En este episodio, Helen Flores cuenta la historia de Ariadna Sánchez Hernández, escritora, estudiante de maestría, madre y mujer oaxaqueña que ha convertido la palabra en refugio para recordar, sanar y resistir.
Por HELEN FLORES
EL NUEVO SOL
Helen Flores: Bienvenidos a radio Nepantla, un pódcast de El Nuevo Sol, el sitio multimedia del programa de periodismo en español de la Universidad del Estado de California en Northridge. Mi nombre es Helen Flores. El nombre de nuestro pódcast nació de la palabra Nepantla, que viene del idioma náhuatl y significa estar en medio. Los indígenas de México usaban esta palabra para hablar de estar entre una cultura dominante y su cultura de origen. El movimiento chicano hizo de este espacio uno de resistencia cultural que trasciende dos culturas y muchas fronteras.
Usaremos este concepto de estar en medio para hablar de las voces latinas de resiliencia en California y Estados Unidos. Esta historia es importante porque representa la voz de una comunidad que ha sido históricamente invisibilizada. Mujeres oaxaqueñas, madres, hijas de migrantes, creadoras que escriben para recordar, sanar y resistir.
En un país donde casi uno de cada tres niños es latino, contar nuestras historias es urgente. Y si esas historias vienen del corazón, de la herencia cultural, del duelo, de la esperanza, tienen el poder de transformar cómo nos vemos y cómo nos ven. Hoy conoceremos la historia de Ariadna Sánchez Hernández, escritora, estudiante de maestría, madre y una mujer que ha convertido la palabra en refugio.
En medio de la ciudad de Los Ángeles, una mujer camina con paso firme, pero sus raíces están miles de kilómetros de distancia. Ariadna Sánchez Hernández nació en Ejutla de Crespo, un pueblo oaxaqueño ubicado en los valles centrales de México. Hace 23 años emigró a Estados Unidos. No lo hizo por trabajo, ni por necesidad urgente, sino por amor. Se casó y comenzó una nueva vida lejos de todo lo que conocía.
Dejar su comunidad no fue solo un cambio de paisaje, fue arrancarse de raíz. En Oaxaca, Ariadna lo tenía todo, el ritmo tranquilo del pueblo, la familiaridad de las calles, los saludos cálidos de vecinos. El día que hizo sus maletas, también empacó los miedos que no podía nombrar. Al subir al avión, lo único que llevaba con certeza era el amor por su esposo. Todo lo demás, sus costumbres, su idioma, su red de apoyo, quedó atrás. El trayecto no solo la llevó a otra ciudad, la llevó a otra forma de vida.
Los primeros años fueron difíciles. Pasó un entorno donde todos se conocían, donde las familias compartían la misma calle, en el mismo mercado, la misma parroquia, a un apartamento donde pasaba días enteros sin hablar con nadie. No tenía amigos, ni familia, solo su esposo, que salía a trabajar desde temprano hasta la tarde.
Ariadna Sánchez Hernández: Y ya venir aquí. Esa transición pues fue algo brutal porque es un giro tremendo lo que dio mi vida. Porque aquí al principio, pues encerrada en un apartamento nada más y sin conocer a nadie. Yo no tenía familia aquí más que a mi marido. Y pues él se iba a trabajar y se iba de ocho de la mañana hasta las cinco. Y yo todo ese tiempo solita parecía yo como una paloma. encerrada en su propia jaulita. Y me sentía yo así como esa paloma que ha perdido sus alas.
Helen Flores: Los días eran largos. Mientras su esposo trabajaba, Ariadna pasaba horas sola. Tenía miedo de salir. La preocupaba perderse, no saber regresar. Hasta el sabor de la comida era diferente. Y en ese silencio comenzó a sentirse desorientada, tratando de encontrar sentido a su nueva rutina, a su nueva vida. Pero con el tiempo y tras salir a dar caminatas con su esposo cuando él volvía del trabajo, Ariadna fue memorizando poco a poco su vecindario, las calles. Eventualmente decidió que algo tenía que cambiar, que no se podía quedar esto así, que ella no podía seguir estando así. Un día salió sola, caminó y en esa caminata redescubrió la biblioteca pública Felipe de Neve en el Parque Lafayette. Ahí todo comenzó a transformarse.
