“No soy sólo yo. Yo puedo estar bien, pero si mis papás no están bien, si mis hermanos no están bien, si mi comunidad no está bien, no puedo estar bien”, comentó Eileen Truax, autora del libro Dreamers: La Lucha de una generación por su sueño americano.
Por ALEJANDRA VÁSQUEZ
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EL NUEVO SOL
“Antes que la acción diferida fuera aprobada, vivía con con el miedo que me encontrará el ICE y me deportaran. Cuando la ley se firmó, por fin pude comprarme un carro sin miedo a que me lo quitaran”, comentó Yajayra Gil, estudiante de la universidad estatal de California, Northridge (CSUN) y Dreamer.
Existen varios jóvenes como Gil, quienes han sido aprobados por la iniciativa de acción diferida, pero coinciden con los activistas pro-inmigrantes que opinan que esto solo es un respiro, porque el peligro aún no ha pasado.
“¿Qué va a pasar cuando Obama salga de oficina? ¿Qué tal si ya no podemos tener permiso de trabajo? Muchos de nosotros hemos estudiado y después tal vez no podamos ejercer porque no tenemos permisos”.
Por dicha razón, Gil estuvo presente en un panel organizado en CSUN para exponer algunos de los obstáculos que los estudiantes indocumentados enfrentan día con día, en el cual organizaciones dedicadas a luchar por los derechos de los jóvenes indocumentados en los Estados Unidos, al igual de aquellos que han sido deportados, dejaron claro que no bajarán la guardia hasta que todos los Dreamers, al igual aquellos que no califican como tal, tengan la oportunidad de vivir fuera de las sombras como algunos lo han logrado después de la aprobación de la acción diferida.
“No soy sólo yo. Yo puedo estar bien, pero si mis papás no están bien, si mis hermanos no están bien, si mi comunidad no está bien, no puedo estar bien”, comentó Eileen Truax, autora del libro Dreamers, ante la comunidad universitaria la cual es representativa del sueño por el cual luchan los considerados Dreamers, quien afirmó que esta ideología representa completamente el espíritu de estos soñadores.
Después que el Presidente Barack Obama haya firmado la iniciativa de Acción Diferida en Julio del año pasado, la cual ha dado a solo un pequeño porcentaje de estudiantes indocumentados la oportunidad de obtener un permiso de trabajo, muchos pensarían que la lucha abría cesado. Pero para sorpresa de muchos, la lucha de los Dreamers continúa.
Los participantes fueron los siguientes:
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Eileen Truax, autora de Dreamers: La lucha de una generación por su sueño Americano: un libro en el cual jóvenes indocumentados narran sus experiencias.
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Alma de Jesús Ramírez de The National Immigration Youth Alliance: grupos de estudiantes y personas dedicados a obtener igualdad para todos los jóvenes inmigrantes sin importar sus estado legal en el país.
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María Ponce de Los Otros Dreamers, México: un grupo de jóvenes que han sido deportados por el sistema de migración Estadounidense o han tomado la decisión de regresar a sus países de origen.
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Jacqueline García y José Rosas de Dreams to be Heard: un grupo de jóvenes estudiantes de CSUN que promueven los derechos de los estudiantes indocumentados y conocen de primera mano los obstáculos que ellos sufren. “
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Jorge Resendez de Queer Undocumented Immigrant Project: una organización dedicada a brindar apoyo a personas lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros indocumentadas.
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Luis Rivera de Dream Activist de California: una organización conformada mayormente por estudiantes de High School enfocados en promover los derechos de los jóvenes indocumentados.
Truax mostró su profunda admiración por la generosidad tan grande que los Dreamers poseen y la solidaridad demostrada, que va más allá de sus intereses personales, una cualidad que, según ella, todos deberíamos de estar apoyando, incluyendo los políticos. “Si tú eres un político, pero tu comunidad no está bien, tú no puedes estar bien”.
