“No se me hace justo que otras personas no tengan la oportunidad de tener programas como estos en sus parques locales”, dice José Montelongo. “Yo estoy muy agradecido de tener este programa cerca de donde vivo”.

Por ZULAY SALDAÑA LÓPEZ
EL NUEVO SOL
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Con la energía de un joven, José Montelongo, de 74 años, empieza su día en un parque, después de haber dejado a su hijo en la parada del autobús escolar. Montelongo se asegura que su hijo se suba al autobús escolar y después, en su bicicleta, se dirige rumbo al parque que le asiste a mejorar su salud.

La dedicación a su salud es inmensa.

Todos los lunes, miércoles y viernes sin faltar, se une a un grupo de casi 20 personas que hacen ejercicio en el parque de San Fernando.

Sergio Zambrano, un instructor-voluntario del programa preventivo de diabetes, dice que Montelongo sobresale “por su determinación y enfoque, dando el 100% en cada ejercicio”

Montelongo es uno de los cuatro hombres en el programa.

Montelongo caminaba en el parque por las mañanas, y un día se encontró un volante que promovía un programa dirigido a combatir la diabetes en la comunidad. El programa preventivo de diabetes le llamó la atención porque, además de ayudarle a hacer ejercicio, también le ofrecían clases de nutrición.

“El ejercicio y la nutrición van mano a mano para poder tener una vida más saludable”, comenta, “y por eso las clases de nutrición son importantes para que yo aprenda más a cómo comer más saludable.”

Desde el comienzo del programa en enero, Montelongo ha batallado en bajar de peso.

La última vez que se pesó dice que pesaba 195 libras (88 kg) y que no ha bajado mucho de peso.

Con el buen humor y personalidad tan optimista, de broma compara su peso y dice “ando como la moneda de México, a veces subo y a veces bajo.”

Christopher Balam, 24, un estudiante e instructor de ejercicio de la clase de principiantes describe a Montelongo “como una persona contenta y energética.”

“José siempre está contento de participar en el programa y siempre está dispuesto a hacer todos los ejercicios”, comenta Balam.

“Es difícil para los hombre asistir al programa porque hay una imagen negativa para los hombre donde la mayoría de los participantes son mujeres”, explica.

Balam está orgulloso de los cuatro hombres que sí atienden.

“Ojalá ellos motiven a unos cuanto hombres a asistir al programa”, dice.

Otro problema para los hombres es el horario.

“Sí hubieron hombres interesados durante la registración”, dice Zambrano, “pero el horario del programa interfiere con sus trabajos”.

Aunque no hay muchos hombres participando en el programa, los que participan le echan ganas al ejercicio.

Eric Hunter, un participante, le comentó a Zambranos que a él le encanta y realmente disfruta atender el programa y aunque se fracturó su rodilla, él seguía atendiendo.

 

El programa está dividido en dos secciones. La primera está dedicada al ejercicio y la segunda a clases de nutrición de 25 minutos.

Después de cada sesión de ejercicio, todos se juntan en un salón y muy atentos toman notas sobre cómo alimentarse mejor.

Esta parte del programa es muy importante para Montelongo por su edad. Él menciona las varias pastillas que se toma al día y explica que los doctores no tienen la menor intención de ayudarlo para mejorar su salud.

“A estos doctores no les importo, nada más soy otro paciente para ellos”, comenta.

Los doctores sólo le dicen que tiene que caminar más y que trate de hacer más ejercicio. Montelongo está consciente del negocio detrás de las pastillas recetadas.

Montelongo lleva 44 años viviendo en Estados Unidos desde su llegada de Juárez, Chihuahua, México.

Cuando llegó a California, hizo su hogar el valle de San Fernando.

Recientemente acaba de dejar su trabajo en el cementerio para dedicarse a cuidar a su hijo que padece del síndrome de down.

Montelongo dedica el tiempo necesario a su hijo, pero no descuida su propia salud.

Ha tomado las sugerencias que ofrecen en la clase de nutrición y explica que se siente con más energía.

Por ejemplo, dice que desayuna algo ligero ante de hacer ejercicio y que ya no come tanta comida grasosa.

Montelongo se hace un licuado con manzanas, uvas y moras junto con un yogur con granola por las mañanas.

Por las tardes ya come vegetales, fruta y ha reducido su consumo de carne.
Cuando va de compras al mercado, Montelongo tiene más cuidado en lo que compra.

“Ahora compro mas vegetables verdes y fruta para mis licuados y poco pescado, estoy reduciendo mi consumo de carne también”.

A Montelongo le preocupan más cosas que su salud. Se da cuenta, por ejemplo, de la falta de programas para ayudar a la gente mayor.

“El gobierno debería apoyar y dar fondos a este tipo de programas, no gastar dinero en la guerra en Irak”, dice. “No se preocupa por ayudar a la gente mayor”.

Montelongo está en desacuerdo en que el gobierno de Estados Unidos se preocupe más en reconstruir los países afectados por las guerras en el medio oriente mientras que los estadounidenses necesitan programas que asistan a la gente de la tercera edad.

Montelongo participa en el programa gratuito que ofrece el parque de San Fernando, pero está preocupado que otros no tengan esta oportunidad

“No se me hace justo que otras personas no tengan la oportunidad de tener programas como estos en sus parques locales”, dice. “Yo estoy muy agradecido de tener este programa cerca de donde vivo”.

Al terminar su ejercicio y clase de nutrición por la mañana, Montelongo se sube a su bicicleta y continúa con su día teniendo en mente cómo mejorar sus hábitos alimenticios para vivir un estilo de vida mejor.

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