Ariadna Sánchez Hernández: Pero el primer lugar que yo me sentí en confianza y que tenía yo esperanza de ser diferente era a través de la biblioteca y el parque.
Helen Flores: En ese espacio de libros y silencio, Ariadna no solo encontró un refugio, sino también compañía. Las bibliotecarias se convirtieron en sus primeras amigas aquí en Estados Unidos. Mujeres que la motivaron, la escucharon y le ofrecieron algo invaluable. Pertenencia.
Ariadna Sánchez Hernández: Las sigo viendo porque ellas fueron mis primeras amigas aquí en Estados Unidos. Son las que me motivaron, son las que me apapacharon, las que me arroparon. Fueron las primeras mujeres con las que yo entré en contacto aquí porque la mayoría de ellas que trabajan ahí en la biblioteca son mujeres. Entonces me sentí arropada, sentí que ahí podía yo ocupar un espacio.
Helen Flores: Las bibliotecarias la hicieron sentir vista. Fue en ese espacio de libros, quietud y comprensión donde volvió a creer en sí misma. Comenzó a leer, primero libros infantiles, luego novelas, ensayos, etc. Y poco a poco también comenzó a escribir. Aunque en su comunidad, las mujeres a veces seguían desarrollándose fuera del rol familiar una vez que se casaban.
Ariadna Sánchez Hernández: Y muchas de las mujeres que yo conozco o de mi comunidad, muchas de ellas, sus sueños a veces se ven truncados. En ese sentido, si se puede usar esa palabra. Por lo que uno decide casarse, uno decide tener familia y volcarse de lleno.
Helen Flores: Ariadna empezó a imaginar una vida diferente, una donde podía crecer, aprender, compartir su voz. Ariadna comenzó asistiendo a clases de inglés en una escuela para adultos. Al principio le daba vergüenza participar, dudaba de su pronunciación, de sus errores verbales, pero cada día se sentaba en el aula con la firme intención de no rendirse. Poco a poco, esa mujer que un día pensó que no merecía soñar más allá de las paredes de su hogar, empezó a ocupar espacios que antes parecían imposibles. Terminó su GED, luego su diploma secundaria, después llegó al Community College.
Ariadna Sánchez Hernández: Nada de lo que me ha ocurrido lo hubiera yo imaginado. Si me hubieran dicho a mí cuando yo vivía en mi pueblo, Ariadna, tú vas a terminar la universidad. Tú vas a hacer una maestría, tú vas a escribir dos libros, vas a conocer mucha gente, vas a ir a lugares que yo jamás había escuchado. Entonces, no me lo hubiera yo creído. Pero la vida ha sido muy generosa conmigo. Ha puesto personas que me han ayudado y han visto mi potencial. Y eso ha sido la clave, yo creo, para estar en el lugar donde yo estoy.
Helen Flores: Entre lecturas y caminatas, Ariadna se reencontró con su identidad. Lejos de Oaxaca, comenzó a valorar las cosas que antes daba por sentado, sus huaraches, las blusas bordadas, los alebrijes y el barro negro. Rodeada de otras culturas en Los Ángeles, abrazó con más fuerza la suya.
Ariadna Sánchez Hernández: Pero al principio, yo creo que como toda persona nueva, yo me sentí cohibida, como reservada un poco de mostrar realmente esa Ariadna de dónde viene, como un escudo. Yo creo que al principio sí, no era yo tan abierta de decir: ay, vengo de aquí a acá, por temor al qué dirán, por temor al señalamiento. O sea, yo sí me sentí que ocultaba yo parte de mi identidad para protección mía. Pero al estar expuesta aquí a la ciudad de Los Ángeles. Yo salía de una cuadra de ahí, ya estaba yo en Corea Town, y luego al barrio chino, y luego al barrio filipino, ahí en esa área donde yo llegué a vivir.
Entonces, estar en contacto con esas comunidades a mí me hizo valorar y redescubrir mi identidad y abrazar lo que yo soy. Soy una mujer oaxaqueña. Que me siento muy orgullosa de dónde vengo y de mi raíz, y eso es lo que intento yo mostrar al mundo, un poco de esa Ariadna oaxaqueña, de esa Ariadna de Ejutla, de Crespo, que salió así, con una mano adelante y una atrás, y con mucha esperanza de formar su familia.
