Desde el principio del siglo veinte, los gobiernos de México y Estados Unidos han intercambiado mano de obra bajo contratos bilaterales. Un grupo de jornaleros sigue reclamando el dinero que les corresponde.
Por ÓSCAR ORTEGA
EL NUEVO SOL
Los pasillos del museo de la placita Olvera, en el centro de Los Ángeles, albergan una exposición particular: de sus paredes cuelgan fotos de hombres en los campos, apoyados en las ventanas de los vagones de los ferrocarrilles que los transportan a un destino desconocido; fotografías en blanco y negro que se retrotraen a tiempos pasados. Una foto de un hombre desnudo que observa con mirada perdida a los doctores mientras espera desnudo y cubriéndose sus partes nobles con una copia de su contratao de trabajo recuerda las crudas experiencias vividas por las migraciones de trabajadores migrantes al campo estadounidense a mediados del siglo pasado.
Pablo Veláquez, un hombre de edad muy avanzanda, sombrero de ala ancha y corbata de vaquero, camina alrededor del cuarto y platica con los visitantes explicándoles historias de sus vivencias de esa época. Su trato amable deja entrever el orgullo de la experiencia que tuvo cuando trabajaba en los campos. Durante la segunda guerra mundial, el gobierno de los Estados Unidos invocó más de 16 millones de sus jóvenes a combatir a través de su sistema de servicio militar, CRC Report for Congress. Debido al conflicto armado el gobierno se encontró la necesidad de reclutar mano de obra extranjera para recolectar de los cosechas de campos agrícolas y el mantenimiento de las vías ferrocarrileras en la nación americana, Smithsonian Musuem. Esta coyuntura propició en 1942 la firma de un pacto bilateral entre los gobiernos de México y los Estados Unidos: el “Programa bracero”.
Joaquín Pérez y Leonardo Villa han venido a la cita colectiva. Cada mes varias decenas de exbraceros, sus hijos y sus viudas se reúnen en el mismo lugar para mantenerse informados sobre la situación de sus trámites en México. Tienen la esperanza de que les digan un día que ya están listos sus papeles y les van a dar el dinero que les corresponde.
El programa bracero ofrecía beneficio económico a los trabajadores del campo, pero al mismo tiempo ocultaba el dilema de explotación. De acuerdo con losregistros federales se estima que más de 4.5 millones de trabajadores mexicanos participaron en este programa temporal que duró más de dos décadas (finalizó en 1964). Muchos jóvenes mexicanos vieron este plan como una oportunidad de trabajo. Baldomero Capiz, representante de la Unión Binacional de ex braceros, explica que este programa es uno de los más difíciles de comprender en la historia de la mano de obra mexicana durante esas décadas.
“Muchos de los trabajadores que participaron [en el programa Bracero] eran analfabetas y en ese tiempo los obreros mexicanos se encontraban bajo una gran necesidad de trabajo. Muchos de estos obreros experimentaron términos que no estaban incluidos en el convenio entre estos países, como por ejemplo, el contrato especificaba un plan de salud que nunca tuvieron o salarios extremamente bajos”, menciona el líder sindical, hijo de un ex bracero.
Capiz agrega que muchos de estos trabajadores enfrentaron un número de experiencias inadecuadas, entre ellas, exámenes físicos rigurosos, extensos horarios de trabajo, explotación y discriminación, condiciones que violaron los términos constituidos en el contrato entre ambos países.
Exámenes físicos
Estos exámenes eran extremadamente rigurosos hasta al punto de que les observaban, las manos, la dentadura y los revisaban por enfermedades que los trabajadores podría transmitir a los Estados Unidos. Leonardo Villa, un ex bracero quien se enlistó en el programa a los 22 años, relata su experiencia antes de entrar al país: “Al principio, me revisaron las manos para ver si tenía callos. Después de haber viajado por tren llegamos a Caléxico a donde nos metieron a un cuarto, nos desnudaron y nos echaban un polvo blanco. Muchos de ellos [braceros] se ofendieron porque dijeron que era par matar las enfermedades”.
