Al igual que Marcos, casi la mitad de los trabajadores jóvenes solo reciben a veces —o nunca— pago por tiempo extra, un tercio trabaja sin salario después de sus horas regulares de trabajo y dos de cada cinco trabajadores no reciben pago por todas las horas que han trabajado.
Por JASMÍN NEVÁREZ
EL NUEVO SOL
Muchos dicen que aprenden más de los mayores —los que tienen mucho más años que yo en este mundo y están llenos de prudencia—, pero yo he aprenido más de un joven menor que yo: mi hermano.
Marcos Nevárez tiene 19 años y empezó a trabajar a los 18. Tiene 6 meses trabajando en una tienda de venta de aparatos electrónicos, pero las condiciones en las que trabaja lo motivan mucho más a seguir la carrera de sus sueños.
“Yo quiero tener mi propio negocio o ser mi propio jefe”, dice Marcos, “para que yo pueda hacer las cosas a mi manera”.
El estudio I am a #YOUNGWORKER del Centro Laboral de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) explica que los trabajadores jóvenes enfrentan discriminación y violaciones de reglas federales debido a que la mayoría de los jóvenes en empleos similares a los de Marcos trabajan para sobrevivir y no para divertirse. Solo uno por ciento de los jóvenes trabajadores encuestados por los investigadores de UCLA usan su salario exclusivamente para su diversión. La mayoría, como Marcos, usan su sueldo para pagar escuela, libros, alquiler, gastos de la casa y tranportación.
“Yo trabajo porque necesito pagar mis gastos de escuela y el viaje diario desde Palmdale a Northridge”, dice.
Marcos es estudiante de la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN), pero vive con sus papás y trabaja en Palmdale. Para él, este viaje es algo común. La ciudad de Palmdale, donde creció Marcos, es pequeña y pobre. Casi todos viajan fuera de la ciudad para trabajar. Esto es solo un pequeño desafío de los muchos que enfrenta Marcos.
Como estudiante de tiempo completo, Marcos no tiene días de descanso. Siempre está en la escuela o en el trabajo. Dice que se estresa, pero no hay nada que pueda hacer. Para él, como para muchos trabajadores jóvenes, no trabajar no es opción.
El estudio del Centro Laboral indica que un tercio de los trabajadores jóvenes encuestados están en la escuela, manejando demandas tanto laborales como escolares. Casi la mitad de estos jóvenes van a Colegios Comunitarios y solo 17.2 por ciento van a una universidad del sistema de la Universidad del Estado de California (CSU).
Cada día que llega al trabajo, Marcos tiene una lista de cosas para hacer esperándolo, pero muchas veces son cosas de las que él no debería encargarse. Su puesto en la tienda es socio de ventas, pero le dan responsabilidades de personal de mantenimiento. Cuando le pregunto por qué lo ponen a cargo de eso y no a a otros, me dice: “No sé. Creo que porque soy joven, alto y hábil, me lo dejan a mí”.
Yo sé que mientras Marcos hace reparación y mantenimiento, está perdiendo su oportunidad de venderle a sus clientes, lo cual se supone es su responsabilidad primordial.
También, me dice que a veces no le dan su descanso. Es ilegal trabajar más de cinco horas sin descanso, pero cuando esto ocurre, su jefe cambia sus horas para que demuestre que vino una media hora más temprano y que sí tomó su descanso.
El estudio de UCLA remarca cómo los jóvenes en empleos como el de Marcos sufren de constante robo de salario, el cual incluye: ser pagado menos del salario mínimo, trabajar en horas fuera de horario sin ser pagado horas extra, no recibir descansos o tiempo para comer y la confiscación de las propinas. Al igual que Marcos, casi la mitad de los trabajadores jóvenes solo reciben a vaces —o nunca— pago de tiempo extra, un tercio trabaja sin salario después de sus horas regulares de trabajo y dos de cada cinco trabajadores no reciben pago por las horas que han trabajado.
Sin embargo, Marcos no ha puesto ninguna queja a sus jefes ni a sus compañeros de trabajo, algo común en entre los trabajadores jóvenes, dice Jeylee Quiroz, investigadora del Centro Laboral de UCLA. “Por eso queríamos investigar este asunto”, dice Quiroz. “Queríamos escuchar las historias de estos trabajadores jóvenes y darles una voz”.A pesar de las dificultades, Marcos mantiene una actitud positiva en el trabajo. Se lleva muy bien con sus compañeros y muchos se quejan o les hablan de sus problemas, pero él siempre sostiene una sonrisa humilde y feliz.
“Mis compañeros se quejan de todo, del trabajo, de su vida personal, pero yo nomás escucho y me mantengo positivo” dice Marcos. Él no deja que problemas de otros se sumen a su estrés. Todavía le faltan tres años de escuela, así que por ahorita no tiene intenciones de buscar otro trabajo.
Sus papás dicen que están orgullosos de su hijo trabajador, pero que le queda mucho por lograr. “A veces es flojo y no limpia su cuarto, pero está bien que se enfoque en la carrera para que un día tenga su propia casa”, dice su mamá, Rosa Guzmán.
Yo soy trabajadora joven, como mi hermano Marcos, pero lo que yo aprendí de él es que aunque enfrenta dificultades diarias, nada puede quitarle la sonrisa de su cara. Con una actitud positiva, se puede cumplir todo.
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