“Dejar a un país que se ama, es lo más difícil que puede haber”, dice la fotógrafa mexicana Nin Solís, después de fotografiar a los otros dreamers para el libro del mismo nombre.
Por NATHALY ALCALÁ
EL NUEVO SOL
Ella ha viajado a diferentes partes del mundo, como Rusia, Alemania, España, Argentina y Estados Unidos. Habla español, inglés y alemán. Le gusta mucho viajar y siente que su mente se abre cada vez que conoce un lugar nuevo. Se considera una mujer nómada. Sin embargo, a pesar de no tener dirección fija, sabe muy bien lo que desea hacer en la vida, y eso es fotografiar.
Su nombre es Nin Solís, una mexicana de 34 años nacida en la ciudad de Puebla. Con un acento único, cuenta que sus mejores amigas son de Japón y Costa Rica, por lo cual el haber estado en diferentes países y haber tenido contacto con distintas culturas, la ha convertido en una mujer de muchos lugares y una mexicana que hoy en día se puede adaptar a muchas cosas.
Sin embargo, el no pasar tanto tiempo en una sola ciudad, no la deja compartir con sus familiares. Entre risas y con un tono muy alegre, como ella, comparte la opinión de su madre con respecto a sus viajes diarios:
“Creo que [mi madre] está preocupada”, dice entre risas. “Pero me apoyan mucho, tengo una gran madre que a veces se preocupa, pero sabe que me sé cuidar. Ella cree en mí”. Aunque en éstos momentos, Solís no tiene dirección, ella desea algún día poder establecerse y tener su propia familia. “Una familia muy flexible, que pueda viajar conmigo”, comenta.
Ina Yungmann, una alemana de 28 años de edad que vive en Los Ángeles, conoció a Solís mientras realizaban su maestría en fotografía . “Me gustan sus fotos y su lado artístico”, dice. “Siento que nos identificamos en el hecho de que ambas hemos vivido en países distintos”. Yungmann opina que el trabajo de Solís es bastante diverso y a la vez está bastante conectado con la arquitectura.
Solís salió de México por primera vez cuando tenía 14 años para hacer un intercambio en Rusia. Después de unos años, estudió arquitectura en México, en la Universidad Iberoamericana, en Puebla. Y, después, se fue a Alemania a estudiar una maestría en fotografía en la Burg Giebichenstein Kunsthochschule Halle en el 2011 y vivió ahí durante tres años. Al regresar a México, Solís rentó un apartamento en el mismo edificio donde vivía Jill Anderson, su amiga y hoy en día compañera de trabajo en el libro Los otros dreamers, un libro de testimonios sobre jóvenes que han sido deportados o se han visto obligados a retornar a México por falta de oportunidades.
Solís inició este proyecto fotográfico ya que Anderson le comentó sobre su ideas y sobre lo que deseaba hacer. A Solís le pareció muy interesante, ya que ella se sentía identificada con la historia por las experiencias que vivía en México. Solís comenta que cerca del departamento donde vivía, en la Plaza de la Revolución, se encontraba un centro de llamadas y la estación del metro Revolución, en donde escuchaba a jóvenes pasar hablando en inglés. “Se veían mexicanos, se veía que habían crecido acá (en Estados Unidos) y hablaban inglés perfecto”, comenta.
Anderson invitó a Solís a ser parte del proyecto y a diferentes conferencias a donde Anderson asistía. En éstas conferencias, se leían distintos testimonios de personas que habían sido deportadas. Estos testimonios impactaron a Solís, de tal forma que decidió realizar las fotos de éste proyecto. Sin embargo, hay algo más que cautivó la atención de Solís hacía este proyecto.
Solís se identifica mucho con la frase: “nacer en un lugar pero querer estar en otro.” Haberse adaptado a Alemania la ha hecho entender a las personas que han sido arrancadas de raíz de los países en donde vivían. Eso, dice, no lo entiende.
“Creo que es justo que si yo puedo volver a Alemania y a Rusia, ¿por qué los demás no?”, se pregunta al tiempo que conecta su experiencia con la de los dreamers. “¿Por qué ellos no pueden volver a Estados Unidos? Se me hace injusto”.
Solís asegura que siempre ha tenido la facilidad de comunicar sus sentimientos. Es por ello que fotografiar a estos dreamers ha sido una tarea fácil. Ella se ganó su confianza primero, al igual que ellos se ganaron la de ella.
“Yo no llegaba con mi cámara a hacer fotos, mi cámara salía del bolso después de una hora de haber hablado con ellos o de haber vivido un día ya con ellos”, comenta y asegura que siempre ha tenido un interés genuino a la hora de fotografiar. Asegura que es más fácil realizar las fotos cuando hay confianza, pero esto no se logra de la noche a la mañana. “Creo que las mejores fotos las logré con gente con las que viví varios días,” comenta Solís.
Pero no todas las experiencias han sido fáciles, ya que le tocó quedarse atrapada en una inundación en una ciudad del estado de Guerrero, justo cuando se encontraba fotografiando para el libro Los otros dreamers.
”Realmente ahí entendí por qué un mexicano lo arriesga todo con tal de salir de una comunidad como ésa”, comenta Solís, a quien le toco vivir lo que ocurrió en esta comunidad de inmigrantes que se encuentra abandonada por el gobierno de México.
“No había manera de salir, porque había sólo un camino que estaba cubierto con agua y la fuerza del río rompió varios puentes; era imposible volver al D.F.”, dice y asegura no haber estado preparada para enfrentar una inundación como esa.