Según Jorge García, profesor de estudios chicanos de la Universidad Estatal de Northridge, estas practicas médicas eran utilizadas para detectar que los candidatos que eran admitidos a este programa estaban aptos para un trabajo en el campo: “los trabajadores eran rociados con un químico. Antes de entrar los desnudaban y los fumigaban con DDT, porque tenían miedo [las autoridades norteamericanas] que iban a transportar enfermedades ”.
DDT es un químico que se utilizaba como insecticida en los campos agrícolas para contraatacar la malaria y el tifus. Este químico afecta el sistema nervioso y su uso fue prohibido en 1973, según Environmental Protection Agency (EPA). García agrega que parte del examen consistía en revisar las manos de los hombres para comprobar que tenían experiencia en mano de obra “si la persona no tenía callos en la mano, no lo aceptaban porque creían que nunca había trabajado en los campos. Ellos querían hombres jóvenes y fuertes. Aquellos como por ejemplo profesores o profesionales no calificaban porque no tenían rasgos de trabajo duro. Ellos querían personas que tuvieran experiencia en el campo de la agricultura”.
Discriminación Racial
De acuerdo a García, durante los años en que este programa estuvo vigente, se vivía una coyuntura de discriminación racial, en la que los braceros no fueron la excepción. José Trinidad Flores y Flores, se convirtió en bracero a los 17 años. Hoy reside en la ciudad de México y recuerda que en una ocasión se encontró en un restaurante en el que no servían a personas que no fuesen de raza blanca.
“En la entrada [del restaurante] decía ‘no color people’ pero no le di importancia y entré. Estuve esperando a que me atendieran pero nunca me atendieron”, recalca Flores. Él no solamente experimentó tención racial de parte de los anglosajones pero también de los afroamericanos. “No fue en todos los lugares que yo trabajé” añade Flores quién fue contratado en diferentes lugares del sur y de la costa oeste.
Pablo Velásquez, originario de la ciudad de México y quien se alistó al programa a los 17 años, hace eco a la experiencia de Flores: “Cuando llegamos a trabajar a este lado del país (la costa oeste) las personas nos recibieron bien. La única experiencia de discriminación que yo observé fue en los restaurantes y servicios sanitarios. Encontraba lugares que decían ‘no service to blacks, mexicans and dogs’ (no servicio a negros, mexicanos y perros). Escuchamos que por los lugares de los estados del sur sí existía mucha discriminación pero por este lado era poca”.
A esta clase de discriminación se le unió la de los “locales” quien es descrita por García como discriminación de México-americanos hacia los braceros. “Los ‘locales’ eran aquellos quienes habían nacido o que habían migrado hace muchos años a este país y los ‘braceros’ eran descritos como ‘los nacionales’ los que venían de la nación de México”.
“Esto creó tenciones entre estos grupos. Parte del maltrato que “los nacionales” recibieron venía de los locales, quienes eran los mayordomos o capataces de estos trabajadores. Al igual que los consideraban que les estaban quitando el trabajo a los locales”, cuenta él.
García agrega que los locales tomaron ventaja de las condiciones en las cuales los nacionales se encontraron, “También bajo el flujo de los trabajadores temporales este grupo [locales] llegaron a progresar económicamente porque establecieron sus propios negocios, los cuales se beneficiaban del consumo que ‘los nacionales’ efectuaban en sus negocios”.
Extensas horas de trabajo.
Otro reto que enfrentaron los braceros fueron las excesivas horas que trabajaban diariamente. Para muchos, el día comenzaba al amanecer para lograr avanzar la recolección de cosecha de fruta o verduras y hasta después de la puesta del sol. Villa, comenta que las condiciones de trabajo fueron muy difíciles de adaptarse y que los trabajadores buscaban formas de descansar sin que fuesen detectados debido a la constate vigilancia de los encargados de las cuadrillas. “Cuando hacíamos la pisca [recolección] de lechuga, pepinos y remolacha era muy duro porque teníamos que mantenernos doblados desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde”, afirma.
“Era muy difícil el estar doblado todo el día piscando. Tratábamos de una forma u otra de tomar descansos, de vez en cuando usábamos el azadón para
sentarnos y tomar un descanso. Porque la mayoría del tiempo nos querían ver doblados y si nos veía el mayordomo descansando nos silbaba y nos decía que siguiéramos trabajando”. A esto, García reitera la opresión que recibían de parte de los “locales” quienes estaban encargados de las cuadrillas de trabajo y que demandaban más producción de parte de los nacionales.
