Voces | Voices / 02/16/2016

Cuando un ataque al corazón toca a la puerta

Por JOSÉ ANTONIO ROMERO
EL NUEVO SOL

Nunca imaginé lo caótico que sería presenciar un foco rojo que se encendiera y se apagara como 50 veces en un minuto, acompañado de una alarma escandalosa.

Normalmente, el rojo es un color llamativo, un color que índica que tienes que hacer una parada o un color que avisa que un suceso peligroso está por acontecer.

Yo presencié ese foco rojo en la sala de un hospital en el segundo piso del hospital Presbiteriano de Hollywood, aquel miércoles 26 de octubre de 2015 cambió mi vida.

Mi padre sufría de una problema en el corazón. Él había estado hospitalizado pocos días antes y su salud había empeorado.

Aquel foco rojo que hacía un ruido indicaba que los latidos de su corazón menguaban hasta 30 por minuto. Los médicos y enfermeros se movían de un lado para otro. Corrían con una angustia en su cara, pero a la vez, con enfoque porque tenían que salvarle la vida un paciente.

Yo me sentía como un imbécil, inútil por no poder hacer nada y sólo era testigo de algo fatídico.

En un lapso de 4 horas, mi papá sufrió 5 ataques al corazón, y yo me encontraba al costado de su cama, suplicándole a Dios que tuviera misericordia de él. Ponía mi rostro contra el piso, y me ahogaba en mis lágrimas de infelicidad.

No recuerdo haber llorado tanto. Nunca imaginé haber tenido tanto miedo. No era un miedo por ser un pusilánime, era un miedo de perder a mi mejor amigo.

Meses antes, mi padre se encontraba bien, había comprado un camión para trabajar poco y pasar más tiempo con nosotros. El modus operandi de las corporaciones de transportación es muy exigente y poco comprensivo. Mi papá tenía muchos años en este trabajo. El dinero que se gana es muy bueno, pero los daños colaterales en la salud terminan haciendo estragos que pueden llevar a la muerte.

Esos daños habían entrado al cuerpo de mi padre y todas las consecuencias de no alimentarse bien y descansar poco habían estallado como una bomba de tiempo.

Después de cada ataque que sufría su corazón, su pulso caía a cero, pero los médicos lo resucitaban y mi papá reaccionaba levantado su mano y mostrando el pulgar como diciendo: “estoy bien”.

Horas después, lograron estabilizarlo un poco, de manera que no sufriera más su corazón, colocando una aparato que lo hiciera descansar.

“Está muy débil, su corazón no resiste otro más”, me dijo el médico con una voz jadeante, como si hubiera corrido un maratón.

Pocas horas después, fue transferido al hospital de UCLA, donde tuvo una operación quirúrgica en una artería principal que estaba tapada. Recuerdo haber estado nervioso. Lo único que calmaba un poco era un lapicero y una hoja de papel dónde escribí:

Un minuto es compuesto por 60 segundos.
En minuto te amo y un minuto te odio.
En un minuto te tengo y un minuto te pierdo.
Cronológico complejo es un minuto.
En un minuto vivo y un minuto muero.
Tomo en vano un minuto y me doy cuenta que he perdido tanto tiempo.
Cuesta un segundo para decirte te amo y aun me quedan 59 segundos más para decirte, “eres mi mejor amigo”.

Minutos después, entró el cirujano a la sala de espera para decirnos que mi padre había salido bien pero aun no podía garantizarnos que pudiera seguir viviendo.

Fue un momento difícil, incomprensible y a las vez un momento para meditar lo cruel que es ésta vida. Lo frívolo que es este mundo en el que vivimos.

Mi papá pasó todo ese fin de semana conectado a un sinfín de aparatos que lo mantenía vivo. Sus órganos poco a poco iban muriendo y su corazón no más latía por el aparato.

Mi teléfono sonó el lunes por la mañana, era un número desconocido y yo me puse nervioso porque no sabía si era la llamada que no quería oír. La llamada era del hospital, el doctor de quería reunirse con mi familia y con mi persona.

“Lamento decirles con toda tristeza del mundo que no hay nada que podemos hacer para salvarle la vida a Juan”, fue lo único que escuché del doctor cuando desvanecí.

Quizás uno en el subconsciente se imagina algún día escuchar algo tan brutal como eso, pero nunca se puede imaginar que algo tan doloroso te puede ocurrir a ti. En la películas es normal, en las telenovelas pasa muy a menudo, pero en la vida real nunca te lo visualizas.

Mi padre fallecería tres días después. A veces me cuesta creer por qué la gente buena muere y la gente mala sigue en este mundo.

Hasta el día de hoy no puedo ver 90 minutos de un partido de fútbol porque me recuerda a los momentos inolvidables que pasaba con él. Hasta el día de hoy me cuesta entender por qué  se fue, si tanto lo amaba.

Jamás quiero ver un foco rojo.


De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), uno de cada cuatro latinos (26.1 %) reportó tener presión arterial alta. Casi la tercera parte de los que tienen presión arterial alta (30.4 %) no estaba tomando medicamentos. Solo el 40.7 por ciento de los latinos dijo tener la presión arterial bajo control. Las enfermedades cardiovasculares son la causa principal de muerte entre los latinos. Si quiere encontrar recursos educativos sobre cómo prevenir esto, vaya a este sitio de los CDC.


Tags:  ataque al corazón CDC José Antonio Romero

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