La acción de los Dream 9 promueve el sueño de un mundo sin fronteras y cuestiona de raíz la idea de una reforma migratoria que no sea humanitaria y que no reconozca el carácter transnacional y global de la migración; a contracorriente del Congreso, el gobierno de Obama y la propia Acta del Sueño, o Dream Act.
Por JACQUELINE GARCÍA
EL NUEVO SOL
Ceferino Santiago, de 21 años, era un estudiante atleta de Lafayette High School en Lexington, Kentucky. En 2010, fue nombrado uno de los mejores atletas en la categoría de “cross country”. A los 18, Santiago ya era un joven independiente con ganas de salir adelante para poder ayudar a su familia. Sin embargo, sus sueños se truncaron cuando en abril de 2012 se vio forzado a regresar a su natal San Cristóbal Amatlán, Oaxaca, en México, debido a una severo problema en el oído, el cual requería una cirugía.
“Yo trabajaba y estudiaba, y aquí me cobraban $25 mil dólares por la operación”, dice Santiago, quien en ese momento ignoraba por completo la oportunidad que se iría de sus manos. “Regresé a Oaxaca y allá me curaron y me cobraron sólo $1,000 dólares”.
Tres meses después de su regreso a Oaxaca, Santiago se enteró por las noticias que Obama había firmado la orden conocida como Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés), la cual ofrecería permisos de trabajo renovables por dos años a los jóvenes que habían llegado a Estados Unidos antes de los 16 años y calificaran bajo ciertas características. Santiago cumplía con casi todos los requisitos, pero había quedado fuera del programa puesto que no estaba en Estados Unidos en ese momento.
Después de vivir por un año en Oaxaca, y al ver los peligros en el país para los retornados y las escasas oportunidades para sobresalir, Santiago pensó regresar una vez más a Estados Unidos. Por medio de su hermano Pedro, quien vive en Kentucky, se enteró que un grupo de jóvenes estaban reclutando dreamers retornados a México para hacer una acción conjunta.
En Oaxaca, Santiago conoció a Lizbeth Mateo, quien se unió a Lulú Martínez de Chicago y Marco Saavedra de Nueva York, todos miembros de la Alianza Nacional de la Juventud Inmigrante (NIYA por sus siglas en inglés), para iniciar la primera acción transnacional de protesta que pusiera los reflectores en los dreamers que, como Santiago, habían quedado fuera de DACA, y que, al mismo tiempo, impulsara un movimiento transnacional por los derechos de los inmigrantes. Estos tres dreamers en Estados Unidos se unieron con seis dreamers retornados a México, incluyendo Santiago, y decidieron comenzar una travesía sin precedentes el 22 de julio de 2013, al cruzar la frontera pidiendo primero una visa humanitaria y luego asilo político.
A pesar de que los medios de comunicación en inglés crearon una controversia artificial alrededor de una supuesta división en el movimiento en favor de los inmigrantes, lo verdaderamente novedoso de esta acción fue la inclusión millones de jóvenes que habían sido excluidos de las propuestas del Dream Act y de la política de acción diferida puesta en marcha por el presidente Obama en agosto de 2012, tanto en México como en Estados Unidos: 3.2 millones de jóvenes en total.
En México, se calcula que desde 2005 hay 500 mil jóvenes (de entre 18 y 32 años) que han regresado al país, ya sea por deportación o retornados por circunstancias personales, según estimaciones de Jill Anderson, investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM. Y en Estados Unidos, hay 2.7 millones de jóvenes menores de 30 años que, según el Centro Hispano Pew, no califican para DACA, y por ello tampoco calificarían para las propuestas públicas del Acta de Sueño, o Dream Act.
Para Anderson, coautora del libro de testimonios Los Otros Dreamers, el cual se publicará en marzo de 2014, es vital apoyar a los dreamers de ambos lados de la frontera en su lucha en ambos países debido al carácter transnacional del problema:
“Espero podamos acompañarlos en su lucha en Estados Unidos y México”, dice, “poniendo peso y valor a la realidad de familias transnacionales, de identidades transnacionales y de comunidades transnacionales, en vez de recurrir a una visión de ‘una reforma migratoria amplia’ cada vez más obsoleta”.
William Pérez, profesor de educación de la Universidad de Claremont y autor de We are Americans: Undocumented Students Pursuing the American Dream, coincide en que lo novedoso de la acción es su carácter transnacional.
“El movimiento está creciendo en México debido a las deportaciones de recientes graduados de preparatorias y universidades antes que se aprobara DACA, y aquellos que se fueron a México por voluntad propia”, dice. “Y como tienen el mismo talento que los dreamers en Estados Unidos, ellos han comenzado a organizarse para que se escuchen sus voces”.
