Siete de cada 10 mujeres no decidieron ir a un refugio de violencia doméstica. La principal preocupación de las mujeres inmigrantes es que si denuncian a sus parejas, no podrán seguir manteniendo una vivienda estable.
Por JACQUELINE GUZMÁN
EL NUEVO SOL
Mónica, 40 (apellido omitido para proteger su identidad) continúa viviendo con quien por 25 años la ha agredido física y verbalmente. La pareja se casó cuando ella tenía 16 años después que salió embarazada y desde entonces los maltratos físicos comenzaron. “Siempre me pegaba con el puño cerrado, me iba a mi casa y él llegaba al tercer día, me llevaba las rosas, claveles y me decía ‘perdóname no lo vuelvo a hacer’ y esa era la historia siempre”.
Con el tiempo los problemas se fueron agudizando. Después que su hija nació, él decidió emigrar a Estados Unidos y Mónica lo acompañó. Aquí los maltratos empeoraron: “Nos acostábamos a dormir y había veces en que yo me despertaba como a las 2 ó 3 de la mañana y mi hija [de 5 años] estaba parada al lado de mí sin dormir y entonces yo le decía ¿qué te pasa? Y ella me decía, ‘duérmete mamá, yo te estoy cuidando’ y era algo tan horrible porque en vez de que yo la estuviera cuidando, ella me cuidaba a mí, porque veía que su padre llegaba tomado y me pegaba”.
Por lo regular la incidencia de violencia doméstica en la comunidad latina es más alta de lo que indican las estadísticas oficiales. Muchas veces no son denunciados a las autoridades debido al aislamiento y al miedo que experimentan las inmigrantes latinas, menciona el informe Ecos del Silencio. Éste fue el caso de Mónica, quien no le hablaba a la policía por sus temores, “Yo pensaba, lo van a meter a la cárcel y ¿qué va a pasar? ¿Qué voy a hacer yo? ¿Quién me va a pagar la renta? ¿Quién me va a dar para comer? Quién le va a comprar zapatos a la niña?”.
Una encuesta en el informe menciona que 7 de cada 10 mujeres no decidieron ir a un refugio de violencia doméstica. La principal preocupación de las mujeres inmigrantes es que si denuncian a sus parejas, no podrán seguir manteniendo una vivienda estable.
Juana Flores, co-directora de Mujeres Unidas y Activas (MUA) dice que muchas veces son las mismas mujeres quienes deben saber poner límites para impedir que la violencia siga creciendo. “Tenemos mujeres que han estado aquí por muchos años pero la violencia todavía continúa. Han crecido sus hijas y es la misma cosa con las hijas” dice, “Cómo le puedes decir a tu hija que salga de esa relación cuando usted no sale y no ha hecho cambios, eso es lo que le esta enseñando a la niña”.
Miriam, 28 (apellido omitido para proteger su identidad) dice que se casó con un hombre que había conocido en México. “Él se había ido de EE.UU., nos casamos y nos vinimos, pero aquí es donde conocí al verdadero [hombre]”. Miriam dice que por mucho tiempo no sabía que estaba viviendo violencia doméstica. “Él trabajaba dos turnos y a cada rato me estaba llamando, preguntando que qué estoy haciendo… Que si ya cocine… Que si está bien el niño… Y yo sólo me la pasaba en mi cuarto”.
En el 2004 Miriam se acercó a MUA con la intención de que ayudaran a su hijo de 3 años, porque no hablaba. Mientras veía los grupos comenzó a identificarse con varias mujeres: “Yo venía a MUA y no lo decía. Tenía vergüenza y cuando venía sólo era por una hora y me iba corriendo para que él no se diera cuenta”. Cuando decidió separarse de él se dio cuenta de que estaba embarazada de su segundo bebé.
Flores dice que en cuanto las mujeres llegan a pedir ayuda, MUA les que vayan a terapias; “Ellas y los niños porque la verdad los niños están afectándose mucho. En los entrenamientos de violencia doméstica siempre tenemos un tema bien largo sobre los efectos secundarios a los niños que están presenciando la violencia”, agrega.
Miriam dice que ahora entiende que los maltratos que su hijo presenciaba son las posibles causas de que no hablara. “Desde mi embarazo, el padre no quería que nazca el bebe”. Cuando nació, Miriam tenía que salir a escondidas con él. “Una vez el me pego enfrente del niño [5 años] y me trato de ahorcar y desde entonces mi niño le dice ‘por qué le hiciste eso a mami?’ y yo digo que no está bien que el niño este mirando”.
En el 2007 101 mujeres fueron asesinadas en California por sus esposos, ex esposos o novios, de acuerdo al Departamento de Justicia de California. Mónica dice que muchas veces sintió que era mejor morir a seguir viviendo de esa forma. “Yo le decía a el, mátame. Así tu vas a estar bien y yo ya no voy a sufrir”.
Mónica recuerda cuando llegó al grupo de MUA, por invitación de una vecina; “Esa primera reunión fue sobre violencia doméstica. Yo ese día no hablé pero yo estaba llorando porque yo pensé que solo a mí me estaba pasando eso y no era verdad; muchas mujeres también lo estaban pasando”.
“Se debe saber escuchar a una sobreviviente de violencia domestica y ver sus derechos y opciones y que ella decida”, dice Mónica Arenas, especialista en programas en la Fundación para la Prevención de Violencia Domestica (FVPF). “Nosotros pensamos que [las mujeres] no necesitan irse de su casa para recibir ayuda. Incluso hay programas donde las mujeres viven con su pareja y siguen teniendo ayuda, pero siempre con un plan de seguridad apropiado”.
Éste es el caso de Mónica, quien a pesar de ser miembro de MUA por 18 años todavía continúa con quien ha sido su verdugo por años. “Yo no sé si es la costumbre o ya la lástima que ahora tengo por el”. Y es que hace un año a su esposo fue diagnosticado con diabetes, “Cuando lo veo sufrir a mi me da gusto. Y muchas veces le he deseado la muerte. Muchas veces me he preguntado por qué continuo con él. Y yo creo que por lastima. De ahí he agarrado a vengarme”.
Mónica dice no ser una mujer mala, solamente una mujer que ha sufrido mucho. Actualmente continúa participando en las sesiones de terapia, pero ahora la acompaña su hija Ana, quien ha sufrido violencia doméstica desde su niñez, con sus padres, y en la juventud, con su novio. “Ella llega a las terapias y todas la saludan, es muy calmada”, dice Mónica, “Con las terapias he aprendido que sí tengo problemas pero ya no como antes, ya no me pega. Pero ya no hay amor. Porque quién va a vivir con amor cuando te han maltratado te bajan tu autoestima. Me cuesta mucho valorarme, pero yo soy buena persona, yo soy bien a todo dar”, enfatiza Mónica.
Por su parte, Miriam dice que gracias a la ayuda de MUA pudo poner una orden de restricción en contra de su parejay ahora tiene visitas supervisadas con sus hijos. También está aplicando para la Visa U y toma clases de inglés.
“Me siento tranquila, me siento bien. Puedo salir a donde quiera y no tengo que decir, ‘me das permiso, puedo salir’”, cuenta.
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