Daniel Carmona Mendoza está contento de ser como es ahora, pero para obtener su felicidad, tuvo que sobre pasar temores y dificultades.
Por KIMBERLY SILVERIO BAUTISTA
EL NUEVO SOL
“No fue fácil porque para llegar al objetivo, yo intenté suicidarme porque ni yo mismo me aceptaba”, dice Daniel Carmona Mendoza. Él sintió que transformarse de María Celia Carmona Mendoza a Daniel Carmona Mendoza iba a borrar su infancia.
Sintió que tenia que empezar desde cero. Tenía miedo de cómo su familia y amigos iban a reaccionar porque todos estaban acostumbrados al verlo como mujer. Aunque sabía que iba enfrentar dificultades, tuvo una satisfacción al transformarse.
“Cuando empecé mi cambio, me sentí con más seguridad”, dice Carmona Mendoza. Desde los tres o cuatro años, él se sentía diferente. Quería ir al baño como hombre y le gustaban las niñas. A él le encantaba ir al campo, pero sus padres no lo dejaban ir “porque mis padres no lo permitían, porque esas cosas son de hombre y no de mujer”, dice.
A los quince años, se fue de su pueblo: San Francisco Cuautlancingo Cerdán, Puebla, México. Al mudarse a la Ciudad de México, trabajó como empleado de seguridad. Los deberes de su trabajo incluían revisar que el personal no se llevara cosa que se supone que no deben tener. Un día, una mujer presentó una queja contra él diciendo que se estaba aprovechando al tocarla de manera inapropiada. Desde entonces, lo “descansaban”. En otras palabras, lo despidieron discretamente. Al sentirse discriminado, sabía que le iba ocurrir momentos como estos en ortos trabajos en México.
Por eso decidió emigrar a los EE.UU con su ex pareja. Ambos llegaron en el año 2000. Daniel huyó de México por ser discriminado, humillado, maltratado y lo difícil que era de que su familia lo aceptara cómo es.
Al pasar los años, obtuvo su primer trabajo como hombre transgénero, trabajando en un lavado de autos. El gerente le preguntó cómo quería que le llamaran porque su porte es de hombre, pero su nombre era diferente. “¿Cómo quiere que le llamemos?”, le preguntó. Carmona Mendoza le dijo al gerente que le llamaran Daniel. Desde entonces, todos los empleados y el gerente lo llamaron Daniel. Esto le dio mucha seguridad en sí mismo.
Para completar su cambio de género, decidió tomar hormonas. Obtuvo apoyo al ir a un centro LGBTQ con psicólogos y otros recursos. Las hormonas cambiaron su voz, su cabello está delgado, corto y tiene vello en su cuerpo. Sin embargo, las hormonas le han cambiado su carácter. “Yo antes era como mas alegre y me he vuelto un poco neurótico que me pongo de malas, me irrito muy fácil”, dice. También cayó en depresión porque no sabía cómo le iba a decir a sus amistadas que él es un hombre transgénero. “Tenía miedo de decirles porque temía perderlos”, dice.
Carmona Mendoza tuvo el valor de decirle su verdad a sus amistadas, familiares y al amor de su vida. Conoció a Gumarra en un grupo que se llama Cuatro y Quinto Paso de Alcohólicos Anónimos en una iglesia. La conoció en un retiro y empezó a gustarle. Tuvo miedo de decirle que era un hombre transgénero porque pensaba que lo iba rechazar. Gumarra no podía creer que era un hombre transgenero, pero lo aceptó como es. Dos meses después, iniciaron una relación. Síes meses pasaron, Daniel le pido matrimonio enfrente de la comunidad de la iglesia. “Cuando nos dimos a presentar la relación ahí, a ella le pedí matrimonio, y fue una emoción muy grande”, dice feliz.
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