Helen Flores: Ese orgullo la llevó a escribir Visitas Inesperadas, su primer libro.
Ariadna Sánchez Hernández: Sí, este es un proyecto muy interesante porque yo desde muy chamaquita, muy joven, desde que tengo uso de razón como en la secundaria, a mí me gustaba mucho tener libretas así muy, muy bonitas con las portadas así de gatitos y cositas así. Y yo escribía mis pensamientos, ¿no? Que una frase que se me venía o una frase que yo leía y me gustaba la anotaba o un versículo de algo así, de algo bíblico que leía a mis abuelitas o mi mamá y me gustaba y yo lo ponía. Y así es como fui armando mi colección de frases, de textos, de cosas en mis libretas. Pero de ahí no pasaba. O canciones, ¿no? Que muy populares. Yo anotaba ahí para que cuando las llamara yo al radio y las pidiera yo ahí para que me las pusiera en el radio.
Helen Flores: Lo comenzó durante la pandemia en un momento de profunda ansiedad. Con sus hijos tomando clases desde casa y el mundo entero en pausa, Ariadna se aferró a sus recuerdos. Escribió desde la nostalgia, desde la necesidad de sentirse cerca a los suyos.
Ariadna Sánchez Hernández: Eso de la pandemia como que me daba miedo y me daba miedo salir, me daba miedo hacer todo, ¿no? Entonces, entré como que en esa ansiedad. Entonces, para sanar mi ansiedad, todos esos pensamientos negativos, pues yo empezaba a escribir. Y a mí me pegó mucho la pandemia en el sentido de que yo no sabía si iba yo a volver a ver a mi familia en Oaxaca. Entonces, de ese sentimiento surge Visitas inesperadas porque la pandemia fue algo inesperado. Empecé a escribir de esa nostalgia, de esa necesidad de abrazar a los recuerdos. Y recordar también esos momentos bonitos que viví de mi infancia, de mi adolescencia y parte de mi adultez en Ejutla con mi familia. Entonces, la pandemia vino a ser ese como ese balde de agua fría que yo necesitaba como para valorar mi familia, valorar la vida que tenía yo hasta el día de hoy. Y valorar todo lo bueno y lo duro de la vida. Y así es como surge Visitas inesperadas.
Helen Flores: Uno de los poemas más conmovedores y que le costó a Ariadna escribir o que ella sintió que fue más vulnerable fue “Ausencia”. En él, Ariadna recuerda el momento en que siendo niña, sus padres emigraron y ella quedó a cargo de sus abuelos. El desconcierto de no entender por qué su mamá y su papá ya no estaban al despertar. Los recuerdos confusos de ese tiempo la marcaban, su hermana menor llorando, la ausencia de sus padres y el esfuerzo por comprender una realidad que no entendía del todo.
Ariadna Sánchez Hernández: Si yo no quería una muñeca, yo no quería una casota, yo no quería nada de eso, yo nada más quería a mi mamá y mi papá. Pero pues uno de niño no comprende que hay otras necesidades más allá de vivir todos juntos en familia. Pero uno de niño no comprende uno la dimensión de por qué mi papá y mi mamá se fueron y nos dejaron. Ese era el sentimiento que yo tenía aquí, que por qué, por qué se fueron y por qué me dejaron. Pero al poco tiempo, no al poco tiempo, pero pasaron ya años cuando ellos volvieron a estar con nosotras otra vez. Y ahí es donde nacen mis otros dos hermanos.
Pero ese poema sí me tocó. Porque eso lo escribí en ese punto de cuando mi memoria echó para atrás el casete y recordé cuando nos tuvimos que quedar con mis abuelos porque saltábamos de un abuelo paterno al materno. Entonces, cuando ya se cansaban unos abuelos, nos mandaban con otros. Y por tres, cuatro años estuvimos así, mis hermanas y yo saltando de un abuelito a otro. Y eso sí me caló.
