Por SHAHRAZAD ENCINIAS
EL NUEVO SOL

Cuando era pequeño quería ser astronauta, pero se le tapaban los oídos. Después pensó que iba ser doctor, pero no le gustó. Ahora aspira ser profesor y ayudar a otros.

Desde los 8 años,  José competía a nivel nacional el kárate. Por el deporte él tuvo la oportunidad de viajar por todo el país y participar en las competiciones nacionales, las olimpiadas para los menores y la Panamericana.

“Gané medallas de oro en Illinois, Tejas, Florida, Nevada y California. Yo paré de entrenar karate porque tuve que empezar a recaudar fondos para poder ir a la Universidad”, escribió en un correo electrónico. “Una educación universitaria cambió mi batalla de aspirar para las Olimpiadas a pelear para un acceso a la universidad”.

José fue aceptado en la Universidad de California en Santa Cruz y cuando visitó la ciudad universitaria descubrió que no podía asumir el coste económico de asistir la escuela.

“Lo chistoso era que vi en el panfleto un ejemplo de un estudiante con el mismo promedio  que yo tenía en la secundaria y con el mismo ingreso que reciben mis padres. A él le dieron un estimado del dinero que le iban a dar de ayuda financiera. Le hubieran pagado casi toda la escuela”, explicó el joven. “¡Eso soy yo! Yo califico. Bueno, califico pero no puedo aplicar”.

Por eso decidió asistir CSUN, porque supo que estar deprimido no iba cambiar su situación. José es como cualquier estudiante estadounidense, lo único que lo separa de los demás es un secreto: su estatus legal. Él no tiene documentos.

En su tercer año en Francisco Bravo Medical Magnet High School él estaba investigando sobre las posibles universidades a las que solicitó, cuando sus padres le contaron de su situación legal.  Estaba estudiando existencialismo en su clase y empezó a pensar sobre su posición en la sociedad.

“Me puse a pensar, ‘¿por qué estoy haciendo esto?’ Como un estudiante sin documentos me cuestioné mis creencias en cómo funciona este mundo”, comentó el muchacho de 19 años. “Empecé a cuestionar mi identidad y mi propósito”.

Fue una etapa muy difícil para él. Tuvo que ir a terapia para comprender su nueva y verdadera situación legal. El señaló que muchos estudiantes indocumentados no saben de su situación administrativa antes de llegar a la universidad. Y el descubrimiento de no tener papeles trauma a muchos.

“Mucha gente no sabe sobre el tema, porque no hay mucha información”, explicó. “Tampoco hay estudios sobre los efectos de la comprensión que eres indocumentado”.

En los Estados Unidos 13 mil estudiantes indocumentados de bachillerato se inscriben en la universidad al año, de acuerdo un estudio hecho por el Instituto Urbano en 2003.

Estudiantes sin papeles expresan sentir miedo de ser deportados, soledad, depresión, impotencia, vergüenza y una sensación de aislamiento, explicó profesor William Pérez de Universidad Postgrado de Claremont, en un reportaje, “Resistencia Académica y Los Modelos Cívicos de Compromiso de Estudiantes Indocumentados”.

“Su identidad y su manera de pensar en ellos mismos son con una identidad estadounidense”, comentó Pérez.

Los estudiantes que crecen en este país tienen una manera de pensar que se van a graduar de bachillerato y después seguir a la universidad, expresó Pérez. Cuando uno estudia en EE.UU., la sociedad  incrusta ese pensamiento de la importancia del estudio. Entonces, cuando te enteras de tu situación es algo atroz.

“Es traumático porque piensas que eres aceptado como un estudiante, alguien válido por lo que sabes”, explicó . “Y te das cuenta de que eres indocumentado. Ser indocumentado es ser diferente”.

Unas de las ventajas de tener papeles es sacar tu licencia de manejar, solicitar a la universidad y recibir ayuda financiera del gobierno.

“No tienes las mismas oportunidades, aunque seas brillante”, expresó José, quien tiene que viajar desde su hogar en Lincoln Heights en transporte púbico para llegar a la universidad. Un tramo que le toma horas y que debe asumir porque le resulta imposible obtener una licencia para conducir.

Aunque José está pasando por tiempos difíciles, siente que se está superando. trabaja de$$ 10 a 19 horas a la semana para sostenerse. Durante sus vacaciones de invierno,  trabajó más de 40 horas a la semana. Le quitaron horas por la situación económica.

“Ahí fue cuando me di cuenta que padres que ganan salario mínimo no son negligente con sus hijos, al propósito, es que están muy agotados del día para darle la atención apropiada a sus hijos”, escribió José.

Sus obstáculos lo hacen más fuerte y su pasado lo ha transformado en la persona que es hoy.

“Toda esta transformación, de secundaria a colegio y descubriendo quién en realidad era, aplica a quien soy ahorita”, José comentó. “Y lo que hago ahora es educar y defender a los que no tienen voces”.

En sus dos años en la universidad. él está dejando su legado. Es presidente de una organización fundada en 2007 por estudiantes documentados e indocumentados para crear un lugar seguro para estudiantes AB-540 y sus partidarios.

En California, AB-540 es una ley pasada por la Asamblea en el 2001 que permite a los estudiantes indocumentados pagar una matrícula igual a la de un residente del estado. Para calificar como AB-540 se necesitan ciertos requisitos, incluyendo que el estudiante tenga que asistir al secundaria en California por lo menos tres años y graduarse. El estudiante indocumentado también tiene que someter una declaración jurada ante la universidad o el colegio en donde indique que ha sometido una petición para arreglar su situación legal.

Los estudiantes indocumentados son muy activos en la comunidad. Ese activismo sirve como una forma de terapia para ellos porque se sienten mejor al ayudar a otros, explicó Pérez.

“Encontramos que la participación en movimientos políticos es una forma de sobrellevar su situación,” agregó el profesor. “Hacer algo sobre el asunto, los ayuda a manejar su situación”.

José trabaja con Marvin Villanueva, asesor académico en la facultad de Humanidades, para defender los derechos de los inmigrantes en EE.UU. y para educar a otros estudiantes indocumentados.

“Yo estoy muy impresionado con él en muchos niveles”, dijo Villanueva de José. “Él es joven y un portavoz fantástico para la organización y el movimiento… Es una persona muy agradable y encantadora”.

El consejero aprecia la diligencia de José para mejorar el movimiento y ayudar a los estudiantes indocumentados.

“Cuando estás en su situación no puedes ser tímido. Él hace un buen trabajo encargándose”, comentó Villanueva.

Lo mismo piensa la novia de José, Summer García.

“Su vida, sí vale algo,” comentó García. “Él no pierde el tiempo.”

Los padres de José se vinieron de Chiapas ya de adultos cuando él era un niño. Por ello tuvo la oportunidad de ser educado en EE.UU.

“Mis papás no tuvieron la ventaja de ser educados aquí. Ellos no tienen ninguna aspiración de avanzar su educación o ir a la universidad…Pero yo sí, ese es mi privilegio,” indicó.

Las siete de la mañana en la línea roja en camino a North Hollywood, José se duerme por unos minutos despertándose cada vez que el tren llega a una estación. Le toma aproximadamente dos horas para llegar a Northridge desde su casa en Lincoln Heights. (fotos por MILDRED MARTIN / EL NUEVO SOL)

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