Los orígenes de la industria alimentaria y del movimiento de la justicia alimentaria en Estados Unidos
POR: RICARDO HERNÁNDEZ Y CYNTHIA RENDÓN
EL NUEVO SOL
“Tenemos compañías como Monsanto, que producen pesticidas y ahora están involucradas en productos transgénicos. Las compañías de comida rápida como McDonald’s, que controlan la comida globalmente, o Wal-Mart, que hace 15 años no tenía presencia en la venta de comida y ahora es globalmente la mayor tienda de alimentos. Éstas, como otras tantas compañías, están detrás de la industria alimentaria”, argumenta Robert Gottlieb, autor del libro Justicia alimentaria mientras presenta su estudio y comparte con los asistentes al evento Origen y futuro de la granja a la escuela (The Origins and Future of Farm to School) en Riverside, California.
El proceso de industrialización de la comida comienza a partir de la primera mitad del siglo xx cuando los alimentos empiezan a ser procesados masivamente, emulando el sistema de producción económico de Henry Ford, productor de automóviles en series, en los países industrializados como Estados Unidos. En los años cuarenta, se populariza el concepto de “comida rápida” (“fast food“). Esto conlleva al control sobre los alimentos que la población consume y de quienes la procesan y distribuyen globalmente, según el libro Justicia Alimentaria.
“El modelo fordista es el sistema en línea de ensamblaje que ha sido usado continuamente y generalizado en todos los sectores de la economía, incluyendo los servicios básicos como la comida,” explica el sociólogo Kazem Alamdari profesor de la Universidad del Estado de California en Northridge.
En Estados Unidos, durante la década de los cincuenta, nacen las grandes cadenas de comida rápida que comienzan a tener mayor control de la agricultura nacional. Se emplea el uso de maquinaria agrícola para mayor producción de productos del campo, disminuyendo los trabajos laborales entre los campesinos. Paralelamente las industrias productoras químicas comienzan a producir pesticidas para controlar plagas en los campos agrícolas. Sin embargo, dichos químicos perjudican la tierra, así como también a quienes la trabajan como los trabajadores campesinos, describe David Halberstam en su libro The Fifties.
“El uso de los pesticidas como el DDT en los Estados Unidos comienza durante la Segunda Guerra Mundial por el ejército norteamericano con el fin de proteger a los soldados de enfermedades como la malaria. Sin embargo, en los años cincuenta, el DDT es empleado por las industrias agrícolas, aumentando la producción anual, pero al mismo tiempo perjudicando al medio ambiente, a los animales y a los seres humanos”, argumenta Rachel Carson en su ensayo La obligación para subsistir.
En la década de los sesenta, la industria alimentaria norteamericana se internacionaliza por el sistema económico de la globalización que se ejerce en las naciones industrializadas.
“Globalización es un sistema de relación global de economía, política, cultura, y de todos los aspectos de la vida cotidiana. Hoy hay más expansión global gracias a la tecnología digital y los niveles de globalización son más altos de los que hubiera a mediados del siglo XX”, Comenta el doctor honoris causa Alamdari.
“En países desarrollados como los Estados Unidos, tenemos comercios globales y producción de alimentos que exportamos a otros países como China, México, Centro y Sudamérica. Esta codependencia de comida es un aspecto de la realidad del mundo industrializado de hoy por la globalización”.
Industrias alimentarias controlan lo que la población consume
El documental Food Inc, dirigido por Robert Kenner enfatiza que en la década de los años setenta, cinco corporativos, como Swift, Tyson, entre otros, controlaban el 25% de las carnes provenientes del ganado vacuno, porcino y avícola. Más de trienta años después, estas mismas industrias controlan el 80 porciento de la producción.
Por un lado, existen grandes producciones de alimentos en las naciones industrializadas. En contraparte, según datos de Naciones Unidas, existen más de 2.5 mil millones de mujeres, hombres y niños que viven en la pobreza extrema, con menos de $2 dólares al día, resultando en altos niveles de malnutrición y hambre crónica.
“Tenemos suficiente alimento en el mundo; no hay escases de comida. El problema es la distribución desigual tanto de alimentos como de recursos. Las naciones industrializadas tienen exceso de alimentos que no están dispuestas a distribuir a naciones necesitadas”, argumenta Alamdari.
“Hay suficientes recursos para cada uno aún si aumentara la población de los más de 7 mil millones de personas en el mundo. Sin embargo, en algunos sectores de producción de alimentos de Estados Unidos, hay exceso de comida que no se consume ni se exporta, sino se destruye por la ley de la oferta y demanda, cuyos precios son determinados por Wall Street, no por los productores que en la mayoría de los casos son países subdesarrollados quienes producen miles de alimentos para las naciones desarrolladas”, dice Alamdari.
Países en vías de desarrollo como México se han visto afectados en su mayor producción agrícola que es el maíz. En un estudio realizado en el 2006 por Sandra Polaski, directora del Proyecto de Comercio, Equidad y Desarrollo, se comprobó que desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre los países de América del Norte que tomó efecto desde 1994, la agricultura y el empleo en México han disminuido drásticamente.
Se han perdido más de 3 millones de trabajos en el campo agrícola mexicano entre 1994 y 2006, afectando principalmente la producción del maíz. Por tal razón, entre 1999 y 2001, el maíz norteamericano se empezó a vender en México con un precio del 30 porciento o más debajo del costo de su producción, anota el estudio.