Helen Flores: Pero Visitas inesperadas también tiene momentos de alegría y exploración personal. Entre ellos, un poema que destaca por su tono más ligero y afirmativo: “El poder de un beso”.
Ariadna Sánchez Hernández: Es como que muy sensual, digámoslo así, porque también como mujeres o como mujer, como personas, tenemos ese tabú también de la sexualidad, de ser sensual. Y explorar ese lado también, que es parte de nuestra persona, de nuestras comunidades, el besarse o el mostrar mucho cariño, como que a veces está mal visto, es como que, híjole, algo tiene o algo le pasa, porque no puede ser uno tan expresiva en ciertas comunidades, ¿no? Y este me la pasé genial cuando lo estaba yo haciendo, porque es un lado poco explorado, al menos en mi familia.
Helen Flores: Ariadna no solo reinventó como lectora y escritora, también como madre. Crear a sus hijos en un país distinto, con costumbres distintas, fue otro desafío que enfrentó con valentía. Quería que crecieran orgullosos de sus raíces, pero libres de los miedos que ella había tenido. Les enseñó el valor de los libros, pero también de los abrazos, de los recuerdos y del respeto. En muchas de sus páginas, ellos también están presentes, como musas, como fuerza, como legado. Después de ese primer libro, Ariadna pensó que quizás su historia como escritora terminaba ahí. Pero entonces, 11 meses atrás, la vida volvió a ponerle una prueba difícil, la muerte repentina de su padre.
Ariadna Sánchez Hernández: Y ese evento para mí marcó una Ariadna con papá y una Ariadna sin papá, ¿no? Es ese juego de emociones y el sentirme tan impotente de que yo querer meterme en el teléfono y ver por mis propios ojos que lo que yo estaba soñando, porque eran cuatro y media de la mañana aquí en Los Ángeles y yo decía realmente es un sueño, es un mal sueño y mi marido se me quedaba viendo porque dice que yo entré en shock cuando yo recibí esa noticia. Dice que él me sentó, que él. me tomó, pero yo eso, yo me blanqueé, o sea, yo me fui. Y así es como empieza a formarse dentro de mí todo ese dolor, ese duelo, el ir a Oaxaca al otro día, o sea, agarrar lo poco que pude, porque la verdad no tenía yo cabeza para nada, y al otro día subirme al avión con mi hijo, irme a ver a mi papá tendido ahí. Ver el dolor de mi mamá, de mis hermanos, no saber lidiar con este dolor que me oprime el pecho. Porque hasta el día de hoy son 11 meses, pero se me quiebra la voz de acordarme.
Y sí, fue un shock tremendo el ver a mi papá y un hombre de 66 años que tenía todavía mucho por compartir conmigo, apenas lo estaba yo disfrutando, porque pues ya se había, ya había dejado de trabajar, ya tenía tiempo como para ser abuelo, ser papá, ya se estaba dejando apapachar más. Entonces, eso es lo que me duele, el hecho de que a veces la vida nos pone estas situaciones complicadas de que mi cabeza hasta el día de hoy no entiende, no razona, o sea, no hace sentido, ¿no?
Helen Flores: Para procesar su duelo, su dolor, escribió una carta de amor. No pensaba publicarla. Era para ella, para su familia. Pero con el tiempo, esa carta se transformó en algo más. Un cuento infantil llamado La jugada del día, donde un niño llamado Juan nace con un destino claro, jugar el béisbol.
Ariadna Sánchez Hernández: Mi mamá dijo que el primer gran amor de mi papá no fue ella, sino fue el béisbol. Entonces, esa frase. Se me quedó muy grabada. Y yo dije, sí es cierto. Desde que yo era niña, yo veía a mi papá ponerse su uniforme, prepararse, hacerse su almuerzo, agarrar su bat, su guante e irse al béis. Entonces digo, sí es cierto. El primer gran amor no fue mi mamá, fue el béisbol, fue la manopla, el bat y sus cosas que se llevaba para el béis.
Helen Flores: El libro no solo rinde homenaje al hombre que fue su padre, también lleva un mensaje poderoso, que los sueños no tienen fronteras, que la pasión puede llevarnos lejos sin importar de dónde venimos.
