Una segunda oportunidad de vida para papá

Al ver a mi padre en una cama de hospital me partió el alma, pero le di gracias a Dios que aun tenía a mi padre conmigo ya que la taza de supervivencia para él era muy baja.

Por KIMBERLY LINARES 
EL NUEVO SOL

Entre risas, abrazos y memorias en un abrir y cerrar de ojos mi mundo cambió para siempre. El no comer bien y ejercitar trae consecuencias y es solo cuestión de tiempo hasta que nuestro cuerpo nos de a entender que es tiempo de cambiar nuestras malas costumbres. La comida puede ser buena o mala, pero la última decisión la tomamos nosotros.

Mi padre desde que llegó a los Estados Unidos ha trabajado vigorosamente para suplir y cumplir con su deber de proveer. El cumplir con ese propósito lo llevó al desgaste físico y a aumentar de peso. Con los años, las comidas fritas llenas de sodio y los refrescos que contienen mucha azúcar empezaron a afectar su cuerpo. Dolores de cabeza y mareos frecuentes son algunos síntomas que lo llevaron a consultar con un doctor. Después de varios exámenes, sus citas fueron dirigidas hacia la Dra. Raffi (cardióloga) ya que sus resultados indicaban problemas con el corazón.

Fue allí donde las cosas tomaron un giro. Mi padre tenía un total de tres arterias tapadas y el porcentaje de bloqueo de cada una era diferente. La primera tenía un sesenta por ciento, la segunda un noventa y nueve por ciento y la última un setenta porciento de obstrucción. La doctora le hizo saber que su vida estaba en peligro si no se sometía a una cirugía de corazón abierto donde le iban hacer no solamente una, sino dos derivaciones.

13 de diciembre del 2018 la noche más decisiva en la vida de mi padre. Foto: Kimberly Linares | El Nuevo Sol.

Al recibir esta noticia, lo primero que hizo mi padre fue hablar con nosotros. Recuerdo ese día como si fuera ayer. Un montón de pensamientos pasaron por mi cabeza y me  preocupé. Como cualquier otra persona, usé google para averiguar si había otra posibilidad y si la operación podía ser evitada. El simple hecho de una cirugía de esa magnitud no sentaba bien conmigo. El dejar la carne roja y convertirse en vegano sería una de las opciones que sugirió google. Le mencioné eso a mi padre para ver si esto en alguna manera podía cambiar el resultado. Lo consultó con el doctor Perch (su cirujano cardiaco) pero no fue de mucha ayuda ya que el porcentaje de cada arteria bloqueada lo ponía en más riesgo. El cambiar su forma alimentaria iba a tomar tiempo, tiempo que no teníamos. Sabíamos como familia que habría un antes y un después. Mi padre ya no iba poder seguir trabajando como mecánico diésel para la compañía Cummins. Antes de someterse a la cirugía, mi padre le comunicó a la compañía de estos cambios y le dijeron que lo acomodarían en un trabajo más ligero al regresar.

El 13 de diciembre del año 2018, a la edad de 58 años, mi padre se sometió a una revascularización quirúrgica. Mi madre y hermano mayor lo acompañaron. Mis hermanas al igual que yo decidimos no estar presentes y fuimos al trabajo. Nuestros nervios y preocupación nos empujaron a tomar la decisión de no estar presentes para no transmitirle eso a mi padre antes de su cirugía. En el trabajo, durante mi hora de descanso, me aseguré de mandarle un mensaje a mi madre y a mi hermano para preguntarles cómo estaba mi padre. Ellos aun no tenían una respuesta, ya que este tipo de cirugía se toma alrededor de 4 a 6 horas.

Al salir del trabajo, mi prioridad era llegar al hospital de Káiser Permanente ubicado en la calle Sunset. Llegué y al ver a mi padre en una cama de hospital me partió el alma, pero le di gracias a Dios que aun tenía a mi padre conmigo ya que la taza de supervivencia para él era muy baja.  Lo quise abrazar, pero el medicamento lo tenía adormecido. Al abrir sus ojos, lo primero que vio fue sus tres hijas. Se le notaba la alegría en sus ojos. Esa noche, dormí en el pequeño sofá que se encontraba en su cuarto junto a mi hermana mayor. Todavía no había terminado con mis finales y allí en el hospital decidí escribir una de mis ultimas asignaciones del semestre un ensayo. El estar junto a mi padre era de importancia para mí. El duró seis días en el hospital recuperándose y cada día iba a visitarlo.

