“Lo que se está creando es que cada vez más niños proclamen un cambio”

Los huertos en las escuelas promueven un cambio en la mentalidad a la hora de elegir la comida

Por: Jesús Araujo, Jon González y Marisol González
EL NUEVO SOL

English version

Al manejar entre los vecindarios de bajos recursos en la ciudad de Los Ángeles es fácil notar las graficas, las ofertas de billboards y los letreros de comida. Esta metrópolis esta llena de contrastes y paradojas, entre los que están los restaurantes de comida rápida que se encuentran a cortas distancias de los edificios donde se concentran grandes grupos de trabajadores y sus familias. Entre estos billboards también se encuentran cerca de los apartamentos los que

Al manejar entre los vecindarios de bajos recursos en la ciudad de Los Ángeles es fácil notar las graficas, las ofertas de billboards y los letreros de comida. Esta metrópolis esta llena de contrastes y paradojas, entre los que están los restaurantes de comida rápida que se encuentran a cortas distancias de los edificios donde se concentran grandes grupos de trabajadores y sus familias. Foto: Oscar Ortega/El Nuevo Sol.

atrapan los ojos de los angelinos diciendo frases como “$5 for 5 hot dogs” o “Me encanta” con una M al revés de los anuncios con una foto de un té helado u otros diciendo “$1.29 Fish-O-Fillet Fridays are back”.

En esta ciudad de contrastes, existen barrios elegantes con sus grandes avenidas, en los que se encuentran restaurantes elegantes que ofrecen dietas balanceadas a precios sugerentes. Sin embargo, en el recorrido por otras autopistas se pueden hallar barrios con comida rápida mucho más barata y accesible para las familas latinas de bajos recursos como en Highland, Watts, o East L.A. Paradójicamente, esta comida, que resulta ser menos saludable, al ser más barata se ha convertido en más accesible para que muchos padres y madres opten por su oferta cuando se trata de alimentar a sus hijos. Las largas jornadas de trabajo y el escaso presupuesto orilla a las familias a optar por comida chatarra. “A veces cuando salen los niños de la escuela no tengo tiempo de cocinar algo,” comenta Gloria Ambris, residente de Highland. “Con tantas opciones en los menús de un dólar es más conveniente comprar comida rápida”.

Las razones por las cuales la gente prefiere comer comida chatarra en vez de comida saludable son la localización (se encuetran a mano), el transporte (no hay que invertir tiempo ni esfuerzo en trasladarse en buscar) y la costumbre (la comida chatarra ha sido desde hace mucho tiempo uno de los principales anunciantes en los medios hispanos).

Frente a esta realidad, algunas organizaciones han decidido empezar a intervenir, ayudando a distribuir comida saludable como frutas y vegetales a los jóvenes y no sólo en las ciudades pero también en zonas rurales. Desde el comienzo de su carrera Anupama Joshi, la directora de las Escuelas Agrícolas, se dio cuenta del impacto que tiene la industria de la comida rápida y el consumismo en nuestra sociedad. “He descubierto una conexión directa en el consumo de este tipo de comida. Pero también he descubierto los beneficios que tiene el consumo de una dieta balanceada. Es importante que la gente sepa de dónde viene la comida que ingieren y cómo fueron cosechados los alimentos que comen”, comenta con rotundidad.

Mientras trabaja en una división del Instituto de la Policía Ambiental Urbana en el Colegio Occidental de Los Ángeles Joshi estudió la distribución de alimentos en Los Ángeles y vio que es un problema que los restaurantes de comida rápida y las tiendas de licor ofrezcan alimentos por menos de $2 dólares.

“Yo camino siete millas para ir al supermercado. Son siete millas para llegar y otras siete para regresar a mi hogar,” comenta Gloria Ambris mientras sostiene sus bolsas plásticas con la compra que ha hecho este día. Los restaurantes de comida rápida están convenientemente más cerca de las comunidades de bajos recursos que los supermercados. Pero además un problema que intensifica esta circunstancia es que ahora los establecimientos de comida chatarra y las tiendas de licor también aceptan las tarjetas de trasferencias de beneficios, también conocidas como tarjetas E.B.T.

Las tarjetas E.B.T son unas tarjetas de identificación para el programa de estampillas de comida llamado Cal Fresh. Uno de los beneficios que ofrece este programa es que permite a los usuarios usar sus tarjetas en restaurantes de comida rápida y también en algunos mercados de agricultores.

“Los mercados de agricultores están floreciendo en muchas localizaciones en Los Ángeles y ellos también aceptan las tarjetas E.B.T”, comenta Margarita Steven, una residente de Pasadena. “La oportunidad de usar una tarjeta E.B.T y la educación sobre cómo usarla está disponible a todo el público”. Sin embargo, los letreros que son visibles a dos cuadras le recuerdan a los angelinos que las tarjetas E.B.T son aceptadas en sus restaurantes a lado de un letrero de Subway que dice “5 dollar foot-long”.