Ariadna Sánchez Hernández: Y lo bonito de un libro infantil, en mi opinión, es de que puedes inspirar a las nuevas generaciones que te leen, motivar a chicos y a grandes, porque aunque es un libro y dedicado al sector infantil, pero cualquier persona que lo lee puede agarrar el mensaje de que no importa dónde hayas nacido, cómo sea tu color de piel, el lugar donde la vida te haya puesto, si tú realmente quieres algo y te apasiona algo, tú vas a hacer todo lo posible por lograr esa meta.
Helen Flores: La historia se presentó este año en el Festival del Libro de LA Times. Para Ariadna, este evento fue un momento especial no solo por la visibilidad de su libro, sino por lo que representaba. Familias enteras se detenían frente a su mesa, tomaban el cuento ilustrado y conectaban con la historia de un niño que solo quería jugar béisbol. Sin importar su origen, el mensaje tocaba corazones. Sigue tocando corazones. La paleta de colores vibrantes inspirada en Oaxaca atraía miradas, pero el mensaje de esperanza lo que se quedaba con cada lector.
Ariadna Sánchez Hernández: Llegaban las familias y algo que me llamó mucho la atención es de que sin ser de Oaxaca, les llamó mucho la atención la paleta de colores muy a la oaxaqueña, porque la ilustradora eso enfatizó en los colores que usa aquí. Pero la historia en sí, el mensaje de esperanza, el mensaje de que échale ganas, tú puedes, que nada te defina, que nada te pare. Y eso es lo que atrajo a las familias que aún, te digo, sin ser de Oaxaca, sin saber quién era Juan Manuel Sánchez Sánchez, lograron identificarse con la historia, con el mensaje. Y eso me deja un buen sabor de boca al decir, híjole, entonces papá, estamos haciendo un buen trabajo. Donde quiera que estés, mira, tu historia, el amor por el deporte está llegando a muchas familias y a muchos hogares. Y ahora eres más popular que yo le digo a mi papá. Hasta donde quiera que él esté, esto lo hice con mucho cariño para él y para mi familia.
Helen Flores: Ariadna no solo ha compartido sus libros con el mundo, también ha llevado su voz a espacios educativos como Santa Mónica College y la Universidad de California de Northridge, CSUN, donde ella también es estudiante. Pero ahí ella inspira a estudiantes de primera generación a sentirse orgullosos de sus raíces también.
Ariadna Sánchez Hernández: Si yo la armé, créanme que ustedes también la pueden lograr. Porque si yo vine de ser estudiante de ESL, sacar mi GED, luego mi high schooldiploma y luego ir al colegio comunitario, transferirme del LACC al LABC y luego de LABC a CSUN, entonces ustedes ya tienen una gran oportunidad. Gran carrera ganada porque ustedes hablan mejor el inglés que yo. Algunos de los chicos o chicas ya nacieron aquí. Entonces, eso ya los pone en una ventaja muy grande a los que emigramos ahora sí de cero. Entonces, sí, cuando doy ese testimonio, invito mucho y uso esa plataforma para invitar de que no importa ahora sí a la edad que hemos llegado a este país, si realmente queremos hacer la diferencia no solamente en nuestras vidas, sino en nuestras comunidades, o sea, todo es posible.
Helen Flores: Historias como la de Ariadna nos recuerda que narrar también es sanar, que al nombrar el dolor le damos forma, que al escribir desde el amor lo perpetuamos. Gracias por acompañarnos en este episodio de Voces de Resiliencia. Hoy escuchamos a Ariadna Sánchez Hernández, una mujer que convirtió la nostalgia en palabra, la memoria en poesía y el duelo en esperanza.
También muchas gracias por escuchar Radio Nepantla, la voz que traspasa fronteras. Los invitamos a escuchar el resto de la serie de Voces de Resiliencia. Visítanos en nuestro canal de SoundCloud, ElNuevoSol o en nuestra página web: elnuevosol.net.
Esta fue una producción de El Nuevo Sol, el proyecto multimedia en español de la Universidad del Estado de California en Northridge. Producción y edición, Helen Flores. Composición y producción musical de Ethan Mitchell Kay. Soy Helen Flores, gracias por escucharnos. Hasta la próxima.
