Mi historia como aprendiz de inglés

Las clases de ELD te dan un lugar especial para estar con otros que saben lo que es comenzar de cero.

Por REBECA MUNGUÍA
EL NUEVO SOL

En el 2015 tenía 13 años y estaba terminando mi primer año de secundaria en México, el mismo año en agosto comencé el último año de secundaria en Los Ángeles. Para agosto de 2017 estaba empezando la preparatoria pero no sabía inglés. Mi programa escolar incluía clases de ELD (Desarrollo del Idioma Inglés), diseñadas para una mejor adaptación y desarrollo académico.

Aunque la mayoría de las personas en mi situación  con las que he hablado dentro de este programa sienten que es más una forma de marginalización que de adaptación, yo pienso que ofrece ambas. Es una forma más amable de segregación ya que a veces eras “del ELD” y no de “los paisas,” también es un pedacito de consuelo.

Aunque en la escuela estás obligada a practicar inglés, las clases de ELD te dan un lugar especial para estar con otros que también saben lo que es dejar un hogar y comenzar de cero. Todos vienen de lugares diferentes con problemas únicos pero todos son muy similares a la hora de enfrentarse con el mundo real. En momentos así, burlarte en tu propio idioma puede parecer la mejor opción, casi tanto que algunos no resisten la tentación de limitarse a solo ese espacio.

En 2017, platicando con una amiga a la que no recuerdo, me enteré que habían clases de nivel universitario que se podían tomar aun estando en la preparatoria, algo que probablemente habían explicado y no había entendido. Hablé con mis consejeros pero me informaron que como aprendiz de inglés eso no era algo que yo podía hacer, lo que se convirtió en una riña de un par de meses. Esa fue una gran lección, escalón a la decepción y un reflejo a la selectividad de las oportunidades.

Para poder ayudarme,  un asistente de profesor pidió discreción y me dijo que si realmente quería tomar los cursos hiciera que mi padre escribiera una carta a la escuela, que el programa debía servir como apoyo y que no era obligatorio. Aunque al principio nos dijeron que no era posible sacarme del programa sin una reclasificación, la directiva accedió cuando les dijimos que éramos conscientes de la naturaleza del programa y que mis capacidades o la falla de tales serían algo de lo que yo me haría responsable.

Finalmente me sacaron del programa pero me sentía culpable. Gracias a mí, mi papá había perdido días de trabajo. Si hubiera esperado unos meses como los maestros y directora me lo sugerían, habría tomado mi examen de reclasificación, pasando con notas satisfactorias. Me terminé graduando un semestre antes de la preparatoria gracias a mi desempeño académico. Cuando empecé la universidad me di cuenta de que la única diferencia entre tú y los demás es el conocimiento que se tiene y cómo es que este se ejerce.

Aunque las políticas de LAUSD prohíben a la administración que ofrezcan el cese del programa, hay una Carta Informacional de Exención para Excepciones Parentales. En el documento se ven tres alternativas por las cuales se puede apelar. Aunque el lenguaje del documento parece confuso es importante recordar la razón por la que se quiere salir del programa, así cómo la manera en que esto representa un mejor desempeño académico.


Tags:  Bilingüismo ELD preparatoria

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Rebeca Munguía Garcia




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