Por CINDY VON QUEDNOW
EL NUEVO SOL
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María tuvo a su primera hija en un carro, sin la ayuda de un médico o especialista.
“No había luz, ni agua, [ni] alguien [que] me ayudara”, recuerda María entre lágrimas. “La bebé tenía hambre, quedó colgada del cordón umbilical. Hasta que alguien nos rescató, me llevó al lugar de emergencia… no aguantaba el dolor”.
Después del susto, María nunca tuvo el apoyo de sus padres.
“Siempre me decían: ‘vete con tu bastardo a otro lado, aquí nomás apestas’”.
María se sintió obligada a emigrar a Estados Unidos y dejar a su hija atrás en Jalisco, México. Cuando regresó unos años después, para buscar a su hija, su mamá no se la quiso dar, quería que firmara unos papeles para que ella pudiera adoptar a su nieta. María no firmó nada, pero dejó a su hija por segunda vez.
En EE.UU. María tuvo tres hijos con su nuevo marido, quien la golpeaba y aislaba. Cada vez que ella se embarazaba, él trataba de matarla y hasta amenazaba matar a su hija en México para mantenerla a su lado.
María compara su aislación con vivir atrapada en un hoyo.
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María dice que cuando su mamá se dio cuenta de su relación violenta, en vez de ayudarla o apoyarla, más bien se alejó de ella y cortó comunicación entre María y su hija.
“Pasé años sin saber de ella, yo le escribí cartas, le llamaba por teléfono, no recibí nada”, explica María. “Hasta que me separé de los papás de mis hijos empecé a tener comunicación con ella.
Hace cuatro años María pudo dejar a su marido y ayudó en una investigación criminal, la cual usó para calificar para la Visa U.
Después de vivir en una relación violenta, María le prometió paz y felicidad a sus hijos.
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Ahora, ella está lista para solicitar su residencia permanente y restablecer contacto y una relación con su hija, quien ahora tiene 18 años.
María se siente como una nueva persona y se dedica a estudiar y ayudar a mujeres en su misma situación.
“Desde que terminé la violencia doméstica, me he cambiado, di un giro como de 90 por ciento en mi persona, me siento más fuerte”, cuenta María. “Perdí mucho por estar en una relación enfermiza. Entendí que para mí no tiene que haber barrera para nada. Yo he platicado mucho de mi caso para que algunas mujeres que están pasando por lo que la pasé yo… se quieran mucho, se valoren y que [sepan que] hay ayuda siempre para uno, no están solas”.
Despues de tantos años de vivir en la oscuridad, María tiene esperanzas y metas para el futuro.
“Sigo llorando todavía, pero mi herida no se cierra, o mi dolor, pero tengo la fe y la esperanza de algún día poder ir a México y regresar a mi madre”, señala María. “Esa es mi ilusión, abrazar a mi mamá y a mi hija”.
María comparte sus esperanzas para el futuro.
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