Y eso fue lo que sintió Ceferino Santiago el 22 de julio pasado, cuando después de hacer una protesta pacífica en la frontera con Nogales, Sonora, él y otros cinco jóvenes que vivían en México—Claudia Amaro, Mario Félix, Adriana Gil, Luis León y María Peniche— pidieron ingresar a Estados Unidos, solicitando primero una visa humanitaria y luego asilo. Su odisea fue captada en video y compartida en las redes sociales donde más de 10 mil personas pudieron ser testigos, en vivo, de ese histórico acto.
“Era totalmente nuevo para mí, me sentía muy emocionado y feliz”, dice Santiago, quien deseaba con ansias estar de nuevo en el país que considera su casa. “Es algo nuevo que no se había hecho antes, pero queremos luchar y hacer un cambio en este país”.
Sin embargo, al cruzar la reja de metal, la visa humanitaria les fue negada y los 9 dreamers fueron detenidos y llevados al Centro de Detención Florence, en Arizona, y posteriormente transferidos al Centro de Detención Eloy, en el mismo estado, en donde estuvieron hasta el 7 de agosto, cuando fueron liberados después de que su petición de asilo fuera considerada meritoria por las autoridades.
Pero mientras estuvieron en detención, dice la investigadora Anderson, los Dream 9 sacaron a la luz varios problemas que enfrentan las más de 429,000 personas detenidas en más de 250 centros de detención de inmigrantes (Ver el mapa interactivo del boom de los centros de detención, producido por PBS Frontline.)
“En nuestro mundo globalizado, tanto económicamente como por la tecnología”, dice Anderson, “sabemos que nuestra realidad es otra. Y estos jóvenes están demostrando los abusos del gobierno estadounidense dentro de los centros de detención, y también un posible futuro interconectado”.
El pasado 30 de julio, por medio de una llamada telefónica, por ejemplo, una de los Dream 9, Lizbeth Mateo, pudo corroborar la falta de atención en casos de los detenidos:
“Hola soy Lizbeth Mateo… las condiciones aquí no son las mejores”, dijo en conversación telefónica hecha pública vía YouTube por la Alianza Nacional de la Juventud Inmigrante (NIYA). “Hay muchas mujeres aquí que llevan esperando meses para que revisen sus casos. Algunas llevan hasta tres años esperando. Todas siguen esperando… y muchas tienen miedo de rebelarse porque si lo hacen, las pondrán en celdas de aislamiento”.
Para algunos observadores, la acción de los Dream 9 representa algo sin precedente en Estados Unidos, pero otros apuntan que esta acción es simplemente una extensión de una lucha más antigua por llevar a la práctica los derechos civiles establecidos en la Constitución.
Jorge García, profesor de Chicano Studies de la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN por sus siglas en inglés) enfatiza que en el documento de la declaración de independencia, el concepto de “All men are created equal (Todos son creados iguales)”, y todos tienen ciertos derechos garantizados, nunca ha casado con la realidad estadounidense.
“La definición de ‘todos’ no incluía a la mayoría” dice García, ya que no incluía a las mujeres, a los esclavos y las personas definidas como no-blancas. “Entonces, poco a poco se ha ido ensanchando la lucha de la gente y los que están excluidos de la palabra ‘todos’”.
García compara el movimiento de los Dream 9 con el que a él le tocó pelear en contra de la guerra de Vietnam, o el movimiento de los derechos civiles de los 50 y 60 impulsado por los afroamericanos. “Es una vida [propia] de 50 años de ver y participar en la lucha y ampliar la definición de los derechos civiles,” dice García.
Después de un año, las autoridades migratorias han recibido 557,412 solicitudes de acción diferida o DACA–74.5 por ciento han sido aprobadas y uno por ciento han sido negadas. Esta cifra es la mitad de los más de 900,000 que califican inmediatamente y aproximadamente un tercio de los 1.7 millones de jóvenes que se estima calificarán para este programa.
Lo que molesta a los inmigrantes indocumentados es que pese a que el gobierno del presidente Barack Obama dice estar a favor de una reforma migratoria, Obama va en camino a convertirse en el presidente que ha deportado a más indocumentados desde 1892, cuando comenzaron a registrarse las deportaciones, hasta 2007, antes de que Obama llegara a la presidencia.
Para 2014, cuando Obama termine su mandato, se estima que su gobierno habrá deportado a más de 2.1 millones de inmigrantes, de acuerdo con una proyección de Tanya Golash-Boza, profesora de sociología de la Universidad de California en Merced. Muchos de estos deportados son jóvenes que calificarían para DACA.