“Estábamos desesperadas porque no podíamos tampoco ayudar y sabíamos que las cosas iban a empeorar después”, comenta Solís, quien quedó atrapada por una semana en Guerrero. Sin embargo, asegura que aunque ésta fue la experiencia más difícil por la que ha tenido que pasar, también es la más bonita. Solís agradece poder haber vivido eso, ya que esa situación la ayudó a entender la realidad del país y a su vez pudo documentar todo el desastre ocurrido.
“Después de tres días de estar bajo agua, las casas se derrumbaban y tú las escuchabas, porque el agua subió tres metros”, dice. “Fue una inundación histórica, no había pasado algo así en 50 años”. Solís tuvo la oportunidad de documentar cada una de estas casas junto con las familias.
“No sólo lo documenté por documentar, sino para la comunidad, esas fotos las tienen ellos hoy como prueba de lo que pasó”, comenta. Solís cree que esa fue una experiencia enriquecedora, la cual la hizo crecer como persona.
Solís ha sabido cómo combinar sus dos carreras: fotografía y arquitectura.“Me gustan mucho la física, las matemáticas, pero también el dibujo y el arte,” comenta. Ella estudió arquitectura ya que mediante ésta carrera sentía que podía encontrar un equilibrio perfecto entre éstas tres materias.
Sin embargo, al estudiar arquitectura se dio cuenta que de no tener sus propios clientes, iba a ser simplemente una dibujante.
“Hacer arquitectura es algo muy difícil, necesitas dinero”, dice. “Pero para hacer fotografía, necesitas una cámara y la sensibilidad”. Solís asegura que la fotografía es un trabajo solitario y opina que ella trabaja mejor sola; mientras que para ser arquitecto se necesita de un gran equipo. “No estoy peleada con la arquitectura, yo fotografío arquitectura y actualmente tengo un proyecto de fotografía de arquitectura y género”, comenta. Solís está interesada en los espacios creados por mujeres, los cuales hay pocos y a los cuales les han prestado muy poca atención.
Al observar sus fotografías para el libro Los otros dreamers, es imposible no darse cuenta de la arquitectura que hay en ella. Solís comenta que el haber estudiado arquitectura le facilitó el hacer fotografía.
“Los principios de composición que te enseñan para la arquitectura, son los mismos que vas a usar para la fotografía”, dice. “De hecho, muchos arquitectos terminan siendo fotógrafos”. Por eso, Solís combina estas dos disciplinas para contar diferentes historias.
“Creo que el espacio en donde vives refleja lo que tú eres”, dice. “Creo que porque estudié arquitectura, estoy acostumbrada a ver el espacio”.
Para el libro Los otros dreamers, Anderson tenía pensado realizar retratos para añadirlos a los testimonios. Pero, la creatividad de Solís hizo que no sólo fotografiaran las caras de las personas, sino también los cuartos, la cocina, la sala y todos los espacios que rodeaban a éstos individuos. Solís comenta que ella sentía la necesidad de obtener más de esas personas.
“Yo puedo meterme hasta su cocina, recámara y tal vez el baño, porque creo que complementa y dice más que sólo el rostro” comenta. Los símbolos y las huellas del pasado son los detalles que Solís busca para sus fotos, más que los cuerpos y caras de las personas.
“Cuando tú tomas un espacio y tomas ahí a la persona, la persona roba tu atención totalmente y tú ya no te fijas mucho en lo demás” comenta. “En cambio, cuando lo separas, prestas mucha atención a esos símbolos”. A través de estos “símbolos” o “rastros del pasado”, Solís busca contar una historia paralela a los testimonios.
Sin embargo, esta fotógrafa creativa también juega con los retratos, ya que en las fotos donde aparecen “los otros dreamers,” éstos se encuentran sonriendo. Solís cuenta que tomó distintas fotos y al final tuvo que elegir la que deseaba publicar.
“Yo traté de que no estuvieran riendo demasiado”, dice. “Traté de que no fuera la sonrisa de Facebook, pero tampoco quería un retrato deprimido, porque de por sí la historia es muy fuerte”.
Solís inició una selección de fotos para cada dreamer y luego su novio, un director de documentales, la ayudó a hacer una segunda selección. Llegaron a seleccionar veinte fotos por cada dreamer. Para la tercera selección, Javier Campos, editor y documentalista, la ayudó a reducir la selección hasta a cinco fotos finales por cada dreamer.
Solís deseaba documentar la realidad de cómo cada dreamer se sentía. “No queríamos algo super depresivo, porque además a muchos de ellos de verdad les va bien, a pesar de todo lo que han vivido”, comenta.
Solís asegura que a pesar de ser mexicana y realizar éste proyecto de Los otros dreamers para su país, también contribuiría con proyectos sociales para otros países.
“Es como contribuir con un granito de arena a algo más grande, y por eso este proyecto me gusta mucho”, dice. “El fin es la información y sacar de la ignorancia, de la que yo también estaba, a muchos mexicanos y a mucha gente en el mundo”. Solís anhela que el libro llegue a la gente no activista y a la gente que en algún momento pueda cambiar la situación de los jóvenes.
Solís espera que sus fotos puedan llegar a complementar los testimonios narrados en este libro y que lleguen a crear un equilibrio entre lo que los jóvenes contaron y lo que ella vio.
“Ojalá llegue un momento que este libro mueva tanto a alguien, que se normalice su situación legal aquí y no tengan que irse”, dice de los dreamers, “y que si se van, es porque quieren conocer México y pueden volver [a Estados Unidos]”.
“Dejar a un país que se ama, es lo más difícil que puede haber”, concluye.
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En este video, podrá ver ver la presentación que hizo Nin Solís de su trabajo para el libro Los Otros Dreamers (en inglés).
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