“Me llamaban y preguntaban: ‘¿En verdad estas mala? ¿Puedes trabajar aunque sea un poquito?’”
Por JANNETTE ALVARADO ROMERO
EL NUEVO SOL
Desde la preparatoria, mi mejor amiga Jakaranda Alvarado (sin parentesco) sabía que iría a la universidad. Esa idea había perforado hasta el último rincón de su mente. Desafortunadamente, no fue suficiente querer continuar con sus estudios. La vida le puso diferentes obstáculos que no fueron difíciles de superar. Jakaranda tuvo que dejar la escuela para poder trabajar de tiempo completo y así tener dinero para sus gastos. De repente, y sin ninguna advertencia, se convirtió en una trabajadora joven más.
De acuerdo con el estudio realizado por el Centro Laboral de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), un trabajador joven es aquella persona entre las edades de 18 y 29. Muchos trabajadores jóvenes ocupa un puesto en restaurantes, supermercados, restaurantes de comida rápida y tiendas de venta. EL trabajador joven trabaja para vivir y no por diversión. Al comprar a Jakaranda con lo que el Centro Laboral llama un trabajador joven, pude ver que ella encajaba con la descripción.
Jakaranda ha sido mi mejor amiga por casi 10 años. Siempre creí conocerla como la palma de mi mano, pero en algún momento me di cuenta que no sabía ni la mitad de su experiencia como trabajadora joven. Cuando nos graduamos de la preparatoria, las dos fuimos a colegios comunitarios diferentes. Yo seguí con mis estudios, pero desafortunadamente después de un año y medio Jakaranda dejó la escuela. Inmediatamente después, comenzó un empleo en el restaurante Coco’s como anfitriona. Al principio, al preguntarle cómo le iba, contestaba que le iba bien. Me contaba historias de clientes famosos que comían en el restaurante o sobre los nuevos amigos que había hecho. Poco después, su actitud fue cambiando más. Aparentemente, los gerentes no eran comprensivos con las personas nuevas y esperaban que trabajaran como si tuvieran mucha experiencia.
La primera vez que tuvo un percance con un supervisor fue por un simple error. El supervisor se disgustó con Jakaranda y le gritó enfrente de un par de clientes. Hasta la fecha, al hablar de ello, Jakaranda puede sentir la vergüenza que sintió en ese momento. Ella no podía creer que le llamaran la atención de una forma tan vergonzosa. En ese tiempo, ella era la trabajadora más joven, y los demás empleados y supervisores la trataban como niña pequeña. El maltrato por parte de supervisores, compañeros o clientes es muy común entre trabajadores. La mayoría de trabajadores no reportan el maltrato porque creen que es algo que viene con su puesto. EL Centro Laboral encontró que el 57.3 por ciento de trabajadores había experimentado algún tipo de abuso verbal.
“Yo sentía que así era el trabajo”, comenta Jakaranda. “Se suponía que los supervisores sabían más que yo. Cuando me pedían que hiciera algún trabajo que les correspondía a ellos, yo no lo pensaba dos veces. Ellos estaban a cargo del restaurante y eran superiores, así que hacía todo lo que me pidieran. Yo no sabía que eso era malo”.
Aunque a Jakaranda no se le hiciera malo, obligarla a cumplir con un trabajo que no le pertenecía se convertía en una especie de robo de salario. Esto significa que no le iban a pagar el salario que le pagan a un supervisor porque ese no era su puesto aunque ella haya sido la que hizo el trabajo.
Para poder trabajar cómodamente, un horario fijo es indispensable. Cuando se tiene un horario fijo se puede planear la semana de acuerdo con los días de trabajo y cualquier otra obligación. En el caso de Jakaranda eran raras las semanas que tenía su horario de trabajo a tiempo.
“Te tienen que dar tu horario con dos semanas de anticipación pero la mayoría de las veces lo mandaban hasta tres días antes de comenzar la semana”, dice. “Se me hacía difícil organizarme con mi familia. Yo me hacía cargo de recoger a algunos de mis hermanos de la escuela y mi mamá recogía a los demás, pero al no tener mi horario, se me hacía difícil. Y mucho más para mi mamá, porque no sabía si podía contar con mi ayuda o no”.
En su trabajo tampoco respetaban los días de descanso. En cualquier momento podían llamarla y exigirle que se presentara a trabajar. En una ocasión, Jakaranda uso su día de descanso para tomar un paseo a Disneyland con su familia. Lo que debería haber sido un día divertido en familia se convirtió en tristeza y confusión cuando recibió una llamada del restaurante. Su supervisora le dijo que no tenían suficiente trabajadores y necesitaban que se presentara. Nunca le preguntó si podía ir. Jakaranda le contestó que no podía ir porque no estaba en su casa. La supervisora, en el otro lado de la línea telefónica, le contestó: “Ni modo, qué se puede hacer”, y le colgó. Jakaranda me contó lo horrible que se sintió en ese momento, como si tener un día de descanso fuera algo malo.
