La profesora Mary Pardo y Álex comparan lo que a veces pasa en las familias latinas a quella política militar ahora revocado de ‘no preguntes, no digas’.”Me refiero a que todo el mundo lo sabe, todo el mundo va a hablar sobre el tema, que lo harán a mis espaldas, pero nadie se atreverá hacerlo directamente. Y eso es muy triste”, dice Álex.
Por JOSÉ IGNACIO LUNA
EL NUEVO SOL
En este mundo, muchos hacemos o dejamos de hacer unas cosas por el miedo del qué diran. Muchos de nosotros sentimos la presión de hacer las cosas para impresionar a alguien, haciendo feliz a otra persona, y nos olvidamos de que la persona que se supone que debemos hacer feliz es a nosotros mismos.
No nos damos cuenta de que nos estamos causando daño a nosotros mismos; la cuestión es a quién culpar cuando tratas de entender el tema. ¿Es culpa de los individuos por no ser capaces de poseer su propio ser, o de las familias por no poder comprender a sus seres queridos, o se trata de las reglas sociales que imponen ciertas ideas que discriminan a los “otros”.
Hay muchas cosas que la gente no le dice a sus seres queridos, ya que el miedo que tienen de herir o decepcionar a ellos es mas grande que su propia felicidad. En la comunidad latina, uno de los mayores secretos que la gente esconde de su familia es el de su orientación sexual. Este es el caso de un estudiante de la Universidad del Esatdo de California en Northridge (CSUN), de 23 años de edad, a quien llamaremos “Álex”, ya que pidió permanecer en el anonimato. A los 23 años, Álex no ha sido capaz de decirle su verdad a sus padres o a cualquiera de los miembros mayores de su familia.
Álex es segunda generación mexicoamericano. El mayor de cuatro hermanos, ha encontrado que su mayor obstáculo para salir del clóset completamente ha sido la mentalidad que una gran parte de su familia guarda y no es tímida en compartir. Los fuertes lazos con la Iglesia Católica y lo que la Biblia dice y no dice sobre parejas del mismo sexo, y la mentalidad machista envejecido lo ha hecho mantener su secreto bajo llave, a veces incluso deseando poder destruir esa llave para que nunca pueda salir ese secreto a la luz y decepcionar a su familia.
“Aquellas pocas personas que saben de mí, una pregunta que siempre me hacen es: ‘¿cuándo supiste?’, y cuando lo pienso, creo que de alguna manera siempre supe”, dice Álex. “Siempre sentí que había algo un poco diferente en mí, pero yo no sabía qué”.
No fue hasta que estuvo en la escuela secundaria (junior high) cuando Álex descubrió lo que era esa cosa diferente.
“Yo no sabía lo que “gay” era hasta alrededor de los 13, alguien se acercó y me preguntó, ‘¿eres gay?’, recuerda. “No tenía ni idea de qué decir”.
Después de ese suceso, Álex dice que se comenzó a cerrar; su autoestima tuvo una caída profunda.
“No sé si era sólo que una persona en particular me había preguntado, o el hecho de que apenas había empezado en una nueva escuela donde yo sólo conocía a una persona, o una combinación de los dos, pero empecé a ser mas consciente de mi mismo, siempre preocupado por no tratar de ‘ser gay’ y que alguien notara algo diferente en mí”.
“Nunca he sido un tipo femenino, pero supongo que tuve algunos pequeños ‘deslizes’ de vez en cuando”.
Álex narra las noches cuando tenía alrededor de 17 años de edad, al final de su tercer año y el comienzo de su último año de la preparatoria, cuando dormía en la sala de su casa, para que nadie lo oyera llorar hasta dormirse.
“Había mañanas en que algunos de mis amigos más cercanos me veían con cara de tristeza”, dice, “yo ere muy bromista y cuando no lo era, me preguntaban que por qué estaba siendo raro. Así que cuando yo no estaba bromeando, sabían que algo me estaba pasando. Yo les mentía diciéndoles que estaba cansado. ”
Al compartir esta parte de su historia, agacha su mirada, toma muchas pausas, tratando de contener las lágrimas, pero con el tiempo ese esfuerzo es inútil, las lágrimas comienzan a rodar por su rostro.
“Poco sabían que había pasado la mayor parte de la noche llorando, rezando, pidiéndole a Dios que si era real que me cambiara, que me hiciera normal, como si algo estaba mal conmigo”.
Pero algo cambió ese otoño.
Él volvió a conectar con un viejo amigo, quien había salido del clóset a los 14 años, y Álex finalmente fue capaz de decirle su secreto a alguien más.
“Esa persona me ayudó a enamorarme de mí mismo. Eso no supone que sea tan vanidoso como suena”, dice riendo. “Me ayudó ha aceptarme a mí, por mí. Me decía que aunque fuesen mi familia, a veces nuestros amigos nos apoyan más que ellos”.
En este punto, la tristeza se ha marchado de sus ojos, ahora es capaz de mirarme a los ojos.
“A medida que pasaba el último año de la preparatoria empecé lentamente abrazándome a mí mismo un poco más cada día. La universidad estaba a la vuelta de la esquina y yo sabía que algo grande era parte de mi destino”.
A medida que su carrera en la preparatoria llegó a su fin, por fin pudo decirle a sus dos amigas más cercanas.
“Era la noche antes de nuestra graduación”, dice, “me acuerdo que era un martes, ya casi las dos de la mañana, estábamos en la casa de mi amiga Kim, sólo estábamos pasando el rato cuando les dije, tengo algo que decirles, y les dije”.
En este punto, comienza a sonreír, a levantar los ojos y dice: “Ambas comenzaron a llorar y yo allí sentado, mirándolas, preguntándoles por qué demonios están llorando, yo debería ser el chillón, pero yo estaba totalmente bien, fue un alivio poder decirles”.