“Nos dimos cuenta que era importante crear una organización que juntara las dos comunidades, y llevar el mensaje que somos indocumentados, pero también somos afectados por discriminación”, explicó el activista Jorge Resendez, también presente y miembro de QUIP, sobre la necesidad de la creación de Queer Undocumented Immigrant Project, una de las organizaciones importantes que formaron parte del panel y que continúan luchando por lo que ellos consideran no un problema político, sino un problema de derechos humanos.
Durante el panel, Jorge explicó que existen varios obstáculos que la comunidad gay indocumentada es obligada a enfrentar; no solo su situación legal y la legalización de matrimonios entre personas del mismo sexo, sino también existe el problema del cuidado de la salud para los indocumentados quienes son excluidos de la ley del cuidado de salud a bajo precio.
Tal ley dejaría a más de 11 millones de indocumentados viviendo en Estados Unidos, específicamente una cuarta parte de ellos viviendo en el estado de California, sin cobertura médica, según un estudio de el centro para la investigación de la salud de la universidad de California, Los Ángeles.
Sobretodo, el problema de la aceptación de los homosexuales es lo más deprimente, comparte Resendez. Muchas veces, al “salir del closet”, estos jóvenes sufren el desprecio de sus familias, lo cual obliga a muchos de ellos a vivir en la calle sin un hogar. Otros, como los miembros de QUIP, luchan por algo mejor.
Para muchas personas la desobediencia civil que forma parte de la protesta es sin duda un método extremista, pero activistas pro-imigrantes como Alma De Jesus Rodriguez, miembro de la alianza nacional de jóvenes indocumentados (NIYA), opinan que es la única forma de llamar la atención de congresistas sobre las necesidades de los jóvenes indocumentados.
“Un acto de desobediencia civil es muy importante, porque de esta manera tú afectas al sistema. Es cuando tú logras que los políticos tomen conciencia de lo que están haciendo contigo y tus familias”, comentó De Jesús.
“Cada vez más recibimos llamadas de mamás que dicen, ‘Mi hijo es un Dreamer, ayúdenos. No se olviden de nosotros, ustedes nos dan esperanza’”. NIYA, además de implementar la desobediencia civil en apoyo a grupos de jóvenes manifestantes, como los Dream 9 y recientemente los Dream 30, también, según De Jesús, permite a las familias indocumentadas formar parte de estos movimiento.
Según Truax, la desobediencia civil es un tema controversial, ya que entiende a quienes cuestionan estos actos pero no deja de respetar y admirar la valentía de los jóvenes que salen a la calle y se arriesgan a ser deportados. “Puedes estar de acuerdo o no con la estrategia, pero es innegable que la estrategia ha tenido éxito”, agregó la autora al subrayar que cualquiera podría estar de acuerdo o no con el movimiento Dream 9, pero hoy los nueve estudiantes están en casa. Podríamos estar de acuerdo o no con los Dream 30, pero estamos seguros que la mayoría regresarán a casa.
Muchos jóvenes quienes ya pudieron recibir sus documentos se siguen sumando a la lucha. Los Dreamers reconocen el sacrificio que sus padres y familiares hicieron y los riesgos que esto implicó para traerlos a un país que les pudiera brindar una mejor vida. “Eso es lo que diferencia a los Dreamers del resto de las organizaciones e incluso del resto de los movimientos estudiantiles en el mundo”, afirmó Truax. Los Dreamers no solo luchan por su derecho a una educación, sino por su derecho a la única vida que conocen.
La lucha de los Dreamers para lograr la aceptación del Dream Act comenzó en el año 2001, desde entonces la lucha continua. Para los Dreamers, como Gil, Resendez, Rivera, etc., el sueño no es solo de lograr la aceptación de un país que consideran suyo. Es también realizar el sueño de sus padres de poder brindar a sus hijos la seguridad, la paz, la estabilidad, la educación y la libertad que sus países de origen no les pudieron ofrecer.
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