Mi padre adelgazo bastante ya que su  nueva dieta consistía de porciones pequeñas y comida sin sal. El estar en el hospital aseguraba que habría un/a enfermero/a a todas horas del día, pero eso cambiaria al darlo de alta. Tuve la dicha de llevarlo a casa y asistirle  durante esta jornada. Pienso que la prueba empezó al llegar a casa porque su cuidado incluía cambios. Comenzó a usar un caminador ya que sus fuerzas se le debilitaron y el sostenerse se le era muy difícil. Sus duchas eran cada tres días ya que su herida estaba muy reciente. Su dieta seguía las indicaciones puestas por el cirujano. Dos meses después inicio con su terapia cardiaca. La herida de mi padre ha sanado, pero la cicatriz aun esta bien roja. Por la noche, suele tener un dolor tremendo en su pecho. Para ayudar con ese dolor toma varias medicinas que tendrá que tomar por el resto de su vida.

“Cada año en los Estados Unidos, se realizan alrededor de 240,000 cirugías de injerto de derivación de la arteria coronaria, según las estadísticas publicadas por el American Heart Association (traducido).  Al leer esto entendí que mi familia no es la única que ha pasado por esta experiencia. Creo que el educar nuestras familias de la importancia de comer sano puede evitar que situaciones como estas ocurran. Un sitio de web que ha sido útil para mi familia ha sido  un articulo publicado por Mayo Clinic que explica que pasos hay que tomar para prevenir enfermedades del corazón.

Mi padre ya listo para irse a casa. Foto cortesía de Josselyn Linares.

El entender el proceso de esta cirugía fue un poco difícil ya que todo fue nuevo. Un recurso que nos fue entregado antes de la operación fue el de Káiser Permanente lo cual fue vital en términos de poder procesar el antes, durante y después de la cirugía.

Recursos adicionales también se pueden encontrar en :

Este acontecimiento me ha enseñado que la vida nos puede cambiar muy rápido y que hay que aprovechar las segundas oportunidades. Esto ha impactado mi vida grandemente, ya que me ha hecho más fuerte. El tomar fotos y videos de mi familia es algo que hago con frecuencia. Mi familia es todo para mí y no me puedo imaginar lo que pasaría si algún día me hace falta uno de ellos.

 


Hola, mi nombre es Kimberly Linares y tengo 22 años de edad. Actualmente soy estudiante en la Universidad del Estado de California en Northridge. Soy de nacionalidad guatemalteca, pero criada en Los Ángeles. Soy la tercera de cuatro. Un dato curioso de mí es que soy gemela. En mi tiempo libre me encanta pasar tiempo con mi familia, viajar o probar comidas nuevas ya que me encanta comer. Me interesa escribir sobre los problemas que afectan a la comunidad latina. Eso me ayuda de una manera u otra a conectar con mi identidad. Investigar y escribir historias sobre noticias y actualidad es otra cosa que me fascina.

Tags:  cirugía corazón Kimberly Linares

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Kimberly Linares
Hola, mi nombre es Kimberly Linares y tengo 22 años de edad. Actualmente soy estudiante en la Universidad del Estado de California en Northridge. Soy de nacionalidad guatemalteca, pero criada en Los Ángeles. Soy la tercera de cuatro. Un dato curioso de mí es que soy gemela. En mi tiempo libre me encanta pasar tiempo con mi familia, viajar o probar comidas nuevas ya que me encanta comer. Me interesa escribir sobre los problemas que afectan a la comunidad latina. Eso me ayuda de una manera u otra a conectar con mi identidad. Investigar y escribir historias sobre noticias y actualidad es otra cosa que me fascina.




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