“Después, se pararon, pararon de llorar y me dieron un abrazo muy fuerte, y empezaron a carcajearse de sí mismas por ser tan lloronas”.
Al final de ese verano de 2010, hizo sus maletas y se alejó del único lugar que ha vivido nunca.
El nativo del área de la Bahia de San Francisco, da crédito a su decisión de mudarse 360 millas lejos de casa a la universidad que le daría la oportunidad que necesitaba para encontrarse a sí mismo.
“Yo no estaba tratando de correr de mis problemas, sólo necesitaba estar lejos de todo y de todos que yo conocía para poder averiguar quién en verdad era yo”.
Durante su primer año en CSUN, vivió en los dormitorios, donde se encontró con otra persona que lo animó a participar en la organización LGBTA en el campus.
“Para mí, eso fue muy extraño, yo estaba tan preocupado de por qué había venido a mí y me habló de este club, que estaba tratando de averiguar si yo estaba dando algún tipo de vibra gay o qué?”
Después de muchas dudas, ese primer jueves de su primer semestre en CSUN, decidió asistir a la primera reunión del semestre.
“Y no me arrepiento!”, dice con mucho entusiasmo.
Gracias a ese club, tuvo la oportunidad de conocer a más personas que eran como él, muchos de los cuales compartieron historias muy similares.
“Finalmente tuve la oportunidad de sentirme normal”, dice, “encontré personas que me entedían, que habían estado en situaciones como la mía, y habían tratado de esconder o estaban aun escondiéndose al igual que yo había estado haciendo. No voy a mentir, era tan raro al principio, yo estaba muy asustada para decir o hacer cualquier cosa, pero después de un tiempo, me dieron el valor de compartir mi historia “.
Después de pasar ese año como parte de la organización LGBTA, se las arregló para tener el valor de decirle a su hermana menor que es tan sólo un año más joven que él, y a cuatro de sus primas más cercanas a él.
“Estos cinco chicas eran como mis hermanas, todos éramos sólo un año aparte el uno del otro. A partir de los 24 con la mayor, y la menor de 19. Hasta el día de hoy, ellas fueron las primeras y las únicas a quienes les he dicho en mi familia. No le he dicho a ninguna otra persona en mi familia”.
Lamentablemente, ese es el caso en muchos gays y lesbianas latinos, que son más cómodos diciendo al mundo exterior, en lugar de decirle a sus propias familias.
la profesora Mary Pardo, jefa del Departamento de Estudios Chicana/s en CSUN, dice que todo se remonta a sus raíces y su cultura.
“Creo que lo más común que escucho de la mayoría de los estudiantes es que su familia no lo entiende”, dice Pardo. “Están tan inculcado en la iglesia católica, o incluso algunas otras religiones. Las familias tienen miedo de no seguir las enseñanzas y de la Biblia. También el temor de que no habrá ningún hijo, o nietos; pero sabemos ahora, que no es realmente el caso. Y también la homofobia que existe en la comunidad latina, sólo porque realmente no lo entienden. Otros tienen miedo de que van a decepcionar a sus familias, porque al ser de alguna manera gay para muchos latinos es una decepción”.
Álex dice que es su mayor miedo es que su familia desapruebe de él.
“Lo curioso es que yo sé que todos [su familia] lo saben, todos ellos filtran pequeñas bromas aquí y allá o lanzan pequeños comentarios indirectos hacia mí. Mi hermana incluso me ha dicho que algunas de nuestras tías le han preguntado si soy gay”.
Independientemente del cuestionamiento constante, Álex dice que el miedo sigue ahí.
“Aunque sé que saben, simplemente no puedo encontrar la manera de decirles. Tengo miedo de que esos ‘chistes’ que a mí no se me hacen divertidos o chistosos, podrían empeorar, ser más intensos y que sean más seguidos”.
La profesora Pardo y Álex comparan lo que a veces pasa en las familias latinas a quella política militar ahora revocado de ‘no preguntes, no digas’.
“Me refiero a que todo el mundo lo sabe, todo el mundo va a hablar sobre el tema, que lo harán a mis espaldas, pero nadie se atreverá hacerlo directamente. Y eso es muy triste”, dice Álex.
Pardo también menciona que hay todo un espectro de casos, no todos los latinos están cerradas al tema.
Hay aquellos casos extremos en los que se repudió, expulsado de su casa, hay los casos en que en un principio la familia podría estar enojada o confundida, pero al final regresan porque a lo que Pardo llama los fuertes lazos familiares latinos, las madres no quieren perder a sus hijos.
Luego están los casos en que las familias están aceptando plenamente y no ven nada malo en ello en absoluto.
También exsite el miedo de perder su masculinidad la admitir que un hombre es gay, enamorarse de otro hombre, en la mentalidad de mucha gente latina, no es ‘cosa de hombres’.
Álex dice que un día él le dirá a sus padres y tíos, tal vez el día en el que se enamore y quiera que su pareja conozca y sea parte de su familia, pero hasta entonces, él está bien.
“En este momento, soy feliz donde estoy”, dice Álex. “Me siento cómodo, he ganado mucha confianza en mí mismo, ya no trato de ocultarlo más. Sí, hay algunos casos, como entrar en un nuevo lugar, o conocer a gente nueva en la que no voy a mencionar de inmediato, no porque me da vergüenza, sino porque no veo la necesidad de presentarme y decirle a la gente , ‘Oh hola! Mi nombre es Álex y soy gay’, ser gay no es lo que me va a definir. Usted no ve una persona heterosexual diciendo: ‘Yo soy heterosexual’, así que ¿por qué una persona gay o lesbiana lo tiene que hacerlo?”
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