Aproximadamente, 15.5 millones de niños en Estados Unidos viven en familias donde la violencia doméstica ocurre por lo menos una vez al año.
Por MARLENE SALINAS
EL NUEVO SOL
Jennifer sueña con ser bióloga marina algún día. Aunque la joven de 17 años aparenta ser alegre y sin preocupaciones, la realidad es que ella sufrió violencia doméstica en su casa desde los 3 años de edad.
Jennifer (apellido omitido para proteger su identidad) aún recuerda todas las veces que su padrastro abusó de ella y de su mamá. “Una vez [mi padrastro llegó] con un amigo a la casa. Su amigo tenía una señora con dos niños”, comenta la originaria de Morelos, México, “A mi mamá se le ocurrió preguntar cuántos años tenían los dos [viviendo] juntos, pero mi mamá no sabía que la mujer no era esposa del señor. Cuando ellos se fueron, mi padrastro me mandó por un refresco, pero yo no quería ir porque yo sabía que él iba a golpear a mi mamá. Cuando regresé, él estaba ahorcando a mi mamá y ella ya estaba bien morada porque no podía respirar. Yo empecé a llorar y él me dijo que me callara y luego empezó a pegarme con un palo de escoba hasta que se rompió”.
Aproximadamente, 15.5 millones de niños en Estados Unidos viven en familias donde la violencia doméstica ocurre por lo menos una vez al año, según un informe de la Fundación para la Prevención de Violencia Familiar (FVPF, por sus siglas en inglés). El número de niños por todo el mundo que son expuestos a la violencia en sus casas es 275 millones según el mismo reporte.
Para Ana, la violencia en su hogar ha durado por más de dos décadas. Desde que sus padres fueron novios, los maltratos en la relación eran constantes. La joven de 22 años dice que el machismo de su padre lo llevaba a maltratarlas física y verbalmente. “Cuando era chiquita, [la] violencia de mi papá empezó primero con mi mamá y ahí siguió después con nosotros [sus hijos]”, comenta Ana, “Él me pegó hasta la edad de 15 años pero el abuso verbal aún sigue”.
Las mujeres que son expuestas a ver la violencia doméstica de sus padres como adolescentes tienen más probabilidades de también ser víctimas de violencia en sus noviazgos, según un reporte de la FVPF.
La violencia en el noviazgo es algo que Ana desafortunadamente conoce muy bien. Ella conoció su ex pareja por medio de una amiga. Él comenzó a ser demasiado celoso y abusivo desde que empezó a contarle cómo era su vida en casa. “Yo por mensa le contaba cómo me trataba mi papá”, dice Ana, “y luego él empezó a hacer lo mismo. Una vez estábamos en el carro y por voltear a ver a una persona estacionandose junto a nosotros [mi novio] agarró mi cabeza y me empujó hacia la ventana. Tuve moretes en mi cara, mi ojo, y mis brazos”.
Ana se sentía atrapada en la relación: “Otra persona estaba haciendo mis decisiones. Yo no me sentía libre”. El control de su ex pareja empeoró cuando quedó embarazada a los 19 años sin desearlo. Ella dice que los maltratos durante el embarazo de su hija aún seguían pero el acudir con sus padres no fue posible porque no apoyaban su embarazo. “Me decían que [por mensa] yo quedé embarazada”.
Con seis meses de gestación, Ana dejó a su ex pareja: “Me siento mejor porque ya no tengo que vivir igual que mi mamá y mi hija no va a crecer igual que yo, viviendo violencia”. Ana se quiere regresar a México y vivir ahí con su hija porque dice que la vida en EE.UU. es muy difícil.
Las mujeres en la organización son bastante valientes dice Juana Flores, co-directora de MUA. Ella se unió a la organización porque tambien sufrió violencia doméstica. “Yo no hablaba en las discusiones cuando apenas entré”, dice Juana, “pero aquí está el apoyo y nosotros no juzgamos a nadie”.
Como muchas mujeres en la organización, las madres de Jennifer y Ana han sido miembros de MUA por varios años. Las dos jóvenes antes estuvieron en el cuidado de niños cuando sus madres participaban en las discusiones pero ahora las dos son miembros del grupo MUA. “Para mí lo más difícil es trabajar con las madres”, dice Juana, “ellas y sus hijos siempre van a terapias porque la experiencia de violencia doméstica nunca se va olvidar”.
Mónica Arenas, especialista en programas de la FVPF, insiste que la educación es muy útil para terminar el ciclo de violencia que existe en las familias: “Es muy importante escuchar a la sobreviviente y hacerle saber sus derechos y opciones para que ella decida qué es lo que quiere”.
Otros problemas que muchas mujeres enfrentan pero no comentan es el abuso sexual cuando son niñas. Juana describió que en su primera charla que asistió en MUA se trataba de los niños que son tocados por otras personas. “Yo fui tocada cuando niña”, dice Juana, “lo importante de alguien que ha sido violado o tocado de niño es empezarlo hablar”.
Para Jennifer el tema de abuso sexual es algo que conoce bastante bien. El abuso de su padrastro no solamente fue físico si no también fue sexual. Desde los 5 años de edad su padrastro tocaba sus partes íntimas. “Yo nunca le decía nada a mi mamá”, dice Jennifer, “Porque él siempre me decía ‘Si tu le dices algo a tus tíos o tu mamá, nunca la volverás a ver, ni a tus hermanos’ y yo le creía porque él le pegaba muy feo a mi mamá”.
Según un informe de la Agencia de Estadísticas Judiciales (BJS, por sus siglas en inglés), 6.1 por ciento de los niños en EE.UU. son victimizados sexualmente.
“Como mi padrastro me tocaba, yo sentía que en cualquier momento me podria violar y yo no quería que me violara”, comenta Jennifer, “entonces yo decidí tener relaciones [a los 13 años] con un amigo para que mi padrastro no tuviera la satisfacción de ser el primer hombre de acostarse conmigo”. Su primera experiencia sexual resultó en un embarazo. “Mi mamá me obligó a tener un aborto”, dice Jennifer entre su llanto, “porque no tenía suficiente dinero para [mantener] al bebe. Ella no estuvo conmigo en la clínica. Me sentía como un pobre perro porque ella no estuvo ahí por mí”.
Aparte de sentir el dolor de ser abandonada en una clínica de abortos, Jennifer dice que su mamá en veces la culpa por ser tocada por su padrastro. “Me decía que era una mal agradecida. Que yo no agradezco todo lo que mis hermanos tuvieron que sufrir para que yo estuviera bien”, dice Jennifer, “Ella sabe que al decirme eso yo sé a qué se refiere”.
Poco después, Jennifer salió embarazada otra vez. Cuando le dijo a su mamá la noticia, ella dice que su mamá simplemente la felicitó por su embarazo. Jennifer añadió que se quedó sorprendida de la manera que reaccionó su mamá. Hasta hoy, Jennifer todavía no sabe si su mamá se siente culpable por obligarla tener el aborto. “Yo soy la que mantiene a mi hijo”, dice, “y siento que por las barreras, yo estoy aquí peleando por lo que quiero”.
Para las jóvenes involucradas en MUA, el saber sus derechos como mujeres es muy importante y sentirse parte de una familia es indispensable: “Yo sé que puedo contar con ellas”, dice Ana, “con cualquier problema que tengo , ellas van a estar ahí por mí”.
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