Velasquez explica que su día consistían de diez a doce horas de trabajo, de lunes a sábado “esos eran unos de los trabajos más agotadores que tuve. Habían días que llegaba a mi cama a dormir. Llegaba tan cansado que ni me quitaba la ropa hasta el día siguiente”. Estas practicas laborales rompieron clausulas que estaban incluidas en el acuerdo entre ambos países “En el convenio las compañías agrarias [estadounidenses] violaron leyes laborales y muchas de estas prácticas fueron inhumanas” reitera Capiz.
Las condiciones de vivienda no eran tan diferentes a las de trabajo. Los braceros vivían en lugares insalubres y encima el costo de estas viviendas era descontado de sus salarios. “Ellos pagaban por sus alimentos, sus viviendas y hasta por quién limpiara los sanitarios. Todo esto era deducido de sus cheques” comenta García.
El fondo de ahorro campesino.
Durante la duración del programa bracero, el gobierno Mexicano impuso un clausula obligatoria que permitía una deducción de un 10% de sus salarios y se le llamó “El fondo de ahorro campesino”. Según el gobierno mexicano, este dinero sería depositado en una cuenta de ahorros en los bancos estadounidenses Wells Fargo y Union Trust Co., de San Francisco y, consecuentemente, sería enviado al Banco Nacional de Crédito de México. Los ahorros se les entregarían a los trabajadores al término de sus contratos y al retorno a la nación mexicana. Ninguno de nuestros entrevistados ha recibido su dinero al final del programa. Debido a la corrupción y burocracia en México este dinero nunca llegó a su destino, Según Capiz “la tarifa de ahorros se les descontaba antes del pago de sus cheques. El banco Wells Fargo se posesionaba del ahorro y lo mandaba a México y ahí fue donde se desapareció”.
En el año 2003, ex braceros de las ciudades de Los Ángeles, de México y otras ciudades de la unión mexicana se organizaron y establecieron una demanda al gobierno mexicano, pidiendo el reembolso del “fondo de ahorro campesino”. Esta demanda llevó a dicho gobierno a llegar a un acuerdo con los ex braceros y sus sobrevivientes. El gobierno accedió apagar 38 mil pesos ($3,200 dólares) a las personas que se registraran en las oficinas federales. Los registros se abrieron en Octubre del 2008. De acuerdo con la unión binacional de ex braceros más de 200 mil personas se registraron; entre ellos se encontraron ex braceros, sus viudas e hijos.
“Deben pagarnos; que no busquen pretexto” enfatiza Joaquín Pérez, quien empezó en el programa bracero a los 17 años. “Nosotros no le pedimos una ayuda al gobierno [mexicano]. Lo que nosotros les pedimos es que nos reintegren el 10% que nos quitaron. No es un dinero que nos van a regalar, es un dinero que nosotros nos los ganamos con nuestro sudor”, insiste Pérez.
En marzo de 2011, 45 mil personas de 200 mil registradas entre los años 2009 y 2010 fueron indemnizadas, comenta Capiz. El gobierno mexicano ha establecido un plan de pago según el cual se les pagaría 4 mil pesos anuales hasta que la suma fuese saldada. “No hay conciencia, no hay voluntad política de parte de los gobiernos. En este caso el gobierno mexicano debe pagarles este dinero en una sola suma”. Y añadió “Necesitamos presionar más al gobierno para que pague este dinero a estos hombres que se encuentran en edad avanzada, muchos de ellos oscilan entre los 80 y 90 años de edad y poco a poco están falleciendo” .
Notas
A mediados del la década pasada los Estados Unidos reconoció la importancia que los braceros aportaron a la historia de nación norteamericana durante la segunda guerra mundial . En el año 2009, el museo Smithsonian, en Washington DC, estableció una galeria dedicada al Projecto Bracero y actualmente esta viajando al rededor del país y esta prevista de ser exhibida en La Plaza de Cultura y Arte en Los Ángeles entre las fechas de Noviembre 2013 a Enero 2014.
Para más información por favor lea Jorge Durand – El Programa Bracero – Un Balance Crítico
Ricardo Hernández contribuyendo desde la ciudad de México.
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