No sólo la distancia y la falta de transporte se convierten en obstáculos para conseguir una dieta mejor equilibrada en las zonas pobres de esta ciudad, también lo es el precio. La comida más saludable como las frutas y las verduras suponen un mayor desembolso de dinero y más aún si se trata de productos orgánicos. Stevens insiste en que ser un comprador con cupones tiene sus problemas. “Miras los cupones y ves que los dulces y las sodas están en oferta”. Foto: Oscar Ortega/El Nuevo Sol.

Según a Rebecca Clair Quinn, de la Universidad Metodista del Sur, un desierto alimentario es definido como cualquier área donde la comida saludable es difícil de conseguir y al mismo tiempo los consumidores no tienen los medios de transporte para ir a los lugares donde la venden.

Aunque Joshi dice que la definición de desiertos alimentarios no se aplica en Los Ángeles. “El término de desiertos alimentarios no es un término apropiado para Los Ángeles. Los desiertos son fenómenos naturales, y los desiertos alimentarios son una condición hecha por el hombre en área de Los Ángeles.”

No sólo la distancia y la falta de transporte se convierten en obstáculos para conseguir una dieta mejor equilibrada en las zonas pobres de esta ciudad, también lo es el precio. La comida más saludable como las frutas y las verduras suponen un mayor desembolso de dinero y más aún si se trata de productos orgánicos. Stevens insiste en que ser un comprador con cupones tiene sus problemas. “Miras los cupones y ves que los dulces y las sodas están en oferta”.

Para quienes no cuentan con medios propios, el transporte supone un reto a superar cuando se trata de acceder a mercados de comida. Joshi recalca que “El transporte público en Los Ángeles es un desastre. Aunque no hay mucho transporte público, se cuentan con algunos buses que están disponibles para recoger a las personas en áreas de bajos recursos y llevarlas a los mercados de agricultores”.

La existencia de los mercados de agricultores también supone una alternativa para poder tener acceso a un mejor tipo de comida. Sin embargo, muchos tienen que hacer esfuerzos para optar por esto en vez de comprar una hamburguesa triple por $2.99 dólares.

Una alternativa que esta siendo notoria no sólo en Los Ángeles sino también en los otros estados del país es el programa Farms to Schools. Como subdirectora de Food Justice Organization, Joshi ayuda a algunos agricultores locales a llevar sus productos a las cafeterías de las escuelas primarias, secundarias y preparatorias. Uno de los contratiempos que muchos funcionarios de la escuela consideran es que es ilegal comprar a los agricultores locales o los productos de la huerta escolar. “El gobierno federal ha apoyado las producciones agrícolas en las escuelas. El fiscal de distrito aprueba y alienta a que esta acción tenga lugar en las escuelas”, comenta.

Joshi sabe que esta situación va de la mano con el aumento de la obesidad en los Estados Unidos; sin embargo, tiene esperanza en el futuro de la nación que se sienta en las aulas de primaria.“La obesidad es una situación complicada. Ahora los estudiantes saben sobre nutrientes y la salud… Los niños ahora ya no tienen problema de negarse a una comida del Taco Bell que cuesta 5 dólares”.

Aun con un servicio adicional de frutas y vegetales para poder ayudar a los niños a que obtengan cinco comidas al día, la idea de parar el problema de la obesidad requiere tiempo. Joshi explica que “BMI y la obesidad toma alrededor de cinco a diez años para hacer un diagnóstico completo. Es difícil porque los niños se mueven mucho.”

Tish Reed, maestro de quinto grado, forma parte de Growing Great, y está tratando de enseñarle a los niños que sí es posible el cultivar nuestra propia comida. “Se puede pensar que un niño del quinto grado ha plantado vegetales anteriormente”, comenta mientras que uno de sus estudiantes agarra tierra con la pala “Muchos niños viven en apartamentos y no tienen el espacio suficiente para cultivar sus vegetales”. En esta caso, la situación en la elección de alimentos en las comunidades de bajos ingresos parece estar siendo transformada. “Los estudiantes van a sus casas y les platican a sus padres sobre la comida, esto propicia que los padres empiecen a comprar comida saludable para sus hijos… lo que se está creando es que cada vez más niños proclamen un cambio” recalca Joshi con mucho entusiasmo.


Tags:  Jesús Araujo Jon González justicia alimentaria Marisol González

Bookmark and Share




Previous Post
A Project for Green America
Next Post
Las clases empiezan en la cocina



admin




You might also like






More Story
A Project for Green America
"10 years as the nation's sustainability event, 1 million attendees" By MARINA D. SANDOVAL EL NUEVO SOL La...