo sale muy tarde del trabajo, su mamá le deja un plato de comida en el microondas y se va a dormir.
El 8 de noviembre fue el día que Donald Trump fue declarado presidente electo de Estados Unidos y Ocampo estaba en el trabajo.
“Mi corazón se rompió”, dice. “Yo no quería que fuera presidente. Pensé que todo era una broma”.
Luchó contra sus lágrimas y mantuvo una presencia profesional en el trabajo. Cuando llegó a casa, su mamá estaba viendo las noticias. Ocampo se sentó junto a ella y se quedaron en un completo silencio.
“Es como si se fuera a la basura todo lo que trabajamos”, reflexiona.
Llegó el tiempo que ella y su mamá comenzaron a hablar sobre un plan.
Le sirve a Ocampo como consuelo saber que tiene una familia grande en México, pero son parientes que ella no conoce muy bien desde que fue traída a Estados Unidos a los dos años.
“Este es el momento en que descubres quiénes son tus amigos y quiénes te apoyan”, dice.
Explica que algunas de sus amistades han llegado a su fin debido a los resultados políticos.
Amistades que apoyan a Trump han disminuido su relación con ella a un simple saludo. Sin embargo, hay otras amistades que sí han demostrado su apoyo ilimitado.
“Ellos son los que me mantienen positiva”, reflexiona. “Es temeroso pensar en [los resultados electorales], pero estoy muy contenta de tener gente alrededor de mí que me apoya”.
Su seres queridos le recuerdan constantemente a Ocampo que DACA es un documento legal válido por dos años. Ya sea que el programa sea revocado o no, todavía tiene un documento legal que protege su estancia en Estados Unidos por el momento.
“Estoy poniendo mi confianza en el gobierno”, dice. “Espero que la gente haga lo correcto. Estoy poniendo mis esperanzas y confianza en ellos”.
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