En la mayoría de culturas alrededor del mundo existe la violencia doméstica y la comunidad latina no es la excepción de ello. Según el CDC uno de los síntomas que usualmente están involucrados con la violencia doméstica es el uso del alcohol y las drogas.

Un estudio realizado por el Centro Para el Control y la Prevención de Enfermedades indica que más de un millión de mujeres son abusadas físicamente cada año. (Illustracion por Pearleen Kaur / El Nuevo Sol)

Por ALEJANDRA CRUZ
EL NUEVO SOL

Eugenia (nombre ficticio por seguridad) sufrió por más de 40 años de violencia en su hogar por el abuso de alcohol de su esposo.

“Le teníamos mucho miedo todos, porque cuando él llegaba a la casa tomado, todos corrían a esconderse o hacerse los dormidos”, recuerda Eugenia. “Él llegaba y, si estaban dormidos, con el cinturón los levantaba”.

Un estudio realizado por el Centro Para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) indica que más de un millón de mujeres son abusadas físicamente cada año en Estados Unidos.

En la mayoría de culturas alrededor del mundo existe la violencia doméstica y la comunidad latina no es la excepción de ello. Según el CDC uno de los síntomas que usualmente están involucrados con la violencia doméstica es el uso del alcohol y las drogas.

El esposo de Eugenia nunca la dejó estudiar ni trabajar. Además de hacerle daño, su esposo también abusó sexualmente de su única hija. Cuando Eugenia se dio cuenta, era difícil creer que un padre podría hacerle tanto daño a una hija.

Algo similar le pasó  a Iris (nombre ficticio), una mujer de 35 años quien, casi muere a manos de su esposo, por temor de que el gobierno le quitara a sus hijos. Su esposo, igual que el de Eugenia, bebía mucho alcohol y consumía drogas. La influencia de estas sustancias hacían que él alucinara y la golpeaba pensando que ella le era infiel con otro hombre.

“Él se drogaba y, ese día que me pegó, andaba drogado”, señala Iris.

Su esposo le había dicho que la iba a dejar paralítica para que ella ya no pudiera salir. La última vez que la lastimó, trató de fracturar sus rodillas con una herramienta para arreglar carros con el propósito de que ella ya no caminara más.

Ese día tuvo la suerte de escapar de las manos de su victimario, pero aun así, ella dudó en acudir a la policía por ayuda.

En el caso de Rita, 46, (nombre ficticio), el alcohol no sólo consumía a su primer esposo, sino también a ella. “Él tomó ventaja de mí y estos fueron los efectos del alcohol”, expresa.

Otro factor muy importante en la cultura latina es que a las mujeres se les enseña que ellas solamente deben de preocuparse por su esposo y sus hijos.

Consuelo Cardona, terapeuta en violencia doméstica en el Centro de Mujeres del Este de Los Ángeles (ELAWC, por sus siglas en inglés) dice que esto hace que ellas soporten la violencia que hay en el hogar. Cardona dice que en la cultura latina las mujeres tienden aceptar todo lo que el hombre dentro y fuera de casa y es por ello que las mujeres no saben cómo salir de esas relaciones abusivas.

Este factor cultural fue parte esencial por su sufrimiento Eugenia. Ella creía necesario guardar las apariencias por el bien de sus hijos y su familia en general.

“Yo me quedé con él por mucho tiempo porque tenía esperanza que él cambiaría”, explica. Pero ese cambio nunca llegó.

Rita sentía el mismo compromiso de que tenía que aguantar todo el maltrato ocasionado por su primer y segundo esposo porque debía tener un marido.

“Ante la sociedad, uno  tiene que tener un hombre”, cuenta. “A mí se me decía ‘Si tú no tienes una pareja, no vales nada, porque en el hogar tiene que haber un hombre, (el) cual es el ejemplo (del hogar), es el sostén fuerte’”.

Estas tres mujeres han sufrido heridas profundas emocionales que siguen viviendo y sufriendo. Hoy en día, ellas están tratando de superar todos esos temores ocasionados por los que ellas pensaban eran los amores de sus vidas.

Con la ayuda profesional de psicólogos y terapeutas estas tres madres han llegado a un mejor nivel de seguridad personal. Pero las heridas aun permanecen.

Después de tantos años de maltrato, Rita se compara a una muñeca triste y olvidada. “Yo me siento como una muñequita fea que está toda llena de polvo y le falta un brazo y tiene una pierna rota”.


Tags:  Alcohol Alejandra Cruz Violencia doméstica

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