“Nosotros llegamos legalmente como turistas, pero desafortunadamente no tuvimos alguien que nos dijera bien qué pasos seguir para seguir aquí legalmente” dice Aracely Rodríguez quien fue traída a los nueve años a los Estados Unidos.
Por NOEMÍ BARAJAS
EL NUEVO SOL
Hay más de 1.4 millones de estudiantes indocumentados en Estados Unidos y la mayoría de ellos fueron traídos por sus padres cuando eran niños para encontrar una vida mejor.
La historia de Aracely Rodríguez es diferente. En 1998, a un padrino de Rodríguez lo iban a opera a corazón abierto y los doctores le habían dicho que había posibilidades de que su padrino no saliera de la operación. Su abuelita se preocupó y decidió venirse para estar a lado de su hijo durante la operación. La mamá de Rodríguez también decidió venir y aprovechó para traer a Aracely y a su hermana para que conocieran el norte. De tan solo nueve años, Aracely, su mamá, su hermana y su abuelita se vinieron y jamás pensaron que al llegar aquí ya no iban a regresar a su país. Su abuelita ya era residente, pero su mamá, hermana y ella pudieron obtener una visa de turistas y fue como entraron a este país.
Ya estando aquí, su mamá se dio cuenta que había mejores recursos médicos aquí para su abuelita que en México. La abuelita tenía diabetes y como era residente, sí la podían atender. A la abuelita de Rodríguez le tenían que hacer diálisis seguido y en México les cobraban mil quinientos pesos por cada diálisis. Dice Rodríguez que en el Seguro Social de México tenían dos maquinas y había veces que no alcanzaba a que le hicieran la diálisis cuando le tocaba.
Los doctores les habían dicho que si a su abuelita no la atendían mejor, nada más le quedaban seis meses de vida. Aquí, a su abuelita le pudieron hacer la diálisis tres veces por semana y en vez de seis meses de vida, duró tres años.
“No planeábamos en quedarnos, pero como mi mamá vio esa oportunidad de que mi abuelita pudiera vivir más años acá, decidió quedarse”, dice Rodríguez. “Entramos legales, pero desafortunadamente no tuvimos alguien que nos dijera bien qué pasos seguir para seguir aquí legalmente ”.
Cuando era seguro que se iban a quedar, su papá y hermano dejaron todo atrás y se vinieron. Los papás de Rodríguez tenían un negocio en México, pero lo vendieron para empezar de nuevo aquí. Con el tiempo Rodríguez, su hermana y hermano entraron a la escuela.
“Primero fue difícil porque no sabíamos inglés y a veces los niños eran medios ‘bullies’ con uno por la misma razón”, dice. “Eso no nos dejó de que no hiciéramos nuestras tareas y todo. Poco a poco aprendimos inglés y nos involucramos más en la escuela”.
A pesar de varias dificultades, la escuela no fue un conflicto para Rodríguez. Cuando entró a la preparatoria, se involucró en liderazgo, diferentes organizaciones, hacía servicios comunitarios y logró graduarse con honores. Desde entonces, sabía que quería seguir con sus estudios.
Ella se enteró de la legislación AB-540 en las noticias y decidió buscar en el internet más información sobre lo que tenía qué hacer. Ella no se daba por vencida, buscaba ayuda para poder seguir adelante.
AB-540 le permitió a Rodríguez aspirar ingresar a las universidades públicas de California y pagar matrícula como residente del estado.
Rodríguez no fue parte del 49 por ciento de estudiantes indocumentados que no terminan la preparatoria, según Golden Door Scholars. En cambio, fue una de los 65 mil de estudiantes indocumentados que se gradúan de la preparatoria cada año. Rodríguez siguió a ser parte del cinco a diez por ciento de estudiantes indocumentados que se inscriben en un colegio comunitario o en una universidad cada año.
Como muchos, Rodríguez continuó sus estudios como estudiante AB540 pero cuando era tiempo de hacer pasantías, se le dificultó.
“Cuando traté de hacer mi internship (pasantía), no me dejaron porque necesitaba papeles, un social (seguro social) y un ID”, recuerda Rodríguez. “Entonces ahí es donde mi carrera se puso en hold, porque ya no podía seguir adelante porque para poder trabajar aquí se necesita papeles”.
Rodríguez tuvo que pagar sus estudios también con la ayuda de becas. Pero en mayo de 2012 logró graduarse de la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN) y recibió una o licenciatura en artes cinemáticas y de televisión y en estudios chicanos.
Rodríguez dice que tocó muchas puertas para pedir ayuda y que le dijeran qué es lo que podía hacer. Ella pensaba que con el programa de acción diferida del presidente Obama, que fue anunciado un mes después de su graduación, la iba ayudar con su situación, pero hasta el momento no ha podido lograr encontrar trabajo en su campo de estudio.
Ella tuvo que buscar cualquier trabajo que la pudiera mantener por lo mientras. A pesar de tener una licenciatura, estuvo trabajando en un lugares que pagaban el salario mínimo.
“Aunque tenga mi licenciatura, eso no me ayudó a subir más arriba”, dice Rodríguez. “Pero todavía no me he desanimado de tratar de encontrar algo en mi carrera, aunque se ha hecho difícil porque en la televisión se ocupan conexiones”.
Rodríguez dice que en su carrera, aunque alguien tenga la experiencia y el conocimiento, lo que se necesitan son contactos.
Por ahora, Rodríguez es una asesora financiera y es en lo que se está enfocando porque le gusta educar a la comunidad en cómo pueden ahorrar para que su dinero se incremente.
Rodríguez ha pensado en inscribirse en la escuela para estudiar su maestría, pero desafortunadamente en este momento no tiene los recursos financieros para poder hacerlo. Ella le recomienda a otros estudiantes indocumentados que no se den por vencidos porque algún día les va a llegar la oportunidad que han estado esperando. Ella vive con la esperanza de que las puertas de su carrera se le abran y algún día pueda trabajar detrás de las cámaras.
Tags: Ab 540 students Aracely Rodríguez CSUN CTVA DACA Noemí Barajas