El Salvador / Voces | Voices / 03/04/2019

Cuando mi hermano Brandon tuvo qué decidir si vivir aquí o en El Salvador

“Brandon, ¿quieres vivir aquí o allá?” El silencio me lo dijo todo.

Por GILLIAN MORÁN PÉREZ
EL NUEVO SOL

Eran las cuatro de la tarde y estaba esperando a mi mamá que me recogiera de la escuela. Cuando me subí al camión, la falta de ánimo en su voz me llamóla atención.

Le había llegado una llamada del director de la escuela donde estudiaba mi hermano menor avisándole que estaba suspendido del programa después de escuela por dos semanas. Brandon se había metido en problemas graves otra vez.

Vi en sus ojos las lágrimas formando y la pesadilla que cargaba su voz, porque Brandon había escondido esta información de ella por dos semanas. Por esa llamada, mi mamá decidió enviarlo de regreso a El Salvador y que viviera con su mamá biológica.

En ese momento sentí las puntas de mis orejas calientes. Algo me dijo que esta vez él no iba regresar si lo mandábamos de regreso y en eso también batallé las lágrimas para que no salieran. Tuve que mantener mi rostro fuerte frente a mi mamá porque supe que esta decisión ira romper su corazón.

Recuerdo que mi mamá y mi papáno le gritaron a Brandon, solamente le hablaron con seriedad que sus acciones iban tener consecuencias. Cuando ellos salieron de su cuarto, empezaron las patadas a la pared. Cada golpe resonó en mis oídos; cada golpe más fuerte habló por el dolor que Brandon sintió.

De repente, llegó el silencio y entré a su cuarto. Me senté a la orilla de su cama y lo abracé. Él me dejó, pero no me abrazó de regreso. Le pregunté por qué había hecho lo que hizo y dijo “no sé”.

“Brandon, ¿quieres vivir aquí o allá?” El silencio me lo dijo todo.

No es fácil soltar a alguien que amas, alguien quien has visto crecer por tres años y has llamado “hermano” aunque en realidad es un sobrino. Brandon es un salvadoreño hecho gringo porque sus papeles de nacimiento afirman que es ciudadano estadounidense, pero él creció en San Salvador. Si le preguntas cuál es su favorita comida su respuesta cambia. Algunos días es la comida china, pero en otros dicen que son los frijoles molidos que hacía su bisabuela.

Cuando llegó el día de su regreso, me despedí de él en la mañana porque su vuelo salió en la noche cuando tuve mi clase. Él estaba muy emocionado porque sabía que al fin iba estar con su hermanito y su mamá. Aunque me dolió el corazón y mi pensamiento se llenó de temores por los cuentos de los pandilleros, yo pedí a Dios que lo cuidara para siempre.

Según las estadísticas debajo el Office of Refugee Resettlement, en el año 2014, 5,831 niños no acompañado por los padres fueron recibido por patrocinadores. Con la aprobación de la ley, los patrocinadores acojan los hijos de inmigrantes que fueron deportados y detenidos en la frontera. Mi mamá fue unos de los 5,831 patrocinadores que legalmente adoptó a Brandon.

Ese mismo año los medios reportaron una ola de jóvenes cruzando la frontera sin acompañados de los padres. Sin embargo desde el año 1990 inmigrantes de Centro América llegaron a Estados Unidos pidiendo asilo. La mayoría de las inmigrantes eran del Triángulo Norte, de Honduras, Guatemala y El Salvador. En los tres países la violencia de los pandilleros y el aumento de asesinados hicieron a mucha gente cruzar la frontera. La historia no es desconocida, lo que sucede después es lo que necesitamos hablar.

Recién la separación de familias en la frontera llamó la atención nacional por las redes, pero el fenómeno no es nuevo. Existen programas de bienestar para familias que suportan los niños de padres indocumentados con ayuda financiar, aseguranza medical y también dental. La organización CARECEN, Central American Resource Center ayuda con servicios legales de inmigración, educación para la comunidad y recursos para ayuda financiar.

La protección legal de los derechos humanos son lo que niños como Brandon necesitan saber, pero el mejor ayuda que puede encontrar uno en los zapatos de él es alguien que puede escucharlos y ayudar la salud mental de ellos.

Sé que hay veces tenemos que dejar de tener miedo y dejar que la persona doliente resuelva sus problemas ella misma. Si realmente tiene que estar con uno, regresará con el tiempo.


Tags:  asilo El Salvador Gillian Morán Pérez niños refugiados

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Gillian Morán Pérez
Mi nombre es Gillian Moran-Pérez, nací en Reseda y mis padres son del capital de San Salvador. Mi pasión por la literatura me abre las puertas para escribir sobre muchos temas, pero lo que más me interesa es ser una periodista de investigación para mantener el equilibrio en la sociedad entre la gente y las autoridades. Cuando sucede que tengo tiempo libre, me gusta ocuparme en entretener a mi sobrina o ser voluntaria en campamentos para jóvenes, lo cual me ayuda recordar que hay mucho belleza y aventuras en la vida. Lee mis artículos en El Nuevo Sol aquí.




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