Los consumidores desconocen de dónde provienen y cómo son procesados sus alimentos, permitiendo a las industrias apoderarse de lo que ellos (la población) consumen. El maíz en los Estados Unidos es procesado y modificado genéticamente. “Nosotros los estadounidenses somos la gente del maíz”, afirma Michael Pollan, autor de varios artículos sobre la industria alimentaria en los Estados Unidos.
“El maíz en EE.UU. es alimento para las aves, el ganado porcino y el ganado vacuno, que después se consume en restaurantes de comida rápida; es la fuente de harina, aceite casero y levaduras. Se encuentra en los glicéridos (grasas) y colorantes en alimentos procesados; esta en los edulcorantes (endulzantes) de los refrescos y hasta en los químicos que hacen brillar la cubierta de tu revista favorita”.
Justicia alimentaria: por el mejoramiento de la vida y la alimentación
El movimiento social de la justicia alimentaria nace en la década de los 90, a raíz de la necesidad de contrarrestar el sistema alimentario apoderado por los grandes corporativos globales quienes dictan qué consume la población a nivel mundial, meciona Robert Gottlieb, activista del movimiento.
“Definimos justicia alimentaria como un cambio en el sistema alimentario, se concientiza cómo se siembra la comida, cómo es producida y procesada, en dónde se vende, cómo son tratados los campesinos, las perdidas de tierras y granjas, los problemas en el medio ambiente. Pero también se enfoca en el sistema de injusticia hacia las personas que son más vulnerables como los trabajadores del campo y de restaurantes, y la población de clase baja que no tienen acceso a mercados de alimentos, siendo ellos las personas más vulnerables que sufren el mayor impacto”, Robert Gotlieb.
“Desde 1942 a 1964, casi 4.5 millones de campesinos llegaron a EE.UU. directo desde México a trabajar en los campos agricolas durante el programa Bracero. Pero cuando el programa terminó, los campesinos fueron retornados o deportados de nuevo a su país natal”, describe Gottlieb en su libro, Food Justice.
“Hoy, en las tierras agrícolas de los condados donde son utilizados los migrantes campesinos, son los más pobres de la nación con altos índices de desempleo, la mayoría viviendo debajo de la línea de la pobreza, casi al punto de la esclavitud y con severas formas de inseguridad de alimentos”, Robert Gotlieb.
Por tal razón, dentro del movimiento de justicia alimentaria, se han creado “nuevos granjeros” para contrarrestar las grandes empresas dueños de los terrenos agrícolas.
“Se ha visto un cambio por primera vez donde la gente se ha involucrado más en el mundo agrícola que de aquellos que han perdido sus tierras. Estos nuevos granjeros son gente joven y también migrantes de otros países que se sienten conectados con la tierra y el medio ambiente y desean ver un cambio en el sistema alimentario”, explica Gottlieb mientras firma un libro en el evento de Riverside.
Un ambiente de activismo y compromiso social se desprende de la gente que comparte la misma perspectiva crítica sobre el estado de las cosas. Una de las promotoras del evento, Bianca Heyming directora del centro educativo sustentable Growcology en la ciudad de Riverside, California comenta los orígenes del proyecto: “La semilla que empezó todo, fue mi esposo y yo queriendo aprender acerca de cómo sembrar alimentos, cómo vivir más sustentable y/o con independencia. No sabíamos nada de agricultura, pero tomamos ventaja de este lugar en Riverside e invitamos a profesores para impartir clases para ayudar a las personas de esta ciudad a aprender a sembrar su propia comida”.
“Cuando empezamos a construir nuestros jardines comunitarios, teníamos muchas familias preguntando si podían traer a sus niños porque sus papás estaban desempleados. Llegamos a tener familias enteras construyendo parcelas, y después de cosechar la comida sembrada, la compartíamos con la gente que había trabajado la siembra”, Bianca Heyming, Growcology.
Aparte de proyectos de justicia alimentaria con familias de bajos recursos a nivel local, Growcology ha creado conexiones con otros paises para la enseñanza de la educación agrícola. Agrega Heyming “Una de las organizaciones hermanas con las que trabajamos es ANIA (Asociación para la Niñez y su Ambiente) en Perú, quienes trabajan con niños en el desarrollo de jardines comunitarios en áreas donde la selva amazónica ha sido devastada”.
“El proyecto Tierra de Niños empezó hace más de 15 años en la zona este del Perú, en la amazonia, por la organización ANIA, donde a los niños se les entrega un espacio de tierra, para que sean oficialmente los guardianes de ésta, para que ellos decidan qué van a hacer en ese lugar siempre y cuando beneficie la biodiversidad y el crecimiento de la vida”, explica Ursula Leyva coordinadora de la institución sin fines de lucro ANIA.
“Ha cambiado bastante, y ahora más que un proyecto de conservación, es un proyecto de sustentabilidad y educación ambiental en general. El proyecto es inclusivo y llega a cualquier niño en cualquier lugar, en cualquier ecosistema, sea en la ciudad o en el campo, en el desierto, playa, bosque, donde fuera, porque los niños van a ser los guardianes del planeta”, Agrega Leyva.
Para más información sobre eventos de justicia alimentaria en su comunidad, visite www.foodjusticebook.org , www.growcology.com y www.mundodeania.org
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