Por necesidad económica, Jakaranda siguió aguantando las condiciones de su trabajo. Desafortunadamente, su experiencia en Coco’s no mejoró.
“Me acuerdo lo preocupada que estaba el día que se lastimó su dedo”, me comentó su mamá, María Dueñas. “No le tenía miedo a toda la sangre, sino a tener que llamar al restaurante para decirles que no se iba a reportar ese día”. Ella se refiere al día en que Jakaranda se quebró una uña acrílica que le causó que su uña verdadera se quebrara. Jakaranda recuerda ese día con vergüenza.
“No puedo creer que tenía miedo llamar al trabajo y decirles que tenía que ir al hospital y que por eso no podía ir al trabajo” comenta, “pero me molesta más la forma en que actuaron al oír la noticia” Después de buscar la fuerza interna necesaria para llamar a su gerente y decirle lo sucedido, Jakaranda recibió la respuesta que tanto temía. Su supervisor le dijo: “¿Te quebraste una uña y por eso no puedes venir? No lo puedo creer. Ya llamaste a alguien que te reemplace porque si no, tienes que venir”. Jakaranda procedido a explicarle que buscaría a otro trabajador que pudiera cubrir su día antes de ir al hospital.
“Lo único que le importaba era que consiguiera alguien que me cubriera” dice. “Nunca me preguntó si estaba bien o necesitaba ayuda. Creo que pensó que era vanidad y no una emergencia verdadera. Otra vez me sentí culpable y busqué cómo arreglarme el dedo para poder ir al trabajo. Fue en ese momento que mi mamá entendió que cuando le decía que el trabajo me trataba mal, no estaba exagerando”.
Para Jakaranda, sus tragos amargos en el trabajo no habían terminado. Como pasa seguido en la vida, se volvió a enfermar. Estuvo en el hospital y por razones médicas, los doctores le prescribieron medicamentos y le dijeron que no era prudente trabajar. Necesitaba reposo para que su cuerpo reaccionara bien a los medicamentos. Una vez más, Jakaranda tenía que ausentarse del trabajo. Primero, fue mi mamá quien llamó al trabajo para reportar la enfermedad de Jakaranda. Después, fue Jakaranda quien llamó para decirles que necesitaría algunos días. Su gerente le dijo que si faltaba otra vez necesitaría mostrar un comprobante del doctor, algo que ella tenía. Jakaranda me dijo que aunque sabían que estaba enferma y no podía trabajar, le seguían llamando para preguntarle si podía ir.
“Me llamaban y preguntaban: ‘¿En verdad estas mala? ¿Puedes trabajar aunque sea un poquito?’”
En ese momento, Jakaranda decidió que ya no podía seguir trabajando ahí. No era ni su culpa ni del restaurante que se había enfermado con frecuencia, pero la insensibilidad con la que la trataron la dejó sintiéndose mal. Con la ayuda de una prima, Jakaranda llamó a las oficinas del restaurante. Reportó todo lo que le había pasado en el trabajo. La persona en el otro lado de la línea se sintió muy avergonzada que esto le había pasado a Jakaranda y le ofreció una disculpa. Sintiéndose respaldada después de su llamada, Jakaranda decidió dejar el empleo. Se presentó al restaurante con su carta de renuncia y de una manera cortés se despidió y dio gracias por el tiempo que le dieron trabajo.
Muchas veces, el querer y necesitar trabajar para ayudarnos a nosotros o a nuestros padres económicamente nos ciega a las injusticias que se cometen en contra nuestra. Ser joven no es una razón por la cual los trabajadores jóvenes tengan que soportar abuso. Es importante que como trabajadores, conozcamos nuestros derechos y no tengamos miedo de alzar la voz en contra de las injusticias. También es importante demostrarle a nuestros padres y a las siguientes generaciones que cuando nos quejamos de algo, no es así nada más. Es importante creerles a los hijos cuando buscan el apoyo de sus padres. La mamá de Jakaranda se dio cuenta que ella no exageraba cuando se quejaba de su trabajo y aprendió a hablar con su hija de sus problemas para así ayudarla mejor.
Ahora, Jakaranda tiene otro trabajo, pero ya sabe que se merece el mejor trato. Esta más dispuesta a decir algo si se siente atacada. Tiene el apoyo de sus padres y sabe que ser trabajadora joven no es malo, sino algo digno de respeto.
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