La violencia doméstica, familiar e íntima en la comunidad LGBT (lesbiana, gay, bisexual y transexual) tiene las mismas características de violencia que en familias entre personas heterosexuales.

Alejandro con su novio y relación libre de abuso. “Tenía que entender que era un ser human distinto con pensamientos y emociones, nada que ver con mi ex”. Foto cortesía de Alejandro.Por JULISSA REYES

EL NUEVO SOL
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Después de haberse defendido de su pareja de un acto de violencia en frente de un club en San Francisco, Alejandro (nombre ficticio por seguridad) no supo por qué merecía el abuso de su ser querido.

“Le devolví el abuso físico”, recuerda Alejandro. “Corrí tan rápido como pude para escapar de él. Estaba sentado en las escaleras de Union Station preguntándome ‘¿qué había hecho mal y por qué estaba actuando de manera violenta?’”. Alejandro, de 26 años, vivió esa relación abusiva durante casi dos años.

La violencia doméstica, familiar e íntima en la comunidad LGBT (lesbiana, gay, bisexual y transexual) tiene las mismas características de violencia que en familias entre personas heterosexuales. Se manifiesta en abuso sexual, verbal y emocional, de acuerdo al Centro de Gays y Lesbianas de Los Ángeles (LAGLC por sus siglas en inglés). La violencia doméstica ocurre entre parejas homosexuales con la misma frecuencia que ocurre entre parejas heterosexuales. A pesar de que existen muchas cosas en común entre los casos de violencia doméstica entre ambas orientaciones sexuales, también existen diferencias.

Los homosexuales en relaciones violentas que no han revelado su orientación sexual enfrentan las amenazas de abusadores que los amenazan con hacer pública su orientación ante su familia, sus amigos y sus empleadores, explicó Giselle García, coordinadora de recursos y apoyo de la organización Romper el Ciclo (Break the Cycle en inglés).

“Si la familia de una de las personas (en la relación abusiva) no sabe que es gay, la simple amenaza: ‘le voy a decir a todos que eres gay’ es una amenaza tremenda para un joven… que está empezando a reconocer quién es él o quién es ella”, señala García.

El chantaje de ser descubierto motiva a las víctimas a permanecer en la relación abusiva. Esta situación convierte en única y compleja la experiencia de estas víctimas, especialmente para los que siguen “en el closet.”

Thomas Piernik, director de desarrollo estudiantil y programas internacionales, ha visto la evolución de la presencia de estudiantes homosexuales en la Universidad Estatal de California, Northridge ha estudiado extensivamente el movimiento social de homosexuales en el contexto de educación superior. Piernik explica que ser gay o lesbiana añade otro nivel de complejidad a violencia doméstica.

“Puedo ver fácilmente como un/a joven gay o lesbiana puede encontrar lógica en sus miedos y vulnerabilidad de quedarse en una relación abusiva”, explica Piernik. “Es un cuadro psicológico muy complejo de pintar de una persona que opta por ocultar su identidad”.

Algunos de los mitos que identifica la organización son que las mujeres no son violentas, que los hombres no son comúnmente las víctimas, que la violencia doméstica LGBT es mutuo, y que no hay diferencias significativas entre la violencia doméstica entre ambos orientaciones sexuales. LAGLC sospecha que el mito de que la violencia es mutua es debido a la igualdad percibida entre dos personas del mismo sexo.

Al principio Alejandro no se defendía de los goplpes de su pareja, pero eventualmente empezó a devolverle el maltrato.

“Me di cuenta que la relación no era saludable me pego más de tres veces”, cuenta Alejandro. “Sabía que era un problema, pero mi amor por él me cegaba de todo lo que ocurría a mi alrededor”.

Alejandro tuvo esperanza que el abuso de su pareja pararía y no fue hasta que el abuso se convirtió en memoria cuando realmente miro la realidad del abuso que sufrió. Alejandro nunca busco ayuda, ni reporto ninguna de las incidencias de violencia.

En el 2008, 3,419 casos de violencia doméstica en los Estados Unidos entre parejas de la comunidad LGBT reportó La Coalición Nacional de Programas Anti-violentos (NCAVP por sus siglas en inglés). Esto no indica que los casos fueron reportados a las autoridades policiales. Al contrario, de los casos que sí se reportaron a las autoridades, más de 2 por ciento reportaron mala conducta por parte de policías, un aumento de casi 100 por ciento comparado a los casos de 2007.

En un caso de mala conducta policial, una mujer que fue abusada por su pareja, fue detenida en vez de su abusadora que era físicamente más pequeña que ella.

Al igual que la protección de las autoridades, las organizaciones de violencia doméstica no siempre son sensibles o receptivas a las necesidades de los miembros de la comunidad LGBT. Algunas víctimas que buscan ayuda pueden sentir la necesidad de mentir acerca de su orientación sexual para obtener el mismo tipo de ayuda que recibiría una persona heterosexual. Incluso LAGLC dice que proveedores de servicios de violencia doméstica que por lo general tratan a sobrevivientes heterosexuales suelen tener más dificultad para diferenciar entre el agresor y la sobreviviente entre parejas LGBT.

Por esa razón NCAVP menciona que el número de incidencias de violencia doméstica en la comunidad LGBT es mucho más grande de lo que se reporta, no sólo a la policía sino también a las organizaciones.

Este año Alejandro celebra cuatro años de haber terminado con esa relación violenta, pero se dio cuenta de que empezar de nuevo con otra pareja no fue nada fácil.

“Tenía que comunicarle a mi nueva pareja de mi pasado y tenía miedo de su reacción”, comenta. “Sin embargo, necesitaba entender que no era mi ex. Tenía que entender que era un ser humano distinto con pensamientos y emociones nada que ver con mi ex”.


Tags:  Gay LGBT Violencia doméstica

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Julissa Reyes




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