“Mi mayor temor es que mis hijas se enfermen”, dice Perla Daniela Sigüenza, madre de dos hijas jóvenes. “Yo no quiero que tengan diabetes o que les vaya a dar un paro cardiaco por mi culpa. Ellas imitan todo lo que yo hago. Entonces, si como bien y hago ejercicio, ellas también lo harán conmigo”.
Por NATALI CASTILLO
EL NUEVO SOL
Después de sufrir una pérdida amorosa, la comida se convirtió en su droga primordial para llenar un vacío interno.
Un sábado por la tarde, una madre de ojos verdes y cabello rizado caminaba con sus hijas hacia una iglesia en la ciudad de Hawthorne para disfrutar de una feria familiar en un ambiente agradable.
Una hora después, se encuentra enfrente de un festival de comidas internacionales con un aroma delicioso de pan recién horneado, su mayor debilidad.
Con una fuerza de voluntad admirable, Perla Daniela Sigüenza, de 35 años de edad, se dirige en cambio hacia una mesa con comidas saludables y aguas frescas. Esta madre se ha dedicando a mejorar sus hábitos alimenticios para introducir hábitos saludables en su familia.
“Mi mayor temor es que mis hijas se enfermen”, dice Sigüenza, madre de dos hijas jóvenes. “Yo no quiero que tengan diabetes o que les vaya a dar un paro cardiaco por mi culpa. Ellas imitan todo lo que yo hago. Entonces, si como bien y hago ejercicio, ellas también lo aran conmigo”.
Sigüenza se matriculó en un gimnasio enfrente de su casa en el año 2013. Su sobrepeso severo y obsesión por la comida son las razones que la llevaron a hacer cambios en su rutina diaria.
“Necesito estar bien primero para que pueda ser un gran ejemplo para mis hijas”, dice Sigüenza. “Si yo estoy bien, todos los que me rodean van a estar bien”.
A lo largo de su niñez, ella siempre ha tenido autoestima baja. Cada vez que se sentía emocional, comía para distraerse. Pasaron los años y su peso fue incrementando. En el año 2013, ella llego a pesar 395 libras (179.17 kilos).
Los malos hábitos de esta madre se fueron desarrollando entre sus hijas.
“Para tener 11 años y pesar 156 libras, está pesado”, dice Sigüenza.
Esta madre dice que no tuvo la educación adecuada de sus padres para llevar una vida saludable. Todas las malas costumbres que aprendió de niña las siguió en su edad adulta.
Jocelyn Sigüenza, de 11 años, es la hija mayor de Sigüenza y sufre de sobrepeso.
“Cuando llego a mi casa, lo único que quiero hacer es comer papitas y ver mis programas de televisión”, dice la hija. “A veces, me paso todo el día en el sillón y no me gusta salir porque me siento incomoda con mi peso”.
Según un estudio hecho por Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), 20 por ciento de los niños de entre los 2 y 12 años de edad son obesos.
“Me arrepiento del daño que les hice a mis hijas con toda la comida chatarra que les compraba diariamente”, dice Sigüenza, “lo único que hacíamos era ordenar pizza y estar sentadas frene del televisor. Ahora mis hijas se acostumbraron y es muy difícil sacarlas a caminar”.
Joanna Sigüenza, de nueve años de edad, es la hija menor de Sigüenza y tiene problemas respiratorios.
“A mí no me gusta el ejercicio porque me siento como un pez sin agua”, dice Joanna, “se burlan de mi en la escuela porque me canso muy rápido cuando jugamos en el recreo”.
Una madrugada, Sigüenza corría hacia el baño porque Jocelyn, su hija mayor, no paraba de vomitar. Se asustó y la llevó a la sala de emergencias. Después de conversar con los enfermeros, se informó que su hija tenía una intoxicación por alimentos.
“Cuando el doctor dijo que mi niña estaba propensa a tener diabetes infantil, empecé a llorar”, dice Sigüenza. “En ese momento, estaba tan enojada conmigo misa. Cuando llegue a la casa, tiré toda la comida y en la mañana fui a comprar frutas, vegetales y alimentos nutritivos”.
Después de esa noche traumática, Sigüenza dejó los malos hábitos. Cambios graduales en su alimentación y educación física la han ayudado a perder peso y sentirse radiante.
“Todavía no puedo correr por mis rodillas pero he perdido 145 libras (65.77 kilos) caminando y comiendo saludable”, dice Sigüenza.
Los cambios de su cuerpo y estado de ánimo la motivaron a seguir rumbo a un estilo de vida mejor. Tomó control de su salud mental y condición física. También ha logrado a educar y motivar a sus hijas para vivir una vida más saludable.
Sigüenza dice que la ciudad de Hawthorne ofrece programas educativos de nutrición gratuitos.
Lauren Cornell, de 29 años de edad, es una de las nutrióloga de la ciudad de Hawthorne que educa a padres de familia sobre la buena nutrición y el ejercicio adecuado para sus hijos.
“La primera vez que atendió a una de mis clases, se veía perdida y triste”, dice Cornell. “Después de unos meses, ella logró mejorar la salud de sus hijas”. Cornell dice que incorporando actividades familiares en sus rutina daría es una manera divertida y efectiva para combatir la obesidad infantil.
Sigüenza se mantiene activa caminando diariamente con sus hijas en la playa o el parque. Va al gimnasio después de llevar a sus hijas a la primaria para mantenerse más motivada.
Fátima Manzano, de 34 años de edad, es una de las entrenadoras que le da clases de zumba y resistencia en el gimnasio.
“Ella me motiva a mí”, dice Manzano, “cualquier ejercicio es difícil cuando tienes sobrepeso, pero ella siempre tiene una sonrisa gigante lista para sudar. Es una guerrera porque no se da por vencida”.
Sigüenza dice que la educación alimentaria ha sido primordial para luchar contra la obesidad en su casa.
Según un estudio hecho por los CDC dice que los niños y adolescentes que sufren del sobrepeso son propensos a enfermedades del corazón, prediabetes y cáncer.
El estudio también dice que el comportamiento de la alimentación y actividad física entre jóvenes está influido por sectores de la sociedad, incluyendo las familias, las comunidades y las escuelas.
Las actividades familiares y programas educativos en la comunidad han ayudado ha esta madre dejar los malos hábitos y ser un ejemplo para sus hijas.
“Antes, hasta ni usaba la cocina para nada, por eso siempre estaba limpia”, dice. “Ahora, me toca limpiar muchos trastes, pero me encanta cocinar para mis niñas. Tenemos cuatro meses que no compramos McDonald’s y estoy impresionada”.
“Es difícil romper los malos hábitos pero todo es posible”, dice. “Es importante que todo los padres pongan atención a la alimentación que llevan sus niños porque no es justo para ellos que se enfermen por nuestra ignorancia”.
El Departamento de Salud Publica dice que una dieta inadecuada, la inactividad y la obesidad contribuyen a enfermedades crónicas.
Para un niño, los riesgos de sufrir enfermedades son mayores es por eso que hacer actividades físicas familiares es una manera divertida y efectiva para combatir la obesidad infantil.
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