Juan Carlos y Blanca Cruz llenan papeles para tratar de salvar su casa durante una feria de LANHS en el Colegio Communitario de Compton.

Por YAZMÍN CRUZ

Damián y Benita Mendoza, de clase obrera, siempre habían soñado con tener su propia casa. Siete años atrás, su sueño se les hizo realidad y compraron su primera casa para sus tres hijos en la ciudad de Compton. “Para los latinos es un sueño tener su propia casita”, dijo Damián. “Nosotros pensábamos que ya la habíamos hecho”.

Cuando el valor de su casa subió, ellos refinanciaron al igual que muchos. El dinero que obtuvieron lo usaron para comprarle una casa a la madre de Benita. Cuando la crisis hipotecaria comenzó, los Mendoza se vieron afectados. Su interés se volvió variable y su pago subió a $ 2,500 al mes y se les hizo imposible de pagar. Su esposa, quien trabajaba en el Colegio de Cerritos como conserje, perdió su trabajo y ahora cuida de sus hijos y su madre enferma de diabetes. Damián es el que se encarga de contribuir a la deuda con su salario de mecánico.

“El sueño se convirtió en pesadilla”, dijo Damián. Ellos llegaron de muy temprano por la mañana buscando orientación en una feria de Los Angeles Neighborhood Housing Services (LANHS por sus siglas en inglés) que prometía ayudarles. Esta organización es una entidad crediticia sin fines de lucro que desarrolla proyectos de vivienda y que recientemente se ha enfocado en ayudar a aquellos que están perdiendo sus casas. Los Mendoza están en busca de alguien que les pueda ayudar a modificar su pago. Al salir, Damián se encontraba muy decepcionado.

“Al banco le interesa lo de ellos”, él dijo. “Uno se pone a aspirar y volar, y lo bajan de lo alto.”

Los Mendoza no son los únicos que han despertado del sueño americano. La crisis hipotecaria ha tocado a muchos sin importar su raza, aunque unos han sido más afectados por su estatus económico.

En el año 2008, en el Condado de Los Ángeles, 35.050 familias perdieron su casa a causa de los embargos. La parte noreste del Valle de San Fernando, un área de inmigrantes de clase obrera, es la segunda más afectada en el condado.

Hay dos olas de desahucios. La primera es la de la clase media que se aprovechó del valor de sus casas para obtener refinanciamientos. La segunda, la que se está mirando ahora; ésta ha afectado principalmente a las personas que compraron casa por primera vez y a ésos que viven en áreas históricamente pobladas por gente de clase trabajadora.

Esta crisis es nacional aunque los estados de California, Arizona, Nevada, Florida y Michigan han sido los más afectados por diferentes razones, según Nathan Henderson-James, director de comunicaciones de la Asociación de Organizaciones Comunitarias para Reforma (ACORN por sus siglas en ingles).

“Muchas de las personas fueron irresponsables con sus refinanciamientos”, dijo la Vice-Presidenta de LANHS, Ester Cavidad. Ella comentó que muchas personas han llegado en carros lujosos a pedir que les ayuden a salvar sus casas.

Los que están siendo afectados ahora son aquéllos que no necesariamente estaban calificados para comprar casa pero de una manera u otra se les hizo pensar que podían obtener el sueño americano. “En esta situación se encuentran muchas personas de color y clase trabajadora que han sido afectados”, comentó Cavidad.

Usualmente, a estas personas se les califica de “gran riesgo”; por eso se les da préstamos con intereses altos. El crédito de un individuo es revisado cuando va a comprar una casa, y si éste no es el mejor se le puede otorgar un préstamo de grado inferior o subprime. Aunque éstos fueron establecidos para ayudar a personas que no tenían un crédito perfecto, ahora son los que están causando que muchos pierdan sus hogares. Cuando el interés se convierte en variable, puede hacer que los pagos mensuales incrementen.

“Me llegó un documento donde decía que mis pagos iban a subir”, reveló Damián. “¡Yo casi me caigo para atrás y mi señora ya mero se desmaya! No podíamos creer qué tanto había subido”.

Los Mendoza tuvieron que cambiar su estilo de vida al igual que otros. Cavidad ha visto casos en donde mucha gente vive una vida privada de necesidades básicas como comida y seguro médico para poder pagar la hipoteca de su casa. “Así no se puede vivir,” explicó. “¿Qué clase de vida es esa”?

Henderson-James señaló que muchas de las personas que están pasando por este proceso son “víctimas de gente sin escrúpulos” que no fueron honestos en explicar los riesgos que podían enfrentar. Históricamente, los latinos y los afroamericanos tienen un concepto negativo de instituciones como los bancos porque ellos se han aprovechado de su inexperiencia financiera en el pasado, dijo.