Tal es el caso de Nancy Landa, quien es miembro de Los Otros Dreamers, un grupo de estudiantes retornados a México que por medio de las redes sociales se han aliado para contar sus testimonios y ayudarse en cuanto a educación o trabajo se refiere. Landa se graduó de CSUN y fue deportada en el 2009 después que ella y su familia fueran víctimas de un fraude de un notario.
Landa comenta que aunque se ha podido adaptar a vivir en México con nuevas metas, no olvida que Estados Unidos, al desplazarla, le quitó la oportunidad de valorar su trabajo.
“Una parte que nunca voy a negar es que soy parte estadounidense”, dice. “Ese país me vio crecer, invirtió en mi educación, pero me expulsó y no vio que yo podía ser una ciudadana contribuyente [a la sociedad]. Ahora como dreamers en México, [queremos] crear mejores condiciones para todos los inmigrantes”.
Es por eso que Los Otros Dreamers enviaron al presidente Obama una carta de apoyo a los Dream 9. Su objetivo era recalcar que la lucha de los dreamers trasciende fronteras y pese a que ellos no pudieron continuar su futuro en E.E.U.U. no están dispuestos a que siga la separación de las familias,
“Los Otros Dreamers apoyan a Dream 9 porque nos representan, somos soñadores que hemos sido deportados u obligados a salir del lugar que considerábamos nuestro hogar debido a un deficiente sistema de inmigración. Ahora, Los Otros Dreamers y Dream 9 dependen de su liderazgo para crear un camino de regreso a casa”.
Por su parte, Daniel Arenas, de 24 años y otro dreamer retornado que vivia en Carolina del Sur, dice que la lucha continúa en ambos países: “Los apoyamos [a los Dream 9] y esperamos que puedan quedarse con sus familias”, dice Arenas, “Y si por cualquier razón algún día quieren regresar, los vamos a seguir apoyando para que tengan éxito en México”.
“Las acciones de los Dream 9 han ampliado la conversación acerca de la reforma migratoria”, dice el profesor Pérez. Antes de que los nueve dreamers hicieran un movimiento más amplio, explica, la discusión se centraba solamente en la legislación que daría ciudadanía a jóvenes y adultos, visas y más seguridad en la frontera.
Sin embargo, ahora con sus acciones han sacado a la luz más problemas que necesitan atención: “los procedimientos en los centros de detención, cómo son tratados los presos indocumentados y los largos periodos de tiempo que permanecen encarcelados,” dice, “así como la separación de padres e hijos debido a los periodos tan largos en los centros de detención. Esto se ha vuelto igual de importante en la conversación de una reforma migratoria actualmente”.
La acción de los Dream 9 marca la maduración del movimiento dreamer en Estados Unidos. En este país, la acción de los dreamers data de fines de los 90 y tiene sus primeros resultados en materia de políticas públicas en el 2001. La Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales (NCSL por sus siglas en inglés) menciona que Texas y California fueron los pioneros en instaurar políticas que permitieran a estudiantes indocumentados pagar cuotas iguales a las de otros residentes de los estados y ahora 14 estados más han establecido políticas similares. En el 2001, también fue la primera vez que se introdujo en el Senado de la propuesta de ley de Dream Act, la ley que propone legalización de estudiantes indocumentados bajo ciertas condiciones.
Mientras tanto, los nueve dreamers fueron puestos en libertad para regresar a sus hogares mientras el proceso legal sigue su curso. Lo insólito del caso fue la rapidez con la que actuaron las autoridades, presionadas por protestas y peticiones de clemencia. La mayoría de las peticiones de asilo pasan este primer requisito, pero ello no significa que hayan conseguido asilo. Éste es apenas el inicio de su proceso que puede durar años.
Por ello, Ceferino Santiago se encuentra junto a sus hermanos y listo para comenzar el nuevo semestre en Bluegrass Community and Technical College en Lexington, Kentucky, pero no olvida que desde que se unió a los dream 9 su vida ha cambiado: “Por el momento, quiero empezar el colegio y después ayudar a la comunidad tanto como ellos nos han ayudado”, dice, “quiero luchar por aquellos dreamers que merecen regresar con sus familias y vivir en un mundo libre”.
Tags: activism activismo Adriana Gil Alianza Nacional de la Juventud Inmigrante Arizona asilo político Bluegrass Community and Technical College Ceferino Santiago Centro de Detención Eloy Centro de Detención Florence Centro de Investigaciones sobre América del Norte Centro Hispano Pew Claremont Graduate University Claudia Amaro CSUN DACA Daniel Arenas Deportación Dream 9 Dream Act dream9 dreamers frontera Jill Anderson Jorge García Kentucky Lafayette High School Lexington Lizbeth Mateo Los Otros Dreamers Luis León Lulú Martínez Marco Saavedra María Peniche Mario Félix National Immigrant Youth Alliance NIYA Oaxaca soñadores William Pérez