Soy #TrabajadoraJoven: horario irregular, robo de salario, no beneficios y discriminación sexual

Cuando yo les hacía comentarios a los hombres en el departamento como: “Ustedes no hacen nada”, “¿por qué no tienen problemas por estar solo allí parados?”, ellos me respondían: “Porque yo mando aquí”. Decían que eran supervisores y no necesitaban estar haciendo la limpieza.

Por STEPHANIE MEJÍA
EL NUEVO SOL

Mis padres nunca me obligaron a trabajar. Siempre me proporcionaron todo con solo una cosa a cambio: que continuara yendo a la escuela. No me estaban pidiendo algo fuera de mi alcance porque me gusta ir a la escuela y yo sí pensaba continuar con mi educación. Mis padres son muy trabajadores y nunca me hizo falta nada, así que cuando obtuve mi primer trabajo a la edad de los 20 años, no fue porque necesitaba pagar las facturas o cualquier otro gasto. Agarré un trabajo porque quería ser capaz de pagar por mis propias cosas, como mis viajes, ya que amo el senderismo, o ir de compras. La gasolina es cara y se acumulan los gastos, y yo quería darles a mis padres un descanso de que me tuvieran que proporcionar todos mis deseos.

Mi primer trabajo fue en Macys. Fui contratada en julio y trabajé allí hasta diciembre. Al principio todo era genial y me gustaba ir a trabajar, ya que era sólo un pasatiempo y me gustaba tener un ingreso a cambio de unas pocas horas. Pero a medida que continuaba yendo allí, el trabajo comenzó a hacerse cargo de mi vida. Como obtuve una tarjeta de crédito, tenía que ir a trabajar para poder pagarla. Mi trabajo se había convertido en mi primera prioridad y la escuela, la familia y los amigos cayeron segundo plano. Con el tiempo, me volví menos ingenua de lo que estaba sucediendo en mi lugar de trabajo, ya que siempre me dejaban la segunda y a veces la tercera opción para cubrir un turno. Tal vez era porque yo era más joven que la mayoría de mis compañeros de trabajo y porque no creían que podría hacerlo.

Pero a medida que se acercaba la temporada de vacaciones, me di cuenta de lo mucho que no me gustaba trabajar allí y lo infeliz que me había convertido. No me gustaba ir a trabajar y ahora tenía que ir, a diferencia de antes. Cuando anunciaban las horas de los día feriados, decían que teníamos que trabajar allí siete meses o más para tener derecho a pago por horas extra y vacaciones pagadas. Durante este tiempo, obligaban a todos a trabajar el Viernes Negro (el día después del Día de Acción de Gracias), la víspera de la Navidad y el Fin de Año. Yo sólo había estado trabajando allí alrededor de cinco meses, así que no cumplía con los requisitos para que me pagaran lo justo y tuviera derecho a vacaciones. Esto significaba que estaba atrapada en el horario establecido en el que se obtendría salario mínimo por trabajar más de ocho horas.

Como mi periodo ahí se acercaba a su fin, me empezaron programar para trabajar en el departamento de hombres. Durante los días festivos, sabemos lo frenéticas y desorganizadas se ponen las tiendas. Cuando se trabaja en las ventas al menudeo, por lo general tenemos una cierta cantidad que uno tiene que vender, un objetivo de ventas. Mientras trabajaba en ese departamento, era difícil para mí cumplir mis metas, ya que siempre me mandaban a limpiar los escaparates y a poner en orden la ropa y los probadores. No me dejaban estar sola en la caja registradora, y cuando esperaba a los clientes, siempre tenía que estar haciendo algo. Me di cuenta de que los hombres que trabajaban allí casi nunca limpiaban y ése era su departamento, su sección asignada, porque en realidad no estaban autorizados a trabajar en la sección de mujeres o jóvenes.

Empecé a preguntarle a mis amigas allí y ellas decían cosas como: “Eso es por lo que odio que me cambien al departamento de los hombres”, o “ellos siempre me hacen hacer todo”. Ellas experimentaron las mismas cosas que yo misma estaba experimentando. Cuando yo les hacía comentarios a los hombres en el departamento como: “Ustedes no hacen nada”, “¿por qué no tienen problemas por estar solo allí parados?”, ellos me respondían: “Porque yo mando aquí”. Decían que eran supervisores y no necesitaban estar haciendo la limpieza.

Llegué a mi límite después de muchos incidentes y decidí dejar esta tienda. He aprendido mucho de la pérdida de mí misma y de encontrarme a mí misma y tomar conciencia de lo que sí sucede en el lugar de trabajo. Según el estudio de UCLA Labor Center I am a #YOUNGWORKER, 32.3 por ciento de los trabajadores jóvenes en Los Ángeles no se les paga lo adecuado por horas extra y el 33.5 por ciento trabajaba después de las horas que cobran. Asimismo, el 62.2 por ciento de los jóvenes trabajadores no reciben ningún beneficio.

Más importante para mí, creo que las mujeres y los hombres todavía no son vistos como iguales y los hombres toman ventaja en el lugar de trabajo, en parte porque el sexismo se esconde debajo de la alfombra ya que nadie habla de él. La página digital de la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo (EEOC), tiene información en español sobre el tema de la discriminación en el trabajo por razones de sexo.


Tags:  #TrabajadoraJoven Centro de Trabajo de UCLA falta de beneficios horarios irregulares robo de salario sexismo en el trabajo Stephanie Mejía YoungWorker

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