Dos años atrás, Blanca y Juan Carlos Cruz compraron su casa de tres recámaras en Compton. Con su salario mínimo de jardinero, Juan Carlos mantenía a sus dos hijos menores y esposa, hasta que perdió su trabajo y no podía pagar su hipoteca. “Se nos dijo que podíamos comprar nuestra casa y pagarla por que los precios estaban bajos”, dijo.

Para salir adelante su hija mayor, su yerno y sus nietos se mudaron con ellos para poder afrontar el pago mensual. Ahora hay nueve personas viviendo en este hogar.

“Nosotros los hispanos estamos acostumbrados a vivir con otros, hacemos lo que sea para salir adelante”, señaló Blanca, quien reconoce no entender muy bien la situación en la que están.

Cavidad y Henderson-James están de acuerdo en que la barrera del lenguaje hace el proceso difícil de entender. Los documentos para comprar una casa u obtener un préstamo siempre están en ingles y están escritos en un lenguaje legal muy complejo de entender hasta para una persona que tenga fluidez en el idioma.

El racismo institucional también tuvo parte en esta crisis, según Henderson-James. Él indicó que muchas de estas personas podían haber calificado para mejores préstamos pero como los corredores tienen incentivos para proporcionarles uno con un alto nivel de interés, ellos engañaron a muchos para poder obtener sus sobresueldos. Esta práctica es conocida como “yield spread premium” en inglés. “Cierta gente fue la que recibió estos préstamos y no es una casualidad”, afirmó. “Esta gente tiene menos entendimiento financiero y es más fácil aprovecharse de ellos”.

Obtener una casa en los Estados Unidos no solamente es lograr el sueño americano, explicó Henderson-James. Es la mejor manera de crear riqueza en esta nación. Cuando uno invierte en una propiedad, se le puede sacar dinero para mandar a los hijos a la universidad. Esto es importante en la comunidad latina y afroamericana porque “es el único modo de salir de la pobreza”, aseguró.

Los Mendoza, ambos en sus treintas, pensaban dejar sus casas a sus hijos como patrimonio. “Nosotros no tenemos mucho, pero pensábamos que podíamos proveer un hogar para que nuestros hijo siempre tuvieran donde vivir”, señaló Benita.

De acuerdo a la licenciada Lorrina Duffy de Legal Aid Foundation (una fundación legal no lucrativa), muchas personas están viviendo en la incertidumbre. Ella ha visto casos en donde la gente tiene de uno a dos años que no pagan su hipoteca y todavía no les ha llegado una notificación. Pero también ha visto situaciones en donde las familias se atrasan un mes y el proceso de embargo comienza. Duffy explicó que todo depende de los bancos y de los procesos burocráticos. “Lo mejor que pueden hacer es comunicarse con ellos rápidamente para que puedan empezar a negociar”, sugirió.

El proceso legal del desalojo es muy común, pero difiere dependiendo del caso o del Estado. Por ejemplo, el proceso en unos Estados empieza y termina en la corte. Para que el banco mande una notificación formal de incumplimiento de pagos en California, se tiene que estar 120 días o tres meses atrasados en su pago. A los 31 días, una notificación de Venta de Encomendero (N.O.T por sus siglas en inglés) es proporcionada al inquilino. De allí, los casos van a la corte donde se decide si la casa será subastada o no.

Las personas pueden mantenerse en su casa legalmente si no han recibido notificaciones, señaló Duffy. Pero si les ha llegado un aviso de desalojo necesitan dejar la casa en 3 días si no, enfrentaran cargos de traspaso. Las personas que rentan, legalmente tienen 60 días para desalojar el apartamento añadió Duffy.

La pérdida de hogares tiene un impacto enorme en las comunidades. Cuando las casas son embargadas, el valor de las propiedades cercanas bajan de uno a dos porciento por cada casa abandonada. Henderson-James dice que “todo mundo tiene el pellejo metido en esto” es por eso que tienen que estar informados.

Los Mendoza esperaban una llamada de su banco, pero su futuro se ve sombrío, al igual que el de la crisis hipotecaria. Con uno de ellos trabajando se les hará difícil negociar una modificación de préstamo. Tal vez tengan que vender su casa a precio rebajado y pierdan el dinero que invirtieron en lograr su sueño americano.

“Le estamos rogando a Dios que nos ayude porque hasta ahora nadie más nos ha podido ayudar” dijeron.

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Tags:  ACORN crisis de vivienda embargos LAFLA LANHS Sami Eshaghi Yazmin Cruz

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