“Todavía me siento con miedo”, confiesa Jannette Alvarado. “Ahora que tengo DACA, me hace sentir que el gobierno sabe que estoy aquí”.
Por STEPHANIE RIVERA
EL NUEVO SOL
Jannette Alvarado, de 23 años de edad, nació en Guadalajara, México. Vino a Estados Unidos con su mamá cuando solo tenía un año y tres meses. Alvarado no recuerda mucho de México porque no vivió por mucho tiempo allá. La razón por la que ella y su mama vinieron cuando Alvarado estaba muy pequeña es porque su mamá no quiso que ella creciera sin tener a su papá a su lado. El papá de Alvarado vino a Estados Unidos cuando ella solo tenía dos meses.
“Aprendí inglés y español al mismo tiempo”, dice Alvarado, estudiante de periodismo en la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN). “Para mí, no sé qué es México, no puedo decir que me haga falta porque no sé qué es”.
Desde que Alvarado ha estado aquí con sus papás, ella ha vivido una vida normal. Fue a la escuela, disfruta cada día con sus padres y hermana.
Alvarado comenzó la escuela desde temprana edad. Nunca se sintió que era diferente porque ella no nació aquí. Muchos de sus compañeros también le decían que ellos habían nacido en México. Entonces eso para ella era muy normal.
“No era nada raro o diferente cuando otros compañeros de escuela me decían que habían nacido en México también, fue algo normal”, dice.
Un día, sin embargo, la consejera de la escuela preparatoria de Alvarado la hizo firmar un papel porque tenía que tomar un clase durante el verano en un colegio comunitario vocacional. Ella le preguntaba que por qué estaba firmando este papel. La consejera solo le decía que porque era algo bueno para ella y que la iba a ayudar.
“Me fui para la casa llorando porque no entendía por qué solo a mí me estaban haciendo firmar un papel” dice Alvarado. “Por qué solo yo tengo que pagar para la escuela cuando es gratis para todos los demás”.
Desde ese día, ella se sintió diferente. Ya no se sentía que era como sus otros compañeros.
“Recuerdo que le dije a mi mamá que si así iban a ser nuestras vidas, entonces que nos fuéramos de regreso”, dice. “Recuerda que yo no sé qué es México, pero si me iban a tratar diferente entonces mejor me regreso a México”.
Así comenzaron a pasar los días para Alvarado cuando cursaba la preparatoria. Caundo la terminó, se registró en Mission College. Ahí fue cuando se dio cuenta que DACA la podía ayudar. Sabía que teniendo DACA, ella podría manejar y sus papás ya no la tenían que llevarla a la escuela.
“Me levantaba temprano para que mi mamá me llevara al colegio porque ella tenía que ir a trabajar y a dejar a mi hermana en la escuela”, dice. “Mis clases a veces comenzaban a las 10 de la mañana. Entonces, yo iba y me tomaba unas siestas en los sofás del colegio”.
Cuando Alvarado y sus papás hablaban de DACA se emocionaban, pero sabían que era muy caro. Sus papás le dijeron que no se preocupara porque era algo bueno para ella. Al principio, ella no se sentía cómoda con la persona que le estaba ayudando a preparar su solicitud. Le dijo a su mamá y decidieron mejor ir a consulado mexicano. Ahí le ayudaron a preparar su solicitud.
“Ahí me dieron un papel de todo lo que necesitaba”, dice. “Era como volver a la preescolar. Necesitaba enseñar prueba de que he vivido aquí todos los años de mi vida”.
Pidió certificados desde que iba a la preescolar, la escuela primaria, la escuela secundaria y la preparatoria.
“Les di mis identificaciones de la escuela, certificados de escuela, certificados de voluntariado, todo lo que tenía mi nombre, se los di”, dice. “Mi diploma de preparatoria fue muy importante para entregarlo”.
Cuando terminó de dar todos los papeles y todos los documentos fueron enviados. Solo tenía que esperar ella su contestación.
“Lo único que pensaba es si me iban a aprobar o qué iba a pasar si no me aprobaban”, dice. “Qué pasa si me hace falta algo o si no es suficiente lo que di”.
Esperó 90 días para recibir una respuesta. De repente, vino su tarjeta aprobando su solicitud de trabajo. Ese mismo día, ella fue a la oficina de seguro social porque ya podía tener un número de seguro social.
“Todavía me siento con miedo”, confiesa. “Ahora que tengo DACA, me hace sentir que el gobierno sabe que estoy aquí”.
Recibió su licencia de manejo y sus papás le compraron un carro para que ella fuera a trabajar y a estudiar.
Ahora que ya está en CSUN, puede recibir ayuda financiera para pagar sus clases, puede tener una licencia de manejo, puede trabajar y tiene protección para no ser deportada. Para ir a la escuela, recibe becas que le están ayudando a pagar sus clases. Antes, su papá le pagaba las clases en el colegio comunitario.
Alvarado va a graduarse de la universidad este otoño. Cada día va seguir igual para ella: trabajar, estudiar y seguir adelante. Su vida está aquí y no va dejar que una oportunidad que se le pase. Quiere tener un futuro grande y si el gobierno decide quitarle DACA, ella va a seguir luchando con todo lo que puede para seguir adelante.
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